INTRODUCCIÓN

Empezando a andar

Los Estudios de la Mujer en América Latina y el Caribe surgen, en su mayoría, precedidos por las luchas ejercidas por los movimientos sociales de mujeres en la década del 70. Su definición académica data de una década más tarde, incluso en unos pocos casos se desarrollan en las universidades recién en los 90 (Chile, Perú). El impulso a estas iniciativas reconoce como antecedentes una variedad de eventos internacionales, especialmente la Década de la Mujer de las Naciones Unidas y la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación hacia la Mujer, que legitiman y promueven su formalización y ratifican los resultados de los numerosos estudios sobre la condición social de la mujer realizados previamente.

De los trabajos presentados, es posible distinguir dos grandes líneas de origen. La primera, y más representativa, agrupa a quienes definen que los Estudios de la Mujer surgen en centros académicos independientes y Organizaciones no gubernamentales (ONG) (Chile, Puerto Rico, Uruguay, Paraguay, Argentina, Colombia, Perú). Por otro, se encuentran aquellos países en los cuales los límites entre los Estudios de la Mujer a nivel universitario y no universitario son más difusos, ya que muchas académicas con activa participación en los movimientos sociales de mujeres fueron creándolos tanto dentro como fuera de la academia, luchando contra la fuerte resistencia de la estructura universitaria (República Dominicana, Costa Rica, Venezuela y Brasil).

Los escenarios políticos en que se desenvolvieron cada uno de estos grupos delimitó las posibilidades de inserción de los Estudios de la Mujer en sus respectivas universidades.

Dentro del primero, se orientan aquellos países que sufrieron las dictaduras más cruentas que azotaron América Latina en los años 70 (Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay). Uno de los ejes de convergencia en la lucha de estas mujeres fue el repudio a la violencia estatal, generando movimientos contestatarios que se fueron diferenciando de otros grupos de izquierda al incluir la subordinación de la mujer como un tema central junto a los tradicionales. Esta lucha las articuló como actor político y obtuvieron una alta capacidad de presión. Asimismo, desarrollaron sus propios centros de investigación y acción social.

La censura que se vivía en las universidades durante esa época, obstaculizaron la incorporación de estos nuevos desarrollos hasta una vez iniciado el proceso de democratización. Mientras tanto, docentes e investigadores/as se exiliaron del país u, obligados por la expulsión directa o indirecta, se refugiaron en centros privados de investigación y en organismos no gubernamentales existentes o de propia creación.

El regreso a la universidad de académicas provenientes de ONG de mujeres o formadas en el exterior, fue uno de los cimientos para el desarollo de Estudios de la Mujer en este ámbito.

En el Perú, si bien las mujeres venían con un impulso organizador desde la época autoritaria, los mayores niveles de conciencia que condujeron a la progresiva institucionalización de los Estudios de la Mujer tuvieron lugar a partir de la profunda crisis económica y política de los 90 que movilizó a dichos sectores en función de la sobrevivencia.

Este particular contexto de desarrollo, signado por la represión política, acercó a las organizaciones de mujeres y/o feministas a los organismos de derechos humanos.

Si bien Colombia y Brasil vivieron una situación política similar, representan casos particulares. En el primero, los violentos procesos políticos y sociales no promovieron como en sus pares latinoamericanos el fortalecimiento de un movimiento de mujeres, sino que postergaron su desarrollo. Si bien son precursores de los Estudios de la Mujer a nivel universitario, en un principio el quehacer académico estuvo alejado del activismo, aunándose recién hacia mediados de la década del 80, cuando los Estudios de la Mujer en las universidadeses se convierte en “puente múltiple entre lo académico, lo societal y lo gubernamental”. En Brasil, en cambio, la autora sostiene que en un contexto dictatorial la universidad mantuvo la formación de intelectuales críticos al sistema. La ampliación de la matrícula universitaria y el desarrollo de las Ciencias Sociales y Humanas fue un modo de contener la movilización estudiantil y de perseguir la modernización. Estas áreas, fueron un reducto de mujeres y facilitaron esta inserción a partir de su ligazón con los movimientos de mujeres. Los Estudios de la Mujer son definidos como el brazo feminista de las mujeres académicas y esta particularidad los ubica en el segundo grupo de nuestra selección.

En contextos más democráticos, la mayor parte de los países del segundo grupo, la integración de los Estudios de la Mujer a las universidades se vió dificultada por la falta de permeabilidad institucional a la temática. A pesar de la fuerte influencia ejercida por los Estudios de la Mujer en Estados Unidos, su raigambre cultural más próxima a los países tercermundistas condujo a la construcción de un modelo intermedio entre el mundo “desarrollado” y el “subdesarrollado”. Crearon áreas, programas, centros y/o cátedras y seminarios paralela o posteriormente al desarrollo de los movimientos de mujeres de los cuales muchas de estas académicas formaban parte. Asimismo, la falta de aceptación de estos estudios por parte de las estructuras universitarias coadyuvaron a la creación de centros académicos independientes desde donde produjeron innumerables estudios.

El entrecruzamiento de diferentes identidades, selladas por su dependencia política y cercanía a Estados Unidos, pero su fuerte raíz cultural Latinoamericana, genera intrincadas combinaciones de las que en el caso presentanto por Yamila Azize en relación al aborto,1 puede ser considerado como paradigmático.

Es de destacar en esta confluencia de procesos de mayor apertura política en general con fuertes resistencias a la temática de la mujer, que en aquellos países con una legislación avanzada respecto a los derechos de la mujer, por ejemplo, establecimiento temprano del sufragio femenino como en Uruguay y Puerto Rico, el mito igualitario se vio fortalecido al amparo de un manto de igualdad formal que invisibilizó la subordinación real de la mujer y demoró el desarrollo de los Estudios de la Mujer en la universidad. La dificultad para iluminar áreas más sutiles de la discriminación explica en parte el desarrollo tardío de estos estudios y lo altamente resistentes que son las universidades de estos países a la integración de esta perspectiva que cuestiona las estructuras patriarcales de poder establecidas.

Estos fenómenos ponen de relieve que la igualdad formal es un paso necesario pero no suficiente para la promoción de una sociedad más justa y equitativa en sus relaciones de género.

En los años 70, las condiciones de posibilidad para el surgimiento de los Estudios de la Mujer en las universidades aún no estaban dadas para ninguno de los dos grupos, no sólo por la coyuntura política sino también por el clima intelectual. Las teorías sociales en boga —el desarrollismo y la teoría de la dependencia— de raigambre patriarcal y economicista, invisibilizaban desde sus postulados la subordinación de la mujer en las sociedades latinoamericanas.

Un nuevo espacio para el colectivo feminista: La academia

La década del 70 dejó como saldo una masiva incorporación de mujeres a la educación media y superior. Este proceso de expansión cuantitativa tuvo entre sus efectos la modificación cualitativa de las expectativas femeninas, quienes al elevar su nivel educativo desarrollaron aspiraciones de participación y autonomía conflictivas para la estructura patriarcal vigente. En el plano político, el fracaso de algunas alternativas revolucionarias y de las formas tradicionales de hacer política dieron lugar al surgimiento de nuevos movimientos y actores que facilitaron la presencia de las mujeres en la arena política.

Los años 80 se caracterizaron por el retorno a la democracia en los países de la región o por una profundización de la misma en aquéllos que la disfrutaban desde antes.

El clima de debate y apertura propició que mujeres activistas e investigadoras iniciaran la crítica a las distintas disciplinas científicas, con el fin de demostrar sus sesgos sexistas y demandar la democratización de las relaciones entre varones y mujeres en el ámbito del hogar y de las instituciones sociales y políticas. Es la única manera de lograr la democracia plena.

Bajo estas coordenadas se inician los procesos de la institucionalización de los Estudios de la Mujer en los países de la región, los cuales transcurrieron —y aún transcurren— en medio de complejos debates acerca de la relaciones necesarias y pertinentes entre académicas y activistas, dado el fuerte contenido de lucha social que estos estudios contienen.

Es una aspiración de los Estudios de la Mujer y/o de Género, conformarse en receptores de las demandas de las mayorías y devolverles herramientas útiles para su accionar. La dificultad en la consecución de este objetivo fue un punto delicado en el desarrollo del área.

Si bien todas reconocen que en la actualidad la relación con los movimientos de mujeres logró mayor fluidez, no está excenta de conflictividad.

La doble pertenencia, es decir, la actuación simultánea de algunas académicas en los movimientos de mujeres y en la universidad, condujo según las autoras, a una indefinición de las funciones propias de cada ámbito, especialmente en Puerto Rico, Brasil y República Dominicana.

En esos países, la inmediatez de la política que, por lo general, caracteriza el accionar de los movimientos de mujeres, promovió el fenómeno del femipopulismo,2 obstaculizando un desarrollo teórico conceptual más profundo y un pensamiento a más largo plazo en la producción académica. La continuidad de prácticas tradicionales de la izquierda política, el proselitismo como modalidad de trabajo, la concepción de la educación popular como actividad principal llevó por un lado, al descuido de otros temas y por otro, a un reduccionismo en la producción bibliográfica al escribir de modo accesible a todas las mujeres. Estos escollos están siendo superados a partir de las evaluaciones que en el campo se vienen realizando y a la luz de los numerosos eventos internacionales que ubican a ambos sectores como interlocutores válidos para la definición de políticas hacia la mujer. Una estrategia viable, puesta en práctica en República Dominicana, es el apoyo de las ONG al ámbito académico y su funcionamiento como contralor de las producciones. Más concretamente, la coordinadora de ONG apoya la maestría en “Género y desarrollo” del Centro de Estudio del Género del INTEC, a través del otorgamiento de becas, las cuales son supervisadas para su aprobación con el criterio de que la producción sea un insumo para el movimiento de mujeres.

Relaciones más equilibradas se vivieron desde los inicios en Costa Rica, donde desde la década del 70 la universidad tiene por función considerar las necesidades de las clases populares. Esto permitió el desarrollo de un fuerte accionar en la comunidad y por ende, la vinculación estrecha con ONG y movimientos de mujeres desde la propia vida académica.

Paraguay destaca que no sólo las ONG de mujeres deben ser un ámbito de intercambio, ya que muchas otras no tan estrechamente ligadas a la temática las tienen como principales destinatarias.

Otra aspiración de los Estudios de la Mujer, es permear las políticas públicas desde la óptica de género, tanto a través de la propia participación en el espacio público como a través de la provisión de los insumos necesarios para el diseño e implementación de políticas de equidad de género.

Es meritorio que todos los países hayan avanzado hacia la construcción de organismos gubernamentales de articulación de las demandas de la mujeres3 y es de destacar que en muchos casos, son organismos dependientes de los Ministerios de Educación y Cultura (Uruguay, Puerto Rico, Costa Rica) o directamente de la Presidencia, desde donde despliegan políticas hacia otros Ministerios (Colombia, Argentina). La importancia reside en que, en todos los trabajos presentados, la educación en sus múltiples modalidades representa un ámbito de alto impacto para la transformación de las relaciones sociales entre varones y mujeres. Por este motivo, los Estudios de la Mujer esperan irradiar, hacia los otros niveles del sistema educativo, modificaciones estructurales en las prácticas pedagógicas, contenidos, relaciones de poder y autoridad, utilización del espacio, etc.

No obstante, es un punto recientemente desarrollado y, en muchos casos, sólo han llegado a implementar acciones puntuales sin la sistematización adecuada ni el nivel de continuidad e influencia acorde a los planteos de los Estudios de la Mujer.

Generalmente, el vínculo entre los Estudios de la Mujer y los otros niveles del sistema educativo se halla mediado por las agencias gubernamentales antes mencionadas, a quienes brindan los conocimientos y los recursos humanos necesarios para que desarrollen iniciativas en el campo. (Uruguay, Colombia, Argentina4 Brasil, Chile, Puerto Rico, Costa Rica, Perú). Sólo en algunos casos, la relación es más directa, como en Colombia que trabajan la sensibilización y capacitación docente desde la extensión y en coordinación con los Talleres distritales de Docentes y en Puerto Rico, que han elaborado libros de texto no sexistas —implementados lamentablemente luego de 20 años de su creación.

La profunda crisis económica en que están sumidos los países de la región, impulsó el desarrollo de las ONG como espacios educativos —no supletorios de los formales pero sí de gran influencia— acordes a las demandas de reconversión de los actuales mercados productivos. De este modo, resulta imprescindible el trabajo conjunto con las académicas, a fin de enriquecer las experiencias que se están llevando a cabo para el fomento de microemprendimientos, el desarrollo empresarial y el mercadeo.

La posibilidad de permear efectivamente el sistema educativo está condicionada por la calidad profesional de maestras y maestros, cuyas condiciones laborales se han deteriorado en la mayoría de los países de la región. Las universidades —y los Estudios de la Mujer en particular— debieran brindarles espacios de formación que pudieran redundar, asimismo, en una mayor vinculación entre el nivel superior universitario y no universitario.

Respecto a la capacidad de los Estudios de la Mujer para permear la totalidad de las políticas públicas, los vínculos establecidos hasta el momento son coyunturales y no orgánicos, muchas veces sujetos a relaciones personales.

En aquellos casos en que personas provenientes de Estudios de la Mujer ocupan espacios de conducción en el aparato del Estado, la integración de los conocimientos elaborados por dicho ámbito en las políticas gubernamentales se ve facilitada por el compromiso previo de esas mujeres. Tal es el caso de Brasil, Argentina, Puerto Rico y Uruguay. Algunas expositoras (Brasil, Puerto Rico) reconocen que esta múltiple pertenencia provocó confusiones en la agenda y estrategias de cada uno de estos sectores.

En el interjuego de las múltiples pertenencias, algunas perciben una falta de distanciamiento necesario para el trabajo académico, que quizás no responda a las necesidades inmediatas de la práctica política, pero puede tener mayor relevancia para el movimiento de mujeres a más largo plazo.

Es una cuestión a analizar: cuál es la capacidad de estos organismos de convertirse en instrumentos adecuados para promover la institucionalización de los Estudios de la Mujer en las universidades, más allá de haberse convertido en articuladores de las diferentes organizaciones que luchan por mejorar la condición social de la mujer. No en todos los casos han sido aptos para ello, y en algunos países los resultados de las investigaciones desarrolladas en Centros no universitarios tuvieron escaso impacto en el diseño e implementación de políticas públicas (Uruguay, Paraguay, Puerto Rico en algunas temáticas).

La influencia de las producciones tanto universitarias como extrauniversitarias de los Estudios de la Mujer están atravesadas por las reglas propias del juego político, donde la división en luchas partidarias dificultan la agrupación de mujeres de distintas tendencias políticas y obstaculizan la elaboración de políticas públicas consensuadas entre las agencias gubernamentales, los centros o áreas univesitarias y las ONG de mujeres. Las políticas hacia este sector de la sociedad está asimismo en contradicción con la subordinación política que sufren las mujeres, debiendo entablar fuertes luchas para conseguirlo.

Una mirada hacia adentro

La necesidad de integración de los Estudios de la Mujer y/o de Género en las universidades aparece en todos los trabajos como iniciativas individuales o de pequeños grupos. Es a lo que Yamila Azize denomina “la estrategia grupal de abajo hacia arriba”. Aún no hemos llegado a la etapa en que se convierta en una necesidad institucional, lo que hace peligrar su continuidad y sujetarla a la administración de turno, con quien los centros y programas deben vincularse para lograr su subsistencia.

Lo interesante de esta integración es que siempre se inicia en universidades públicas —mayormente nacionales— y en gran parte de los casos en las capitales. Puerto Rico es una excepción a esta última regla. Las universidades privadas se muestran más renuentes a integrar estos nuevos saberes. ¿Qué pasa con Perú y Brasil, las Católicas son privadas?

El escaso compromiso de la Educación Superior y en algunos casos del sector gubernamental con los Estudios de la Mujer, se expresa entre otras cosas en la preeminencia del financiamiento internacional. Los organismos internacionales habilitaron la temática en América Latina y el Caribe a través de su influencia económica y política, y es a partir de la Declaración de la Década de la Mujer de las Naciones Unidas y la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, ratificada por los países de la región, que la temática comienza a tener un espacio propio con un cierto nivel de legitimación.

Algunas autoras alertan que el no poseer recursos propios en el interior de la academia puede conducir a: a) que las demandas de los organismos financieros definan en gran medida las cuestiones a abordar; y b) que en aquellos países en que los subsidios se otorgan a individuos o pequeños grupos, la constitución de colectivos más amplios de investigación que favorezcan el recambio generacional a través de la formación de jóvenes investigadores/as se vean limitados.

Enfrentar estos condicionamientos dependerá de la consecución de un mayor nivel de institucionalización, para obtener recursos intrainstitucionales estables.

Pero el problema no es sólo presupuestario, sino también el bajo grado de formalización de los Estudios de la Mujer a nivel universitario y la estructura de las universidades de la región, que dificultan el desarrollo de una perspectiva interdisciplinaria considerada como intrínseca al abordaje de la condición femenina.

Cada área, programa, centro, etc., debe pelear día a día por su permanencia en la Facultad y/o carrera en la que se ha insertado, ya que no existe una política universitaria en tal sentido. Esta situación se agrava por el modelo académico hegemónico. Las universidades de la región, creadas a imagen del modelo francés, se caracterizan por una orientación academicista y una tendencia a la compartimentalización y el aislamiento del contexto social.

Tácticamente, para paliar esta situación, se tendió a la formación de redes nacionales de Estudios Universitarios de la Mujer, cuyas experiencias más avanzadas son las de Brasil y Venezuela. Cuando las redes no existen como entes articuladores del quehacer en este campo, se fomentan las reuniones nacionales de intercambio (Costa Rica, Colombia, Chile, Paraguay, República Dominicana, Argentina). Estos eventos permiten el fortalecimiento y legitimación de los Estudios de la Mujer y la capitalización de las experiencias desarrolladas, coordinando mejor las temáticas a investigar para evitar el sobrediagnóstico.5

En este punto, la capacidad organizativa de los movimientos de mujeres pueden brindarnos enseñanzas importantes. En muchos de los países, han sido pioneras en la creación de redes y foros que ampliaron su capacidad propositiva y de impacto socio-político. (Argentina, Paraguay, Perú)

El grado de institucionalización del área en los países de la región, difieren en su complejidad y aceptación. En esta gradación, la creación de posgrados estables en la academia resultan de especial interés por su carácter menos coyuntural, la asignación de plantel docente a su cargo y su potencialidad para permear las prácticas de los futuros profesionales ante la ausencia de un currículum no sexista en la formación de base de las universidades de estos países (Argentina, República Dominicana). Sólo Brasil posee un doctorado en el tema.

Estos ámbitos se erigen como propicios para la formación de profesionales capaces de influir y participar en el diseño e implementación de políticas públicas para la mujer.

Otra modalidad de institucionalización, de menor nivel de formalización, es la creación de áreas, centros y programas (Colombia, Venezuela,6 Costa Rica, Chile, Puerto Rico, Uruguay), cuya dificultad central es que en muchos casos no ofrecen ningún tipo de acreditación formal y la organización de cursos electivos requiere de un alto nivel de esfuerzo personal para su aceptación.

En otros casos sólo lograron el dictado de cursos y seminarios, con mayor o menor grado de continuidad (Paraguay).

Una de las principales dificultades reside en la circunscripción de estas experiencias a las facultades de Ciencias Sociales y/o Humanidades encontrando poco eco en otras áreas del conocimiento. Inclusive, se perciben serias dificultades para el curriculum dentro de estas mismas facultades.

El sexismo dominante en las relaciones pedagógicas del ámbito universitario aún queda en pie en todos los países de la región. Algunas experiencias de innovación pedagógica en los post-grados de Estudios de la Mujer, brindan algunas tendencias sobre las cuales vale la pena reflexionar, a fin de relevar cuáles son las modalidades más adecuadas para la transmisión de estos conocimientos. El abordaje de esta temática tiene, como en cualquier otra, efectos cognitivos, pero por su especificidad moviliza aspectos emocionales y afectivos. Resulta de especial importancia brindar espacios apropiados para su elaboración a fin de evitar que pertuben los procesos de enseñanza-aprendizaje. La Carrera de Especialización en Estudios de la Mujer de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, diseñó como parte integrante del programa de estudios la realización de grupos mensuales de reflexión, que ayudaron a trabajar la resistencia a las jerarquías, a canalizar las demandas y a la construcción de la identidad profesional.7

La tarea docente en esta óptica se encuentra mayormente relegada a los espacios que han erigido los Estudios de la Mujer y, en muchos casos, no se circunscribe a la academia sino que organizan seminarios abiertos a todo público, desde los cuales han brindado formación a dirigentes barriales y políticos/as y sensibilización a funcionarios/as públicos.

El requisito credencialista para el dictado de cursos en la Universidad, excluyó de la docencia a muchas mujeres de alto nivel de formación y valiosa trayectoria en el área, quienes, tal como lo describe Graziella Corvalán, deben desempeñarse tan sólo como personal externo.

En el terreno investigativo, está en permanente debate qué se debe investigar, para quién y bajo qué urgencias. En sus inicios, los Estudios de la Mujer avanzaron sobre las temáticas menos disruptivas, tales como historia, demografía, legislación. Por su ligazón con los movimientos de izquierda, en la mayor parte de los trabajos iniciales de acción e investigación se centraron en las mujeres de sectores populares y/o mujeres trabajadoras, desde donde revalorizaron sus formas organizativas.

Con la incorporación del concepto de género, comienza una creciente apertura a nuevos temas y nuevos sectores sociales. Esta nueva etapa incluye el asedio sexual en los lugares de trabajo, la violencia doméstica, la sexualidad y la salud reproductiva, el control del propio cuerpo, las homosexualidades y la nueva masculinidad.

No obstante, la productividad que este concepto ha tenido para el área, algunos trabajos alertan sobre su uso indiscriminado o acerca de los límites epistemológicos que posee. En el caso chileno, no se produjo un debate sustantivo sobre las implicancias teóricas de este virage, utilizándose a veces críticamente como sinónimo de mujer o como opción estratégica para la aceptación de los proyectos, más que por decisión conceptual. Brasil y Venezuela, en cambio, consideran pertinente esta innovación, siempre y cuando se discuta su omnicomprensividad y se mantengan vivos otros términos que permiten discernir aspectos de la realidad de las mujeres: feminismo, movimientos de mujeres, etc.

Las principales dificultades en este área de investigación se ligan a las restricciones presupuestarias y a la inexistencia de una política de publicaciones del área que limita la difusión de estos nuevos conocimientos. En la mayoría de los países, sólo se editan materiales precarios y de bajo costo, invisibilizando frente a la comunidad académica la actividad de un grupo universitario cada vez más numeroso. República Dominicana, Puerto Rico y Brasil están a la vanguardia en este ítem, poseen su propias publicaciones que aparecen de forma periódica y recogen los principales debates en el área. No obstante, continúan dependiendo del compromiso y la gestión individual y grupal, con escaso apoyo de editoriales universitarias y privadas.

Los obstáculos a la promoción de los nuevos conocimientos producidos se suman a las resistencias propias del ámbito universitario hacia la temática, dificultando aún más su utilización como insumos en las materias de las distintas carreras.

El trabajo de Venezuela incorpora como dimensión, la imperiosa necesidad de abrirse paulatinamente a los medios de comunicación social como estrategia de sensibilización masiva y la importancia de conseguir no sólo espacios al interior de los mismos sino también poner en marcha estrategias para crear medios propios.

La articulación de las tareas propias de la academia (investigación, docencia y extensión) es una preocupación inmanente a los Estudios de la Mujer, por su fuerte vinculación de origen con los movimientos de mujeres que demandan la investigación para la capitalización de conocimientos necesarios para la acción y por su énfasis en la transformación social y en la transmisión de esos saberes transformadores a las mayorías.

El desarrollo de post-grados es una estrategia para la formación de la generación de relevo, así como una opción viable ante la dificultad de permear el ciclo de grado, donde la organización de las carreras dificulta el establecimiento de un enfoque interdisciplinario. Asimismo, hay un mayor desarrollo de cursos electivos o de módulos temáticos.

Entrando a la academia

La primera iniciativa en el ámbito de la Universidad fue el Núcleo de Estudios e Investigación sobre Mujer y Género (NEM), creado en 1991 en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Esta modalidad de inserción tuvo un rápido crecimiento y para fines de la década, Brasil ya contaba con una veintena de Núcleos. En 1994, cerca de cincuenta núcleos se han unido en una Red Nacional.

En 1983, nace el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) en El Colegio de México, uno de los más desarrollados y prestigiosos en el terreno de la investigación y las publicaciones.

Ya para 1985, 11 países latinoamericanos participaron en la Sección Women’s Studies International de la Conferencia conmemorativa del final de la Década de la Mujer de Naciones Unidas, realizada en Nairobi.

En 1986, se inauguró el Proyecto de Estudios de la Mujer (PRO MUJER) en el Colegio Universitario de Cayey, de la Universidad de Puerto Rico. Uno de sus logros más importantes fue un proyecto institucional de transformación curricular de los primeros tres cursos por el que debían aprobar a todos los/as estudiantes de esa universidad.

Al año siguiente, en 1987, comienza el primer post-grado Interdisciplinario de Especialización en Estudios de la Mujer, en la Universidad de Buenos Aires. Tiene una duración de dos años y medio y otorga el título de Especialista en Estudios de la Mujer.

En el mismo año, se lanza en República Dominicana el Programa de Estudios de la Mujer en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Posteriormente, se transforma en un Centro de Estudios del Género. La progresiva institucionalización de este Centro permitió que en 1994 se creara la Maestría en Género y Desarrollo.

También en 1987, surgen el Centro Interdiscipinario de Estudios de la Mujer (CIEM) de la Universidad Nacional de Heredia y el Programa Interdisciplinario de Estudios de Género (PRIEG) de la Universidad de Costa Rica. En 1993, ambas instituciones organizaron conjuntamente la Maestría en Estudios de la Mujer, una de las tres existentes en América Latina. La tercera, se crea en 1993 en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

Asignaturas pendientes

Aunque reconocen diferentes fases en el desarrollo histórico de los Estudios de la Mujer, esta década está resultando especialmente prolífera, logrando un mayor desarrollo conceptual, una más amplia institucionalización de los estudios y una mejor articulación con organismos gubernamentales y no gubernamentales.

Múltiples son los desafíos que deberán enfrentar los Estudios de la Mujer universitarios en América Latina frente al próximo siglo.

Una de las prioridades será lograr que las universidades integren institucionalmente los Estudios de la Mujer, como política para la Educación Superior. Para ello resulta prioritario discutir y consensuar un proyecto feminista para la academia. Sólo de este modo los Estudios de la Mujer podrán integrarse transversalmente a la currícula de todas las carreras, rompiendo con su actual circunscripción a las Ciencias Humanas y Sociales y en algunos casos a las médicas, de la salud y/o administrativas. Desde allí se podrá pelear por la obtención de recursos intrainstitucionales que facilitarán la continuidad de las iniciativas emprendidas al no someterlas a la administración de turno ni a su capacidad de “venta”.

Un obstáculo poderoso en este camino es la escasa conciencia de la mayoría de los/as docentes acerca de la discriminación de la mujer en la realidad social y en el conocimiento científico, así como su resistencia al trabajo interdisciplinario, al defender sus espacios de incumbencia, poder y prestigio en los campos de poder establecido. Si bien los Estudios de la Mujer se han convertido en una realidad en la mayoría de las universidades de la región, todavía son proyectos relativamente marginales en las prioridades científicas y financieras, sufriendo por ello una fragilidad constante.

En esta apuesta deberemos luchar y generar respuestas creativas a la crisis en que están inmersas las universidades de la región, en las que se dignostica una pérdida de función social, un aislamiento respecto de otras instituciones sociales, una baja adaptación a los procesos de cambio y una seria dificultad para promoverlos.

Resulta imperioso en este terreno fortalecer el trabajo conjunto de investigadores/as, docentes, activistas con diseñadores/as y ejecutores/as de políticas públicas, aprendiendo a intercambiar experiencias y a reconocer los trabajos en marcha.

Finalmente, en esta lucha por la institucionalización deberá evaluarse cuáles son las mejores modalidades para garantizar la persistencia y ampliación de los equipos establecidos así como la flexibilidad necesaria para incorporar nuevas pujas y debates en el mejoramiento de la condición social de la mujer.

Esta búsqueda generó el temor a la “normalización” o “domesticación” de los Estudios de la Mujer, con la consecuente pérdida de la capacidad crítica y transformadora de las relaciones sociales. Por este motivo, en algunos casos se considera necesaria la existencia de espacios no institucionalizados para garantizar el compromiso con la lucha política. Pero estos veinte años de trabajo no han sido en vano y nos permiten discernir, que aún cuando los Estudios de la Mujer en las universidades hayan obtenido un alto grado de formalización, sus producciones, su permanente debate con la academia, su intercambio con otras organizaciones sociales, continúan siendo fuente de nuevas utopías que alimentan la “rabia”, la pasión, la protesta radical.

Gloria Bonder
Editora

 

NOTAS

1. Si bien el aborto es legal por legalidad colonial, es decir, porque esta legalidada proviene de la subordinación política con Estados Unidos, es también clandestinidad legal, ya que se desconocen las normas y se percibe el aborto como un acto clandestino.

2. Acuñado por la Dra. Yamila Azize, pone de relieve la confusión entre el trabajo académico y el activista que ha llevado a sostener, y por ende limitar, que el trabajo feminista debe darse en función del activismo y de los sectores populares.

3. En Colombia se creó la Consejería Presidencial para la Juventud, la Mujer y la Familia, que funcionó hasta el 94. En Venezuela el Consejo Nacional de la Mujer. En Costa Rica, el Centro Nacional para el Desarrollo de la Mujer y la Familia de alto impacto y con presupuesto permanente (1986); en Uruguay, el Instituto Nacional de la Mujer y la Familia (1991), en Chile el SERNAM, en Paraguay la Secretaría de la Mujer; en Argentina el Consejo Nacional de la Mujer (1991).

4. Desde el Programa Nacional de Promoción de la Igualdad de Oportunidades para la Mujer del Ministerio de Cultura y Educación, se promueve efectivamente la integración de las producciones de los Estudios de la Mujer universitarios y no universitarios en las políticas educativas. Ya se han firmado nueve convenios con universidades nacionales y está en fase de organización: una red de educadores no sexistas, una base de datos con experiencias de educación no formal con óptica de género y la contratación de estudios académicos en temas específicos de género y educación. Asimismo, en el contexto de la actual transformación educativa, lograron la incorporación efectiva de la perspectiva de género a los nuevos contenidos que se enseñarán en la Educación General Básica, nivel obligatorio en el país.

5. El término “sobrediagnóstico” es utilizado por la Lic. Celina Burmester (Uruguay) para dar cuenta de la multiplicidad de diagnósticos sobre la condición femenina alrededor de ciertos ejes temáticos y las lagunas de información en otras. Esta situación se vincula con la inexistencia de mecanismos de articulación que sistematicen las experiencias emprendidas a fin de no superponer esfuerzos en áreas ya indagadas.

6. Está en proyecto la creación de un centro y una maestría.

7. Tal como se extrae de mi artículo, la fuerte presión hacia el igualitarismo que se despierta en estos grupos genera conflictos ante el surgimiento de las inevitables diferencias entre alumnos/as entre si y en relación al plantel docente. Se presentan también, fuertes resistencias a la aceptación de la existencia de liderazgos que no son necesariamente opresivos y una demanda irracional hacia la institución académica y sus representantes de reparación de la discriminación social hacia la mujer.