UN INTENTO DE VINCULACIÓN ENTRE LA ACADEMIA
Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES EN LA REPÚBLICA DOMINICANA:
LA EXPERIENCIA DEL CENTRO
DE ESTUDIO DEL GÉNERO DEL INTEC

Ginny Taulé*

El Centro de Estudio del Género desde su inicio en enero del 1987, al igual que la mayoría de sus integrantes, ha sido durante años parte activa en el movimiento de mujeres en la República Dominicana. Esta doble pertenencia ha impulsado a las integrantes del Centro, académicas de profesión y vocación, a intentar vincular su trabajo académico con el movimiento de mujeres en el país, atendiendo a las necesidades de éste y actuando desde su especificidad como centro universitario.

Fue difícil en principio definir qué tipo de actividades debemos promover desde la universidad y cuáles escapan a nuestra naturaleza y deben realizarse desde otros espacios. Desde siempre, el Centro de Estudio del Género desarrolló actividades netamente académicas, como la oferta de cursos electivos para estudiantes de grado y una labor continua de investigación; sin embargo, ocupaba buena parte de nuestro tiempo y recursos la organización de actividades de extensión como un festival anual de cine y video realizado por mujeres, y un sinnúmero de paneles y charlas con temáticas aisladas que diluían nuestros esfuerzos y obstaculizaban el concentrarnos en el logro de un perfil más académico.

Comprendimos, entonces, que nuestro aporte a la transformación de la discriminación de la mujer en la República Dominicana lo haríamos, precisamente, desde nuestra condición de centro académico, que es lo que nos debería identificar, no sólo en el status formal sino en la línea de desarrollo.

Los primeros años

Juzgamos vital establecer comunicación con otros Programas de Estudios de la Mujer de América Latina y el Caribe, por lo cual auspiciamos, en abril de 1989, una reunión en República Dominicana entre representantes de cuatro programas de la región. Esto dio inicio a una serie de esfuerzos sucesivos de los distintos países para formar una Red Latinoamericana y Caribeña de Programas de Estudios de la Mujer, que si bien decidimos no continuar, fortaleció las relaciones en diferentes grados entre los programas que formaron parte de esta iniciativa.

Durante los años 1991 y 1992, dedicamos nuestros esfuerzos a la revisión de los programas de algunos cursos de grado de la Universidad para incluir en su contenido y bibliografía una perspectiva de género. Así, con el auspicio y asesoría del Centro de Estudio del Género, se integraron a este proyecto seis docentes del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) que modificaron las siguientes asignaturas a su cargo: Historia Dominicana I y II, Economía Política, Desarrollo Económico, Sociología del Subdesarrollo, y del Ser Humano y Sociedad. Esta modificación curricular ha tenido por objetivo que el estudiantado del INTEC integre el análisis de género a lo largo de su formación profesional y no de manera aislada a través de un único curso electivo de introducción al análisis de género que debería aportar una visión global de la problemática de género.

La investigación ha sido actividad permanente del Centro, como mencionamos antes, a pesar de ser la línea para la cual hemos logrado menos apoyo financiero. De 1989 a la fecha, hemos realizado nueve proyectos de investigación sobre diversos temas atendiendo a los intereses personales de las investigadoras asociadas al Centro, lo cual en todos los casos ha sido también de utilidad para el movimiento de mujeres en el país.

La consolidación como centro académico

El año 1992 fue muy importante para el Centro de Estudio del Género en la definición de las líneas de trabajo a mediano y largo plazo. Después de cinco años de trabajo continuo, estuvimos en condición de proyectar la oferta de un programa de posgrado y la publicación de una revista especializada sobre mujer y género, que en el presente constituyen los pilares de nuestro trabajo. Ese año, además, el INTEC confirió a esta instancia el status de Centro Académico, que le permitiría desarrollar los mencionados proyectos al tener una identidad propia dentro de la Facultad de Ciencias Sociales. Hasta entonces funcionábamos como un área especializada de trabajo dentro de un Centro Multidisciplinario de Investigación Social.

Los resultados de las investigaciones del Centro se difundían de manera precaria por lo costoso de las publicaciones individuales, en cuanto a impresión y a distribución. Por otra parte, teníamos interés de promover un debate abierto sobre mujer y género que integrara las reflexiones de toda persona que estuviera produciendo sobre estos temas y no sólo de las integrantes del Centro de Estudio del Género. Por estas razones decidimos, en 1992, publicar una revista especializada en los temas de mujer y género, en edición cuatrimestral, que hiciera posible, además de una difusión rápida, y a menor costo de los resultados de las investigaciones del Centro, recoger y promover el debate en el país sobre estas temáticas. Así, desde 1993 publicamos Género y Sociedad dirigida de manera especial a académicas/os, investigadoras/es, e integrantes del movimiento de mujeres en el país. Esta revista solicita y está abierta a colaboraciones de toda persona estudiosa de las temáticas señaladas. Confesamos la ambición de ampliar la circulación de Género y Sociedad y de llegar a incluir igualmente artículos nacionales como internacionales apuntando a participar del debate a nivel regional.

El Centro de Estudio del Género contaba, en el mencionado año 1992, con un historial de trabajo y con el status académico que le permitiría organizar y eventualmente ofrecer un programa de posgrado. Un año más tarde, el Centro contaría además con una estructura de planta más sólida y con un amplio grupo de profesionales de distintas disciplinas con formación en género asociados a su quehacer. Estas condiciones hicieron posible concretar el acariciado proyecto de una maestría sobre el tema de género. La maestría “Género y Desarrollo”, que se inició en abril del 1994 después de un año de diseño y preparación, surge de la conjugación de una intención académica y de una intención política desde el Centro de Estudio del Género del INTEC.

Como mencionamos al principio, por la cercanía de las integrantes del Centro con el movimiento de mujeres en República Dominicana, nos resultaba imposible desconocer dos de las debilidades más evidentes y constantes de ese movimiento: escasa formación especializada en teoría feminista y una pobre integración entre sus miembros, a nivel individual y de grupos; elementos éstos que impiden una articulación a base de acuerdos políticos fundamentales que posibiliten la definición y el desarrollo de una agenda común.

La necesidad de una maestría en género

Formación especializada

Muchas feministas dominicanas tienen una formación empírica y poco sistemática sobre temas de mujer y género. El trabajo de éstas se basa en la sensibilidad ante la discriminación, no siempre acompañada de estudio permanente o de una reflexión sustentada sobre una idea de sociedad concebida en términos más concretos que “justa” e “igualitaria”.

En la República Dominicana, el feminismo se ha mantenido bastante al margen de las principales discusiones sobre teoría feminista desarrolladas a nivel internacional. Esto es así aun ante la posibilidad de acceder a bibliografía actualizada, y de la realización de cantidad de eventos de difusión organizados por grupos e instituciones del área de la mujer. Asimismo, cada vez participan más dominicanas en encuentros de mujeres en el extranjero sin que esto se haya traducido en el país en un debate generalizado de temas claves.

Pueden suponerse los límites del conjunto de acciones totalmente empíricas. Empíricas, en cuanto a la no sistematización y análisis de las experiencias a la luz del estado actual de conocimiento general sobre un tema; no referido a la forma teórica y metodológica fuera de la academia, lo cual no sería de ninguna manera rechazable.

El empirismo del que hablamos limita el trabajo de muchas mujeres que, por la falta de formación, no pueden hacer una labor de investigación, ni participar en el diseño de las acciones que ejecutan, ni contribuir a la producción teórica, ni hacer propuestas o desarrollar acciones originadas desde sus disciplinas, por mencionar sólo unas pocas áreas del posible quehacer con visión feminista.

En muchos casos, la limitada formación de las feministas en lo referente al género no se debe tanto a negligencia o desinterés de esas mujeres como a la dificultad real de tiempo y energías para dedicar a la lectura y a la reflexión sobre diversos temas ante una realidad agotadora repartida entre obligaciones familiares y laborales. Esto es cierto aun para las que han podido hacer coincidir su trabajo remunerado con su militancia feminista, pues es frecuente en organizaciones del área de la mujer que un activismo permanente impida o dificulte el desarrollo de sus empleadas, incluso en las áreas afines a sus ocupaciones. La satisfacción de estos intereses es todavía más difícil, en términos de tiempo, para las feministas cuya militancia es un compromiso desligado de su trabajo remunerado.

Métodos de trabajo

La actitud de muchas mujeres feministas organizadas en grupos e instituciones, igual que de algunas de esas instancias como colectivo, era la de aprender y reproducir el ABC del feminismo, es decir el proselitismo como metodología de trabajo y como estrategia política, a pesar de que después de más de una década de activismo esta práctica se mostraba ineficaz o insuficiente.

Según este patrón de acción feminista, todas, independientemente de nuestras motivaciones y habilidades, debíamos contribuir a la causa a través de la educación de otras. Pero una educación en círculo, enseñar lo que ya nosotras, las del movimiento, sabíamos o creíamos saber.

Probablemente una simbiosis desafortunada entre las actitudes y métodos heredados de la izquierda partidista tradicional y la socialización femenina en el sentido de volcarnos hacia los demás en actitud redentora determinaron en gran medida esta práctica tan limitada y poco novedosa adoptada desde el feminismo como estilo primordial de trabajo, único para muchas.

El haber entendido muchas colegas feministas durante demasiado tiempo la educación popular con enfoque de género como la estrategia de transformación social por excelencia, significó el descuido de otros frentes importantes y de otras posibles líneas de acción. De esta forma, mujeres con talentos, inclinaciones o entrenamientos particulares hicieron, de realizar o promover una cadena de talleres y entrenamientos, su militancia y/o su vida profesional. Aunque, como consecuencia, el aburrimiento se asumiera como una condena ineludible en favor de la causa.

La escasa formación y la reproducción de las viejas formas del accionar político, adoptadas por el feminismo, constituyen muros de un callejón en que pareciera estar encerrado el movimiento de mujeres en República Dominicana.

Estilos de dirección en las organizaciones de mujeres

Encadenado al concepto ya presentado sobre la falta de formación especializada y la repetición irreflexiva de métodos de trabajo, subyace otro problema: el de jerarquías perpetuadas en grupos de mujeres e instituciones feministas. Muchos grupos de mujeres comenzaron a funcionar como empresas, en el sentido de que unas pocas establecen e imponen los términos, desde las políticas y estrategias institucionales hasta los estilos, los horarios y la división interna del trabajo. Parece haber una tendencia a estructuras tradicionales dentro de instancias feministas. Por un lado están las jefas, por poder o por trayectoria, y por otro están las peonas del desarrollo, que acatan y ejecutan sin pretender, o poder participar de otra forma, las más por la falta de formación.

A su vez, el problema del funcionamiento tradicional (modelo de empresa) de organizaciones femeninas y en particular de muchas de las ONG de mujeres, guarda estrecha relación con la dificultad de articulación de un movimiento social institucionalizado y vertical, en el que las jefas no asisten a las actividades, delegando en alguna subalterna la participación, pero no el poder de decisión.

Niveles de articulación

Como bien afirma Denise Paiewonsky, en República Dominicana “en realidad lo que existe es un movimiento de ONG de mujeres, sin ninguna articulación orgánica y con una capacidad de convocatoria insignificante”. Y aun este término es discutible, considerando que estas ONG son proyectos individuales, con objetivos específicos y con agendas políticas propias. Esta existencia institucionalizada del movimiento de mujeres en forma de sumatoria de ONG, a la vez que ha permitido la dedicación a tiempo completo de muchas mujeres al quehacer en favor de la mujer (no me atrevo a decir feminista, pues en muchos casos no lo es ni pretende serlo), también ha entorpecido los intentos de coordinación. Al entrar en contradicción una incipiente agenda general con los planes particulares, a nivel práctico o a nivel político, el corte se tiende a hacer ya sea grupal, priorizando lo individual-institucional. Esta situación se complejiza cuando las agendas de las ONG son en parte las de los organismos que las financian, funcionando entonces las ONG más como agencias consultoras para proyectos de diversos tipos que como instancias autónomas.

Si esto expresa una situación complicada para trabajar por objetivos comunes, lo es aún más ante la dificultad de lograr algún nivel de articulación entre grupos y personas que no asumen con profundidad y sistematicidad una discusión sobre los temas que trabajan. En algunos casos, no se abren al debate con otras instancias que tienen posiciones conocidas o presumiblemente diferentes, y en otros casos, ni siquiera se discute dentro del propio grupo o institución.

Entonces, ¿cómo se podría llegar a acuerdos sobre lo que no se reflexiona, ni se discute? Evadir lo específico deja al feminismo con una agenda amorfa y poco polémica, sin una estrategia y sin una identidad como movimiento.

Relación de la academia con el movimiento de mujeres

Ante el panorama presentado, no cabe duda sobre la necesidad y la pertinencia de fomentar la formación, promover el diálogo amplio interdisciplinario e intersectorial, generar y recoger un debate sobre mujer y/o género, promover la investigación y el aprovechamiento de los resultados de esta actividad y difundir los estudios y análisis sobre este tema. Estas acciones, que entendemos de vital importancia para desarrollar un movimiento feminista en República Dominicana, y que son completamente acordes con nuestra esencia y rol académicos, definen los objetivos del Centro de Estudio del Género.

El intento de traducir estos objetivos en un programa concreto, motivador, sistemático y que trascendiera lo coyuntural, es lo que origina la maestría en género y desarrollo.

El énfasis que hace esta maestría en el desarrollo, junto al análisis de género, se debe a la relevancia de esta temática en el país. Un gran número de instituciones gubernamentales y no gubernamentales en República Dominicana, y en particular entre aquéllas que realizan trabajos en el área de la mujer, tienen como eje y meta de su quehacer el desarrollo.

Se advierten en esta línea de trabajo las mismas carencias que analizábamos para el movimiento de mujeres. Es preocupante la cantidad de técnicos/as de proyectos de desarrollo con escasa formación especializada, en particular entre quienes pretenden realizar un trabajo de desarrollo con perspectiva de género.

Encontramos, entre las temáticas de género y de desarrollo, una unión hecha con frecuencia de manera forzada e improvisada, donde especialistas en desarrollo no manejan en lo absoluto el análisis de género, y viceversa. En otros casos, entre quienes trabajan desarrollo, la variable género no se considera relevante y no se le toma en cuenta, teniendo consecuencias imaginables en la planificación, ejecución y evaluación de sus proyectos.

A pesar de la urgente necesidad de formación y sistematización de conocimientos sobre estos temas y su relación, no existían alternativas para lograr tal entrenamiento en el país, obligando a emigrar temporalmente a las personas que desearan estudiar, teniendo además que alejarse de su práctica laboral.

Estos fueron los antecedentes que nos motivaron a ofrecer un Programa de Maestría en Género y Desarrollo como respuesta a la necesidad de crear un espacio de reflexión y sistematización de conocimientos y experiencias en el área en la República Dominicana.

A partir de esta intención han guiado el desarrollo de la maestría los siguientes objetivos:

  • Comprender la importancia del género en el mantenimiento del engranaje en que se sostiene la política nacional e internacional, dentro de cuyo marco se encuentran las políticas de desarrollo.
  • Estudiar y analizar las diferentes teorías y experiencias de desarrollo a nivel de la región, así como las nuevas propuestas alternativas a las mismas.
  • Obtener una formación teórica y metodológica en análisis de género que permita el estudio de problemas políticos, económicos y sociales.
  • Ampliar los marcos de entendimiento del desarrollo de manera que trasciendan la visión economicista que lo ha caracterizado.
  • Influir en el impacto que las acciones y políticas de desarrollo están teniendo en los sectores beneficiarios de las mismas.

Integran esta maestría 27 estudiantes, representantes de 8 organizaciones no gubernamentales que trabajan en el área de la mujer, de 4 instancias gubernamentales, de 4 universidades y de 1 organismo de financiamiento.

Siendo éste un programa multidisciplinario, sus estudiantes provienen de distintas profesiones, como medicina, psicología, economía, filosofía, sociología, educación, antropología y trabajo social.

Las/os docentes son también representantes de diversas disciplinas, en especial de las ciencias sociales, con formación y producción en la óptica de género. Hasta el momento, mientras estamos desarrollando el cuarto trimestre de la maestría (de un total de seis trimestres que componen este programa, con un total de 48 créditos académicos) han participado como docentes 13 especialistas nacionales (incluidos 3 hombres) y 4 profesoras internacionales.

Creo importante resaltar como parte del éxito de este programa, en cuanto al número y diversidad de participantes, el trabajo de promoción del Centro de Estudio del Género en coordinación con la Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales del Área de la Mujer (instancia que agrupa alrededor de 40 organizaciones de trabajo en favor de la mujer) que, por solicitud nuestra, administra las becas gestionadas por el Centro con organismos internacionales con oficinas en República Dominicana. La coordinadora, por su parte, también gestionó becas con otras entidades y apoyó las gestiones del Centro en este sentido. Los esfuerzos de coordinación con este organismo hacen más concreto nuestro objetivo de servir al movimiento de mujeres en el país. En este sentido, uno de los mecanismos de coordinación establecidos es que las estudiantes de la maestría becadas a través de la coordinadora deben someter sus propuestas de tesis a ésta además de someterlas a la coordinación de la maestría, para garantizar que las temáticas seleccionadas sirvan a la transformación de la discriminación por sexo en el país. La coordinadora, por su parte, se propone dar seguimiento a estas investigaciones, en términos de su difusión y aprovechamiento como base de información para el trabajo.

Debemos resaltar también cómo las distintas áreas de trabajo del Centro de Estudio del Género están actuando en coordinación y apoyando la maestría, que definimos para 1994 y 1995 como nuestro eje fundamental de trabajo. La revista Género y Sociedad ha venido publicando artículos que sirven de insumo bibliográfico para la docencia (en especial artículos de docentes de la maestría). De igual forma Género y Sociedad recoge, en forma de artículos, el debate que se produce en los distintos cursos de este programa y permite que las reflexiones trasciendan el aula, proyectando además la producción de las estudiantes. Género y Sociedad publicará en varios números sucesivos y en forma de artículos los resultados de las tesis de las estudiantes de la maestría. De igual forma, y por iniciativa de las mismas estudiantes, organizamos una modalidad de reunión con el nombre de GENERANDO, que tiene por objetivo la discusión sobre temas relativos al contenido de la maestría que se someten a debate abierto con mujeres de fuera del programa, en un espacio que permite tratar los mismos de manera más informal y sin las presiones de tiempo que impone el horario de clases.

La maestría Género y Desarrollo ha contado con la ayuda económica de la Fundación Ford, tiene el aval del Consejo Nacional de Educación Superior y cuenta con el apoyo de nuestra universidad, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).

Esperamos que un entrenamiento a este nivel cause un impacto en el trabajo de organizaciones de las áreas de mujer y de desarrollo en la República Dominicana, pues además de que los centros participantes tendrán un personal más capacitado, debería producirse una democratización espontánea de su quehacer, al haber más personas en condiciones de participar en la definición de las políticas y acciones de estas instituciones y grupos. De igual manera, los vínculos informales que se crearán entre las estudiantes de la maestría, representantes de diversas instancias, muchas de ellas con larga trayectoria de trabajo en el área de la mujer, son de un potencial incalculable para el movimiento de mujeres en el país.


* Coordinadora del Centro de Estudios de Género. Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), República Dominicana.