ESTUDIOS DE LA MUJER EN PUERTO RICO:
MARGINALIDAD CREADORA vs.
FALTA DE COMPROMISO INSTITUCIONAL

Yamila Azize Vargas*

La literatura y arte de los negros(as), latinos(as), lesbianas, homosexuales y otros grupos oprimidos nunca ha sido ‘marginal’; nuestra expresión ha estado siempre ubicada ‘al margen’ y por esto quiero decir que hemos sido marcadores, indicadores, signos de los nuevos pensamientos, nuevos tiempos, nuevas ideas.

—Luz María Umpierre1

Puerto Rico:  ¿El “melting pot” del Caribe?

Ubicado geográficamente en el Caribe, políticamente en Estados Unidos y culturalmente en América Latina, las realidades sociopolíticas de Puerto Rico se han ido forjando por las influencias, cruces y choques que generan estas diferentes identidades. Podríamos definirlas como una especie de “melting pot” caribeño, en el que esas realidades simultáneas y coloniales nos convierten en una nueva y extraña sociedad.2 La situación histórica y contemporánea de las mujeres en Puerto Rico se ubica, como es de esperarse, dentro de estos marcos referenciales culturales y geopolíticos. Algunos nos definen como región desarrollada debido a la relación política con Estados Unidos. Pero nuestra cotidianidad e historia nos acercan mucho más al subdesarrollo tercermundista. Así, pues, la historia de las mujeres boricuas cuenta con contradictorias primicias características del llamado mundo “desarrollado” y del “subdesarrollado” también. Por ejemplo, las mujeres puertorriqueñas figuran entre las primeras latinoamericanas en obtener el sufragio. Sin embargo, las boricuas fueron también las primeras en el mundo en ser utilizadas para experimentar y desarrollar políticas de control poblacional.3

Puerto Rico y Uruguay fueron, en 1929, los primeros dos países de América Latina en reconocer el sufragio a la mujer. En el caso de Puerto Rico, esta concesión fue adelantada por el reconocimiento del sufragio a las mujeres estadounidenses en 1919. Pero, años más tarde, fue en Puerto Rico —junto a la India— donde por primera vez en el mundo se desarrollaron programas de esterilización masiva como parte de las políticas de control poblacional que el gobierno de los Estados Unidos favoreció durante los años 40. En la actualidad, otros asuntos de salud reproductiva ofrecen más contradicciones de este tipo. Somos uno de los poquísimos países de América Latina en donde el aborto es “formalmente legal”, dada la subordinación política de Puerto Rico a Estados Unidos. Pero en realidad impera lo que he llamado una “legalidad colonial” y “clandestinidad legal”.4 Por otro lado, Puerto Rico figura también como el primer país con la más alta tasa de partos por cesáreas en el mundo, y entre los primeros países con la tasa más alta de mujeres esterilizadas y de matrimonios que terminan en divorcio.5

La situación de los programas de Estudios de la Mujer en Puerto Rico no está ajena a lo que parece una realidad bastante esquizofrénica que oscila entre el modelo de un desarrollo que no puede copiar y la falta de reconocer y conocer su realidad a la hora de pensar en su desarrollo. Por un lado, tenemos, y hemos tenido por casi un siglo, un modelo y estructura educativa de un país “desarrollado”. Más aún, todo el proceso de acreditación de las instituciones de educación superior es realizado por agencias estadounidenses que no tienen ni siquiera oficinas en Puerto Rico. Sin embargo, a la hora de importar y copiar instancias educativas progresistas de ese modelo —como los programas de Estudios de la Mujer y el Género— el sistema y administración colonial se aferran entonces a una absurda intransigencia en la que la tradición cultural y patriarcal son invocadas incesantemente para justificar y excusar ausencias, como la institucionalización de los Estudios de la Mujer.

Dentro de este contexto, reflexiono sobre el desarrollo que han tenido en Puerto Rico los programas e iniciativas sobre los Estudios de la Mujer en la educación superior. Me propuse específicamente evaluar sus logros, limitaciones y señalar algunas prioridades que merecen atención para su futuro. Comenzaré por resumir su trayectoria histórica, para entonces analizar más en profundidad las áreas que han tenido mayor desarrollo, a saber: docencia y currículo, e investigación y publicación; y su interacción con el marco social más amplio y la lucha por políticas públicas que respondan a nuestras necesidades y realidades.

Los primeros pasos: Al margen y un poco adentro6

Casi diez años después de inaugurarse los programas de Estudios de la Mujer en Estados Unidos,7 comienzan a darse las primeras iniciativas formales de éstos en la educación superior en Puerto Rico. A principios de la década de los 80 (1981), cuando se organizó el primer Programa de la Mujer en el Colegio Regional de Aguadilla de la Universidad de Puerto Rico (estatal), llamado el Centro de la Mujer, algunas publicaciones, un boletín (Mi ruta) y varios cursos de tema especial fueron sus logros más sobresalientes.8 Sin embargo, la evolución del Centro se vio tronchada, luego de dos años de vida, por la falta de apoyo institucional. La Universidad de Puerto Rico no continuó financiando las operaciones del Centro, una vez agotada la ayuda económica externa que recibían.9 Luego hubo otro intento (1983) en la Universidad Interamericana (privada) llamado CIDOM (Centro de Investigación y Documentación de la Mujer) pero su gestión fue muy breve y restringida a propiciar algunas actividades y comenzar un centro de documentación de muy corta vida.10

Sin embargo, antes de ese comienzo institucional en la educación superior, es preciso subrayar los aportes de otros sectores ubicados al margen de la academia desde principios de la década del 70, época en que se hacen evidentes las primeras señas del resurgimiento del movimiento feminista en Puerto Rico. A principios de 1972, una investigación sobre la discriminación contra la mujer que inició la Comisión de Derechos Civiles (organismo gubernamental) sirvió como especie de agente catalítico para movilizar la participación de mujeres representantes de diversos sectores sociales.11 De hecho, esta investigación tuvo su origen en 1966 con la iniciativa de un grupo de mujeres abogadas comprometidas con la lucha contra la descriminación hacia la mujer. Sin duda, la repercusión de esta investigación fue de gran importancia y de sus hallazgos surgieron propuestas de reformas, como la del Código de Familia en 1976, una de las primeras iniciativas de legislación encaminada a buscar más justicia para la mujer. Las actividades de la Comisión de Derechos Civiles generaron también cierta movilización política que contribuyó a la creación de algunas de las primeras organizaciones feministas no gubernamentales y gubernamentales, como Mujer Intégrate Ahora (MIA) y la organización de la Comisión para el Mejoramiento de los Derechos para la Mujer, que contribuyeron a denunciar y despertar interés en el tema sobre el sexismo en la sociedad.12

El resurgimiento del movimiento feminista incide también en la agenda investigativa de organizaciones no gubernamentales académicas al margen de la academia, como el Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP). Este centro fue durante varios años un importante espacio que reunió investigadores/as de las ciencias sociales y humanidades, dedicados/as a realizar trabajos académicos cuyo más importante denominador común lo era la revaloración crítica de la historia puertorriqueña. Entre el grupo, algunas mujeres investigadoras estudiaron el tema de la participación de la mujer en la historia de Puerto Rico, y abrieron brecha con enfoques novedosos y divulgando información desconocida. Por otro lado, junto a estas iniciativas de diversos grupos, las gestiones individuales también produjeron valiosas aportaciones. Algunas profesoras universitarias, por ejemplo, comenzaron a incluir el tema en sus cursos, pero lo hacían por su propia iniciativa y al margen de toda oficialidad curricular. También, por estos años, aparecieron algunas publicaciones sobre el tema.13

A pesar de la vitalidad que comenzaba a notarse en los espacios al margen de la academia, los centros de educación no fijaban sus prioridades educativas en la institucionalización de los Estudios de la Mujer. No estuvieron ni tan siquiera dispuestos a incorporar y utilizar recursos existentes que les ofrecían agencias del mismo gobierno como la Comisión de la Mujer. Un ya muy famoso y citado caso dramatizó esa falta de interés y propósito. El caso en cuestión fue el frustrado intento de lograr que el Departamento de Educación utilizara entre sus recursos curriculares una serie de materiales educativos no sexistas, producto del proyecto de investigación sobre machismo y educación publicado en 1977 por la Comisión para el Mejoramiento de los Derechos de la Mujer.14 Este fue un proyecto pionero en América Latina que estudió el sexismo en los textos escolares de escuela primaria y que desarrolló materiales suplementarios para ser utilizados en el salón de clases. Más recientemente, la misma Comisión de Asuntos de la Mujer desarrolló otro proyecto piloto en una escuela primaria, pero todavía continúa estancada cualquier iniciativa encaminada a institucionalizar una verdadera política no sexista en los currículos de la escuela primaria o secundaria. De hecho, tuvieron que transcurrir casi veinte años para que estos materiales hicieran su lentísima entrada al marco institucional del Departamento de Educación. Sin duda, la experiencia de estos primeros años sirvió para darnos cuenta de lo difícil que era abrirse paso en el marco institucional.

Adentro, pero al margen: El crecimiento

En la mayoría de las instituciones de educación superior de la América Latina, incluyendo a Puerto Rico, gran parte de la gestión académica sobre los estudios de la mujer y el género se ha dado más como gestión individual, o de un pequeño grupo, que institucional. Es lo que han llamado, al discutir este tema, “el voluntariado por la causa de la mujer” y la estrategia “grupal de abajo hacia arriba”.15 Actividades como el enriquecimiento curricular, la creación de nuevos cursos, la organización de actividades de sensibilización y los proyectos de investigación surgen principalmente por iniciativa del profesorado, en su mayoría mujeres. En América Latina y el Caribe sí existen algunos programas con apoyo institucional, pero son realmente pocos. Entre los más establecidos están los de México (Colegio de México, UNAM), Costa Rica (PRIEG), Brasil y la República Dominicana (INTEC), y el de la University of the West Indies en varios países del Caribe inglés. Todos ofrecen algún tipo de grado o concentración acreditada académicamente, además de actividades y publicaciones.

En la actualidad, la situación de los Estudios de la Mujer en Puerto Rico, aunque con más vitalidad que en la década de los 80, no ha alcanzado la institucionalización que tienen algunos de nuestros cercanos vecinos caribeños, ni tampoco la de los Estados Unidos. Estamos en lo que se ha llamado la etapa de “anarquía creativa”.16 Existen, sí, en casi todos los Centros de Educación Superior una Facultad y estudiantes y personal interesados. Existen también grupos de interés que se reúnen regularmente y hacen actividades (uno en la Universidad del Sagrado Corazón y otro en proceso de creación en la Universidad Interamericana, Recinto Metro). Además, existen —desde 1984 y 1986, respectivamente— dos centros, uno en el Recinto de Río Piedras y otro en el Colegio Universitario de Cayey de la Universidad de Puerto Rico, que han realizado múltiples gestiones académicas sobre los Estudios de la Mujer y el Género, pero sin todavía ofrecer ningún tipo de programa académico o acreditación formal.

En 1986, el primer centro en organizarse fue el Centro de Estudios, Recursos y Servicios a la Mujer (CERES), adscrito al Centro de Investigaciones Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. La iniciativa de organización surgió de un grupo de profesoras interesadas en el tema, quienes lograron el apoyo del Centro de Investigaciones Sociales. Hay dos investigadoras destacadas para hacer investigación y apoyo administrativo, pero habría que preguntarse si estos destaques están formalmente reconocidos o si dependen de la administración de turno. Todavía no tienen un presupuesto independiente y recurrente para otros gastos, por lo que dependen para su financiamiento de la dirección del Centro y de la venta de sus publicaciones. Las actividades de CERES han girado fundamentalmente alrededor de la investigación (historia, hostigamiento sexual, violencia doméstica, depresión posparto, aborto), publicación17 y promoción de la sensibilización de la comunidad académica a través de cursos de tema especial, conferencias, foros, etc. Mantienen lazos con la comunidad no universitaria, y participan en actividades educativas y de asesoramiento. A fines de la década de los 80 han tenido intervención directa en el tema de políticas públicas, con motivo de la lucha para que se aprobaran las leyes sobre violencia doméstica y hostigamiento sexual. Una de sus publicaciones —La participación de la mujer en la historia de Puerto Rico— ha sido utilizada como recurso curricular por el Departamento de Educación, lo que constituye un logro importante, si pensamos en la experiencia de la década anterior.

El otro centro es el Proyecto de Estudios de la Mujer (PRO MUJER) en el Colegio Universitario de Cayey de la Universidad de Puerto Rico, fundado en 1986. PRO MUJER es autónomo de otros departamentos y está bajo el Decanato Académico, estructura que se explica en el hecho que fue iniciado como un proyecto académico especial por una de las primeras mujeres rectoras de la Universidad de Puerto Rico.18 Sin embargo, la estabilidad del programa y su independencia fiscal dependen todavía de las políticas específicas que tienen los supervisores de turno, señal peligrosa que puede significar que no hay un compromiso institucional con el programa y de que tampoco se le respeta su supuesta independencia fiscal. Tiene una plaza de investigadora, presupuesto para administración y aporta la mitad del sueldo para una persona a cargo de la Sala Luisa Capetillo. Sus actividades también han girado en torno a la investigación (transformación curricular, estadísticas, mujer y salud, aborto, y mujer y ciencia), publicaciones19 y actividades educativas de diversos tipos para la comunidad académica y fuera de la academia. Mantiene nexos con la comunidad extrauniversitaria, siendo responsable en 1989 de la fundación del Centro de Orientación Mujer y Familia, una organización comunitaria, y de la celebración de simposios, conferencias y otras actividades. También ha participado en temas de política pública, principalmente a través de su investigación sobre temas de mujer y salud, así como del aborto en Puerto Rico, e inició el proyecto sobre sexismo en los tribunales. Alberga el único Centro de Documentación de Estudios de la Mujer y Género en Puerto Rico (Sala Luisa Capetillo), establecido en 1990 en la Biblioteca del Colegio Universitario de Cayey.

Durante esta segunda época de los Estudios de la Mujer en Puerto Rico también fue importante la introducción —a partir de 1986— del concepto género. Es PRO MUJER quien utiliza el término como parte de la propuesta que se escribe para su creación.20 Existe muchísima literatura sobre lo que ha significado la introducción de este concepto a los estudios de la mujer. Puerto Rico no es la excepción y el uso del concepto género ha ido permeando enfoques, discusiones e investigaciones sociales. En términos generales, la repercusión de esto es que se han enriquecido y problematizado nuestras visiones sobre el sexismo y la discriminación, o como bien ha dicho la mexicana Marta Lamas: “Plantear el problema del sexismo y del poder patriarcal en términos de género permite entender que el problema de las mujeres en la sociedad no es un problema de biología, sino un problema social y que el feminismo no es una lucha de y para las mujeres, aunque parta de ellas, sino de toda la sociedad.”21

Docencia y currículo: La batalla por la cátedra

La expresión “la batalla por la cátedra” fue utilizada en un ensayo sobre los Estudios de la Mujer en México para caracterizar la realidad en la docencia universitaria sobre los Estudios de la Mujer y el Género en las instituciones de educación superior.22 La frase se ajusta a lo que ha sido la realidad en Puerto Rico. Ante la ausencia de la institucionalización y de todo tipo de formalización de la oferta académica en Estudios de la Mujer y el Género, lograr enseñar un curso sobre este tema es realmente una batalla, un intenso proceso de lucha. Pero si “lucha” es poder enseñarlo, más lucha es lograr que se admita como curso especial regular y que se ofrezca con cierta frecuencia. El catálogo de cursos ofrecidos en el sistema de la Universidad de Puerto Rico es amplio y variado. Pero, sin duda, los recintos que tienen mayor oferta académica y consistencia en ofrecer estos cursos son los recintos de Río Piedras y Cayey, allí donde están ubicados los únicos dos Centros de Estudios de la Mujer y el Género. Es evidente, pues, la función de agente catalítico que tienen dichos Centros en la actividad docente sobre los Estudios de la Mujer y el Género.

Sin embargo, la existencia de los cursos de ninguna manera quiere decir que existe un compromiso institucional en fomentar o incentivar la creación de éstos. En realidad, el proceso a seguir para ofrecer un curso nuevo y para lograr la aceptación de ese curso dentro de la oferta académica regular continúa siendo un absurdo proceso burocrático que desalienta a cualquiera que no esté muy decidido/a y comprometido/a. Además, la última decisión está en manos de la persona que dirige el departamento o el decanato académico. Ninguno de los Programas (CERES o PRO MUJER) tiene presupuesto disponible para pagar la carga académica de la/el profesor/a interesado/a en ofrecer el curso, a no ser que sea alguien adscrito formalmente a los programas, y quiera y pueda ofrecerlo. Debe recordarse también que la gran mayoría de esos cursos son de carácter opcional, de modo que llegan sólo a un sector limitado del estudiantado.

El gran reto sigue siendo cómo lograr la apertura y transformación curricular desde una perspectiva de género en los cursos obligatorios. La experiencia concreta del Proyecto de Transformación Curricular auspiciado por PRO MUJER de 1990 a 1992, con el apoyo financiero de la Fundación Ford, comprobó las fructíferas posibilidades que abre este tipo de estrategia. Claro está, continúa existiendo lo que podríamos llamar “el currículo al margen” en donde se opera la transformación curricular individual y clandestinamente, pero sus resultados operan a una escala mucho más reducida. El proyecto de currículo auspiciado por PRO MUJER ensayó y mostró lo que podría ser el modelo para desarrollar una verdadera iniciativa de cambio y transformación curricular a nivel institucional.

Este proyecto, en el que participaron cinco recintos de la Universidad de Puerto Rico y 15 profesoras, revisó y reestructuró tres de los cursos obligatorios (español, inglés y ciencias sociales) que tienen que aprobar todos los estudiantes en la Universidad de Puerto Rico. Generó una gran actividad multiplicadora por la diversidad de recintos trabajados y por las dinámicas generadas en diferentes instancias: salón de clases, comités de currículo departamental, decanatos académicos, comunidad académica, entre otras. Además, comprobó la importancia de las aportaciones que puede hacer la Facultad cuando se le provee tiempo y recursos para renovar sus conocimientos y estrategias de enseñanza.23 De hecho, el acceso real a textos y material bibliográfico nuevo y actualizado es otro de los obstáculos enfrentados por la Facultad interesada en promover la transformación curricular. Y aunque la situación mejora muy lentamente, todavía la inmensa mayoría de las bibliotecas universitarias puertorriqueñas no reflejan la riqueza de las publicaciones existentes sobre los Estudios de la Mujer y el Género a nivel nacional, regional e internacional.

La docencia y proyectos curriculares del género, además de contar con las dificultades señaladas, es una actividad que se ha mantenido segregada a las disciplinas de las humanidades y ciencias sociales: historia, lengua y literatura en español e inglés, ciencias sociales y políticas, psicología, sociología, entre otras. Algunas facultades que han trabajado en otros temas como salud, deporte y ciencias naturales, son la excepción. Sorprende que disciplinas casi dominadas por las mujeres —como secretariado, pedagogía, profesionales de la salud y trabajo social— permanezcan tan marginadas de las perspectivas sobre la mujer y el género en los currículos universitarios.

Investigación, publicación y políticas públicas

Históricamente, en Puerto Rico, al igual que en el resto de América Latina y el Caribe, las mujeres han sido objeto y sujeto de la investigación sobre la mujer y el género.24 Además, como en el resto de nuestra región, la actividad de investigación sobre la mujer y el género es más que la enseñanza.25 Dados los múltiples obstáculos de la burocracia y conservadorismo de las instituciones universitarias para transformar la docencia, es comprensible que haya más vitalidad en un renglón que depende mayormente de la gestión individual o grupal. Las actividades de investigación y publicación las realizan en su inmensa mayoría mujeres, y son también mujeres quienes en su mayoría las utilizan, bien en su docencia o en proyectos de investigación sobre el tema. Esta segregación en la producción y consumo de este nuevo conocimiento conoce extremos como el que se ignore, en investigaciones históricas, datos y aportaciones de trabajos históricos sobre la mujer y el género.26

La publicación también es una gestión que se logra más por el compromiso y gestión individual y grupal, que institucional. La mayoría de las publicaciones de CERES y PRO MUJER son realizadas desde los mismos centros (con apoyo del centro o de recursos externos), y han tenido poco apoyo de editoriales universitarias y de otras editoriales privadas. Esto limita también las posibilidades de divulgación, ya que las tareas de distribución se ven limitadas y recaen también en los centros que las producen.

Los temas de los proyectos de investigación en los programas han abordado los temas de hostigamiento sexual, violencia doméstica, historia, currículo, mujer y salud, aborto, sexismo en los tribunales, estadísticas, ciencias naturales. Además, profesoras universitarias a lo largo y ancho de varios recintos desarrollan proyectos de investigación sobre el tema.27 CERES ha realizado la mayoría de sus investigaciones dentro de las disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales (historia, hostigamiento sexual, violencia doméstica) mientras que PRO MUJER ha abordado campos menos tradicionales como las ciencias, las estadísticas y el sexismo en los tribunales. Ambos centros también —desde perspectivas diferentes— han realizado investigaciones sobre mujer y salud, y el aborto en Puerto Rico.

Ciertamente, el inventario de los temas de investigación de estos dos centros refleja la atención a temas de urgencia y pertinencia para una mayoría considerable de mujeres. De hecho, se ha tratado, y logrado a veces, incidir en la elaboración de políticas públicas, como fue con el tema de hostigamiento sexual y violencia doméstica. Pero estos casos son excepciones de una realidad en la que la mayoría de las investigaciones y recomendaciones de política pública generadas desde el feminismo apenas son tomadas en cuenta, ni por las pocas mujeres con algún poder político y menos aún por el gobierno. El caso del aborto y otros asuntos de salud reproductiva muestran el precario compromiso de las mujeres políticas con la agenda y propuestas de las feministas de la academia y las ONG.

Este distanciamiento se explica en parte por las reglas del “juego” político. De un lado, la unión de mujeres de diferentes partidos políticos bajo luchas específicas es poco frecuente por la división que genera el asunto del status político. Por otro lado, la idea de elaborar políticas públicas propias está en permanente contradicción con nuestra realidad de subordinación política. La situación colonial interfiere tanto a nivel nacional como internacional. Por un lado, no tenemos el poder político para elaborar e implantar ciertas políticas públicas y por el otro, no participamos ni nos beneficiamos del intercambio en torno a políticas públicas que se genera a través de organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas, en los que Puerto Rico no tiene representación alguna.

Desde la academia hacia afuera

Además de los esfuerzos dirigidos a proponer y luchar por políticas públicas desde una perspectiva de los géneros, las feministas en la academia han desarrollado y mantenido otros lazos con diversos sectores de la comunidad no universitaria. Sus iniciativas y proyectos han sido diversos. Por un lado, han colaborado en el establecimiento de instituciones como el Centro de Ayuda para Víctimas de Violación (1977), la Casa Protegida Julia de Burgos (1979) y el Centro de Orientación Mujer y Familia (1990). Se han dado también colaboraciones con la Comisión de Asuntos de la Mujer y con actividades concretas de asociaciones profesionales de mujeres, como el Colegio de Profesionales de la Enfermería, la Asociación de Economistas del Hogar y la Asociación de Secretarias Profesionales.

En Puerto Rico, a diferencia de otros países de la región, existen pocas ONG en general y de éstas sólo algunas son parte activa del movimiento feminista. En estas pocas se observa frecuentemente la participación de mujeres que provienen de la academia y otros sectores profesionales. Este es el caso, por ejemplo, de lo que son dos de las ONG más importantes del movimiento de mujeres: la Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora (OPMT) y la Coordinadora Paz para la Mujer. Así también, la coincidencia de militantes de las ONG feministas que trabajan en organizaciones gubernamentales (como la Comisión de la Mujer) ha provocado confusiones en la agenda y estrategias de cada uno de esos sectores.

Esta gama de confusiones que se da entre el feminismo académico y el activista se repite a todo lo largo y ancho de nuestra región. Además de la militancia simultánea, se han señalado también otras tensiones. La brasileña Carmen Barroso ha resumido muy bien este conflicto:

Feministas para la comunidad académica y académicas para las feministas, las investigadoras han vivido peligrosamente en una zona fronteriza de tensión y ambigüedad. [...] Lo que necesitamos ahora es una declaración clara de nuestro papel en el movimiento de mujeres, de modo que tengamos la distancia necesaria para el trabajo académico, que quizás no responda a las necesidades inmediatas de la práctica política, pero que puede probar tener mayor relevancia para el movimiento de mujeres a largo plazo.28

Esta tensión ha provocado confusiones y una equivocada visión que he decidido llamar “femipopulismo”. Recuerdo vívidamente una anécdota real que ilustra uno de los significados de este término. Sucedió en el Primer Congreso Mujer y Salud auspiciado por PRO MUJER y la Escuela de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas en 1989. Esta fue la primera iniciativa en la que el feminismo se unía a las ciencias médicas para divulgar y reflexionar sobre investigaciones en torno a la mujer y salud. La acogida que tuvo fue impresionante y se llenó a toda capacidad. La actividad se celebró en uno de los mejores hoteles de San Juan, pero se mantuvo un precio muy módico. Sin embargo, en la sesión de cierre del Congreso, una de las líderes de una ONG que trabaja con el tema de mujer y salud hizo expresiones de condena a la actividad por haberse celebrado en un hotel. Proponía ella que una actividad de ese tipo debía celebrarse en las fábricas para que fuera accesible a las mujeres trabajadoras.

Este incidente pone de manifiesto lo señalado por Carmen Barroso en cuanto a la confusión entre el trabajo académico y el activista, y en pensar que el trabajo feminista tiene que darse preferentemente en función del activismo y de los llamados sectores populares. Esta confusión produce otros tipos de distorsiones que también pueden propender a una visión de excesiva victimización hacia un sector de las mujeres. Por ejemplo, para presentar otro caso de la realidad puertorriqueña, creer que por el hecho de que una mujer sea pobre está condenada inexorablemente a tener un aborto inseguro porque es incapaz de conseguir dinero para pagar por un aborto seguro.29

Reflexiones y recomendaciones

A pesar de la imagen de puente entre culturas y de vitrina de la democracia en las Américas con la que ha sido presentado Puerto Rico al resto del mundo, todavía nos falta mucho para reflejar fielmente esa imagen. La trayectoria histórica y situación de la institucionalización de los Estudios de la Mujer conforma una realidad decepcionante. El crecimiento formal ha tenido un ritmo lentísimo, a pesar de las maravillosas promesas que a veces nos han hecho los administradores “de turno”.30 Nos recuerda inevitablemente la ironía en la que vivimos desde 1952 con una Constitución que prohibe expresamente la discriminación por sexo, pero con una sociedad e instituciones evidentemente sexistas.31 Pero el panorama se torna más sombrío cuando contemplamos la realidad de nuestras vecinas islas caribeñas, que a pesar de sus alegados índices de desarrollo más bajos, han logrado una mayor institucionalización y compromiso universitario con los Estudios de la Mujer y el Género. Este es el caso de la República Dominicana, donde existe ya una maestría en Estudios del Género, y es también el caso de varios países del Caribe inglés, donde a través de la University of the West Indies han ido desarrollando por más de una década un sólido Programa de Estudios de la Mujer y el Género.32 La presencia del “desarrollo” en Puerto Rico parece más ligada a fenómenos superpuestos (carreteras, tecnologías, farmacias, centros comerciales), que a un auténtico desarrollo a partir de nuestros recursos. Del llamado “primer mundo” se copian algunas cosas, pero iniciativas progresistas como la institucionalización de los Estudios de la Mujer y el Género tardan demasiado tiempo en ser implantadas.

Cierto es que se ha logrado algo, pero lo que se ha logrado y lo que existe ha sido fundamentalmente por las gestiones realizadas por personas, casi todas mujeres, desde adentro pero “al margen” de las estructuras y políticas educativas oficiales e institucionales. Los pocos espacios precariamente institucionalizados que existen —CERES y PRO MUJER— no surgen de una política educativa consistente y de un verdadero compromiso de cambio. Estos logros han sido producto de la gestión docente o administrativa de mujeres comprometidas a abrir esos espacios. La nueva administración de la Universidad de Puerto Rico manifestó recientemente su compromiso con el fortalecimiento de los Estudios de la Mujer y el Género y la transformación curricular, pero ese cambio tan “urgente” del que se habló parece instrumentarse a un paso muy lento.33 Mientras tanto, la actividad y vitalidad de “la marginalidad” es la que ha mantenido viva la llama de los Estudios de la Mujer y el Género.

Con ánimo de sacar provecho y aprendizaje histórico de estas dos décadas de historia, me permito una serie de recomendaciones concretas para la realidad puertorriqueña, que ojalá también sean útiles a otros programas de nuestra región.

Institucionalización y marginalidad

1. La institucionalización de los Estudios de la Mujer y el Género debe garantizarse con presupuestos recurrentes realmente autónomos que no dependan de los administradores de turno. Cualquiera que sea la forma y estructura que tomen estos programas, deben tener varias plazas docentes de profesores/as e investigadores/as y ayuda administrativa consistente.

2. Es urgente sensibilizar a los administradores universitarios (presidentes/as, decanos/as, directores/as de departamento, etc.) sobre el significado que tienen los Estudios de la Mujer y el Género para la academia. Muchas veces el compromiso y la disponibilidad a ser flexibles logran tanto como presupuestos jugosos.

3. Si bien los recursos externos constituyen una fuente de financiamiento importante para las instituciones de educación superior, es peligroso que el apoyo a estos estudios dependa excesivamente del financiamiento externo. Es fundamental que la Universidad se comprometa institucionalmente. La dependencia en el financiamiento externo hace precaria la permanencia y desarrollo de estos proyectos.34 Otras experiencias advierten también sobre la presión de las agencias financiadoras en las agendas de investigación de los centros de mujeres.35

4. El caso de Puerto Rico y el de otros países de nuestra región ha mostrado la importancia de que existan otros espacios fuera de la institución (como CEREP, por ejemplo) que también desarrollen trabajos académicos. Mientras no exista una sólida y flexible institucionalización en el campo de la educación superior, estos espacios independientes son más necesarios para garantizar ese compromiso de lucha política del que son producto los Estudios de la Mujer, de acuerdo a la acertada definición que propone Lynn Bowles.36

5. Junto a la lucha por lograr políticas educativas a nivel institucional que reconozcan la importancia de los Estudios de la Mujer y el Género, es preciso mantener también ese origen contestatario del que habla Lynn Bowles. Son pertinentes también los planteamientos de Nalini Natarajan, consultora del Proyecto de Transformación Curricular que dirigí, al hablar sobre la importancia de mantener el enojo, a pesar de los procesos de institucionalización en los Estudios de la Mujer: “¿Qué se pierde cuando nos institucionalizamos? Me parece que se pierde rabia, el enojo que alimentó los escritos de Virginia Woolf. Se puede  argumentar que el enojo es una emoción destructiva, pero me parece que la rabia es una emoción más cerca de la protesta radical que ninguna otra emoción en un mundo escéptico de la religión. Dada la amplia gama de desigualdades a las que están sujetas las mujeres, no podemos permitirnos ahora perder la rabia. Con la rabia viene la alegría del descubrimiento, de un sentido de posibilidades políticas. La rabia está vinculada al apoderamiento, no a la impotencia.”37

Docencia y currículo

1. Una de las imágenes más completas creadas para ilustrar cómo opera el nuevo conocimiento generado por los Estudios de la Mujer y el Género es la que utiliza Elizabeth Minnich en su libro Transforming Knowledge. Dice ella que este nuevo conocimiento no puede ser añadido al viejo conocimiento, es como si intentáramos añadir el nuevo conocimiento de la tierra redonda al viejo conocimiento de la tierra plana. La redondez excluye la planicie. Del mismo modo —argumenta Minnich— los nuevos conocimientos producidos por los Estudios de de la Mujer y el Género transforman todo el conocimiento.38 Esta idea debería presidir nuestras visiones y proyectos de lo que realmente significa el cambio y la transformación curricular.

2. No se trata de añadir capítulos, fotos, añadir femeninos a los masculinos. Estos son “remedios cosmetológicos”, se trata de “cirugía mayor”, como bien ha señalado Clarissa Meléndez, profesora participante en el Proyecto de Currículo.39 De hecho, ésta es una de las aportaciones fundamentales que han hecho estos estudios a la academia: el reto de la transformación curricular constante, porque han podido documentar que no hay conocimiento “objetivo” y que hay conocimiento que se torna obsoleto. De aquí la enorme importancia de que esa transformación se dé en todo el currículo. Por esto la actividad de enriquecimiento curricular no puede limitarse a ofrecer cursos de tema especial sobre la mujer y el género. Tampoco puede limitarse a los cursos de artes liberales. Junto al principio de transformación general, debe ir el principio de visión interdisciplinaria.

3. Urge un análisis de lo que hasta ahora ha sido la actividad docente en torno a la mujer y al género, tomando en cuenta asuntos como perspectiva interdisciplinaria, transformación curricular general, cursos de tema especial, disciplinas enseñadas, oferta académica disponible sobre Estudios de la Mujer y el Género, recursos bibliográficos disponibles, disponibilidad de las bibliotecas a obtener esos recursos, etc. En fin, es preciso una sistematización de las experiencias para criticarlas, evaluarlas, y proponer nuevos caminos que realmente sean útiles a la hora de elaborar políticas educativas y estrategias sobre cambio curricular.

4. Un renglón muy poco estudiado es la repercusión que han tenido en las y los estudiantes las diferentes iniciativas y experiencias de Estudios de la Mujer y el Género desarrolladas en Puerto Rico. A excepción de los testimonios recogidos por algunas profesoras, no se ha investigado formalmente el significado de esta experiencia académica para quienes constituyen uno de los sectores más importantes de la comunidad académica.40 Recientemente, se publicó en Estados Unidos uno de los estudios más ambiciosos sobre el tema, que investiga y documenta las contribuciones de estas experiencias académicas para el estudiantado.41

Investigación, publicación y políticas públicas

1. El tema del desarrollo constituye una de las ausencias más notables y significativas entre los temas de investigación. Nuestros países vecinos —la República Dominicana y el Caribe inglés— vinculan constantemente el tema del desarrollo a los Estudios de la Mujer y el Género. En Puerto Rico, esta aproximación es casi desconocida, que aunque se pueda explicar en parte por el contexto político no deja de sorprender. No tener el poder político para el desarrollo, parece que también nos impide hasta siquiera imaginarlo.

2. Las investigaciones y publicaciones sobre asuntos teóricos son todavía pocas y, a excepción de algunas investigadoras y de algunas discusiones en salones de clase, el tema es poco conversado y leído fundamentalmente a través de la literatura extranjera que nos llega.

3. Deben explorarse las razones por las que las editoriales comerciales y universitarias prestan poca atención al tema de la mujer y el género. Algunas revistas universitarias sí tienen secciones permanentes sobre el tema (Homines y Cupey, por ejemplo), pero hay material para más publicaciones. La producción editorial desde los centros existentes ha sido una contribución vital y debería continuar, guardando siempre rigurosidad editorial y académica, así como calidad de la publicación.

4. Las académicas, en particular, deben guardarse de superar el síndrome del “femipopulismo”. Trabajar desde la academia no es pecado mortal, más aún cuando el activismo, la rabia y la marginalidad generadas por algunas académicas han sido responsables en gran parte de lo que existe en los Estudios de la Mujer y el Género. Resultan iluminadoras las palabras de Carmen Barroso, al advertir sobre la relevancia de temas de investigación que no necesariamente tengan que ver con la necesidad más inmediata de la agenda del feminismo activista. Cualquier tipo de dogmatismo derrotaría el propósito original de los Estudios de la Mujer y el Género.42

¿Qué pasará?

En el campo educativo Puerto Rico tiene índices que parecen ser de un país desarrollado. Las mujeres han logrado una impresionante participación cuantitativa como estudiantes, además de sobresalir académicamente. Por ejemplo, Puerto Rico gradúa proporcionalmente más mujeres ingenieras que Estados Unidos.43 Pero, a pesar de que las mujeres tienen una media de escolaridad mayor que los hombres, no ganan igual y tienen menos participación en la fuerza laboral asalariada, particularmente en puestos de poder decisional. Lo que significa que no hemos alcanzado el tan renombrado desarrollo con el que se nos ha mercadeado. Por eso, a la hora de imaginar y prometer futuros sobre los Estudios de la Mujer y el Género tenemos que estar muy alertas. Hay que exigir compromisos más allá de la palabra y políticas educativas que de verdad tomen en cuenta a quienes constituimos la inmensa mayoría del estudiantado de educación superior.

Durante siete años fui directora de un Programa de Estudios de la Mujer (PRO MUJER en el Colegio Universitario de Cayey), al que llegué desde la docencia, casi sin ninguna experiencia administrativa y con promesas escritas de un fabuloso presupuesto que nunca llegó. Por varias e importantes razones, desarrollar ese Programa se convirtió en la razón vital de mi vida. Era un reto profesional, tenía el apoyo solidario de la mujer rectora creadora del proyecto y durante siete años —como profesora— había comprobado la necesidad absoluta de renovar el conocimiento que impartía la academia para intentar transformar un mundo que ya sabía injusto desde muy pequeña.

Entonces fue que comencé a bajar del “país de las maravillas” para conocer la realidad de “cómo se bate el cobre” en la elaboración de las políticas educativas y administrativas de la educación superior. Conocí la hostilidad visceral de la academia contra el feminismo, supe de la inmensa vagancia de la facultad para renovar su conocimiento, escuché más justificaciones sexistas de por qué no aparecían mujeres escritoras en las antologías de los cursos, percibí la amenaza que supone “la mujer conocedora”,44 tuve mucha ira de aquel decano que me prohibía hablar de cambio curricular, porque para eso —decía él— necesitaba permiso oficial, aluciné cuando recibí amenazas de colegas porque investigábamos el aborto en Puerto Rico, lloré cuando comprendí el fracaso de intentar una camaradería diferente y corroboré el largo camino que nos queda a las mujeres por recorrer para inventar un nuevo ejercicio del poder.

Tuve también alegrías, pero dependieron más de mí, de mi gestión “al margen” y de las personas que me dieron su auténtico apoyo. De mi resolución de saltar la burocracia cuando lo creía indispensable; de buscar y buscar financiamiento externo para poder sostener y realizar mis sueños; de las alegrías que me dieron mujeres “no académicas” ni “formalmente feministas” en la calle, por teléfono, en cartas, al saber que me entendían, que tenía sentido lo que hablaba, o a veces gritaba, lo que investigaba y escribía. Mis alegrías estuvieron frecuentemente asociadas a sentir esa rabia creadora que puede producir la lucha contra la injusticia, contra el sexismo, contra la desigualdad. Al mirar hacia atrás siento satisfacción de haber aportado mi parte. Sin embargo, desde hace varios años comencé a darme cuenta que la academia, como institución, caminaba muy lentamente, ofrecía un apoyo “hasta cierto punto”.45 El futuro no parece perfilarse muy diferente. Ojalá me equivoque. Pero, mientras tanto, no estamos paralizadas, porque así como estamos, desde el margen, continuaremos marcando, indicando, señalando, nuevas ideas y —esperamos también— nuevos tiempos.


* Yamila Azize Vargas tiene un doctorado en lenguas y literaturas hispánicas de la Universidad de Pennsylvania. Ha trabajado en los siguientes temas desde la perspectiva de la mujer y el género: historia del feminismo, currículo, estadísticas, ciencias, salud y aborto. Fue directora por siete años (1987-1994) de PRO MUJER en la Universidad de Puerto Rico. En la actualidad es Catedrática-Investigadora del Proyecto de Estudios de la Mujer de la Universidad de Puerto Rico. La autora agradece los valiosos comentarios críticos y ayuda editorial de Evelyn Otero Figueroa.


 

NOTAS

1. Luz María Umpierre, “Out of the Margin, into the Stream: The Inclusion of Women, Minorities, and Gay and Lesbians in the Curriculum”, Hacia un currículo no-sexista, eds. Yamila Azize y Evelyn Otero (Universidad de Puerto Rico, 1992).

2. El término “melting pot” se ha utilizado para caracterizar a la sociedad estadounidense, como un producto de diferentes corrientes migratorias de Europa, y más recientemente de México, Centroamérica y el Caribe.

3. Sobre la historia del sufragio de la mujer en Puerto Rico, ver Yamila de Azize, La mujer en la lucha (Puerto Rico: Editorial Cultural, 1985). Sobre la historia de las campañas de esterilización y experimentación con anticonceptivos, ver Annette de Ramírez de Arellano y Conrad Seipp, Colonialism, Catholicism and Contraception in Puerto Rico (Baltimore: Johns Hopkins, 1984).

4. Yamila Azize, “Legalidad colonial y clandestinidad legal: El aborto en Puerto Rico”, ponencia presentada en el Encuentro Internacional sobre Aborto en América Latina, Bogotá, Colombia, noviembre de 1994, y publicada en las memorias del congreso por la Universidad Externado de Colombia. Le llamo legalidad colonial porque la legalidad llega vía la subordinación política a Estados Unidos; y clandestinidad legal porque se desconoce ampliamente su legalidad y muchas personas lo perciben como clandestino.

5. José L. Vázquez Calzada. La población de Puerto Rico y su trayectoria histórica (Puerto Rico: Raga Offset, 1988).

6. Utilizo el concepto “al margen” en el mismo sentido que lo utiliza Luz María Umpierre en su ensayo “Out of the Margin, into the Stream: The Inclusion of Women, Minorities, and Gay and Lesbians in the Curriculum” op. cit..

7. Florence Howe apunta que las iniciativas aisladas comenzaron en 1968. En 1970, Cornell establece un programa de Estudios de la Mujer con seis cursos. Para 1974, un directorio—“Who’s Who and Where in Women’s Studies”— contenía 4.490 cursos enseñados por 2.225 facultativos en 995 instituciones; existían también 112 programas de estudios de la mujer. Florence Howe, “Women’s Studies in the United States”, 105-107, Women’s Studies International: Nairobi and Beyond, ed. Aruna Rao (New York: The Feminist Press, 1991).

8. La iniciadora de ese Centro fue Ruth Burgos Sasscer, quien tuvo a su cargo también editar la antología La mujer marginada por la historia (Puerto Rico: Editorial Edil, 1978) que se utilizó como texto de los cursos que se ofrecieron en el Colegio Regional de Aguadilla de la U.P.R. La antología constaba de un volumen de ensayos y de un manual para el/la profesor/a.

9. Puerto Rico apenas recibe financiamiento externo fuera de Estados Unidos por ser considerado un “país desarrollado”. Su situación política complica las cosas, ya que por ser parte de Estados Unidos le es muy difícil obtener ayudas y todo tipo de participación en agencias internacionales como, por ejemplo, las Naciones Unidas.

10. Todavía se conserva en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca de la Universidad Interamericana una serie de archivos que formaban parte de la colección de CIDOM.

11. Los resultados de la investigación fueron publicados en 1973 bajo el irónico título La igualdad de derechos y oportunidades de la mujer puertorriqueña. San Juan: Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Es irónico porque se documenta justamente lo contrario al título: las desigualdades existentes a pesar y en contradicción de lo que postula la Constitución de Puerto Rico desde 1952, en donde se prohíbe expresamente la discriminación por razón de sexo.

12. Ver Yamila Azize, “At the Crossroads: Colonialism and Feminism in Puerto Rico”, Women and Politics Worldwide, eds. Barbara Nelson y Najma Chowdhury (New Haven, Connecticut: Yale University Press, 1994).

13. Entre los primeros deben mencionarse: La mujer en la lucha hoy (Puerto Rico: Editorial Kikiriki, 1973), colección de ensayos editados por Juan Angel Silén y Nancy Zayas; Igualdad Iglesias, El obrerismo en Puerto Rico (Puerto Rico: Editorial Juan Ponce de León, 1973), con un capítulo sobre el feminismo obrero en Puerto Rico; y el informe de la Comisión de Derechos Civiles, La igualdad de derechos y oportunidades de la mujer puertorriqueña, op. cit.

14. Isabel Picó, “Material suplementario para estudios sociales”, eds. Comisión para el Mejoramiento de los Derechos de la Mujer y Centro de Investigaciones Sociales Sociales (Puerto Rico, 1977). Se preparó un suplemento diferente para cada uno de los grados de escuela primaria. También hay un informe final del proyecto en inglés —Sexism in the Classroom (1977)— y otros dos libros posteriores, uno de 1979, Machismo y educación en Puerto Rico de Isabel Picó, y el otro de 1985, Equidad por sexo en la educación: Guías para ofrecer talleres, ed. Isabel Picó.

15. Estos conceptos se utilizan en Mercedes Blanco, et al., “La docencia universitaria sobre la problemática femenina: Facilidades y obstáculos” 27, La docencia universitaria sobre la problemática femenina, comp. Mercedes Carreras Bendicho (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1989).

16. El término lo usa Florence Howe en su ensayo citado anteriormente “Women’s Studies in the United States”, 109. Howe dice que ésta es una etapa inicial de la que se ha pasado —en el caso de Estados Unidos— a otras etapas de institucionalización.

17. Los títulos de las publicaciones realizadas por CERES hasta la fecha son La participación de la mujer en la historia de Puerto Rico (las primeras décadas del siglo veinte), Alice Colón, et al., 1986; El hostigamiento sexual: Sus manifestaciones y características en la sociedad, centros de empleo y estudio; El hostigamiento sexual de las trabajadoras en sus centros de empleo, Lourdes Martínez, et al., 1988; Recordando el 8 de marzo: Luchas de la mujer trabajadora; El marco social de la violencia contra la mujer en la vida conyugal, Ruth Silva Bonilla, 1985; Maternidad forzada o maternidad voluntaria: El debate en torno al aborto, Ruth Silva Bonilla, et al., 1990; Bibliografía sobre la familia puertorriqueña: 1990 al presente; Ruth Bonilla Silva, et al., Hay amores que matan: La violencia contra las mujeres en la vida conyugal (Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1990); Reflexiones en torno a la ideología y vivencias masculinas; Género y mujeres puertorriqueñas: Tercer encuentro de investigadoras, comp. Alice Colón, 1994; El aborto en Puerto Rico: Ensayo bibliográfico y bibliografía anotada, Alice Colón, et al., 1994. Excepto donde se indica, las publicaciones fueron realizadas por el Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

18. Se trata de la Dra. Margarita Benítez, quien fue rectora del Colegio Universitario de Cayey de 1986 a 1994. Como parte de los proyectos impulsados al comenzar su gestión, propone y logra la creación de PRO MUJER. Su respaldo administrativo, fiscal y solidario a PRO MUJER fueron fundamentales para la sobrevivencia del proyecto hasta 1994.

19. Las publicaciones realizadas por PRO MUJER hasta la fecha de este ensayo fueron: número especial de la Revista Cayey, 1988; Mujer y libro en Puerto Rico, 1990; Hacia un currículo no-sexista, eds. Yamila Azize y Evelyn Otero, 1992; Mujer y Estadísticas: Memorias del primer congreso, ed. Evelyn Otero, 1992; La realidad del aborto en Puerto Rico: Guías para la elaboración de políticas públicas, Yamila Azize, Luis A. Avilés y Evelyn Otero, 1992; Abortion in Puerto Rico: Current Practice and Policy Recomendations, 1993; número especial de la Puerto Rico Health Science Journal dedicado al Primer Congreso Puertorriqueño de Mujer y Salud, 1990; Mujer y ciencia: Investigación y currículo, eds. Yamila Azize y Evelyn Otero, 1994; y Los hechos desconocidos: Participación de la mujer en las profesiones de salud de 1898-1930, Yamila Azize y Luis A. Avilés. De esta investigación también se hizo un video documental con el mismo título, dirigido por Emilio Rodríguez y producido por Yamila Azize. Hay en preparación otra publicación sobre el aborto en Puerto Rico titulada Legalidad colonial y clandestinidad legal: El aborto en Puerto Rico. Durante seis años (1988-1994) publicó Tejemeneje, boletín semestral con el que mantenía informado a la comunidad universitaria y público en general sobre actividades nacionales e internacionales, y sus proyectos de investigación.

20. Esta propuesta fue escrita por María del Carmen Baerga y Marcia Rivera, quienes se desempeñaron como investigadora y consultora, respectivamente, de PRO MUJER.

21. “Entrevista a Marta Lamas”, por Víctor Jacobo, Casa del Tiempo (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, mayo-junio de 1987).

22. En el ya citado ensayo de Mercedes Blanco, et al., op. cit. 24. (nota no.15).

23. Los trabajos realizados por las participantes y las consultoras invitadas fueron publicados en el volumen titulado Hacia un currículo no-sexista (nota no.1). Además de ensayos, se publican las guías de los cursos transformados.

24. Asunción Lavrin, “Women in Latin America: Current Research Trends”, Researching Women, eds. Edna Acosta-Belén y Christine E. Bose (Boulder Colorado: Westview Press, 1993).

25. Carmen Barroso, “Women’s Studies as a Strategy for Educational Change: The Latin American Experience” 68, Women’s Studies International: Nairobi and Beyond, op. cit. (nota no.7).

26. En Puerto Rico se analizó y documentó este fenómeno en la investigación histórica en una conferencia ofrecida por María Barceló Miller, “El reclamo feminista a la nueva historiografía” (Universidad del Sagrado Corazón, 1990).

27. CERES preparó un “Directorio encuentros programa de intercambio CUNY-UPR y otras actividades de la red de investigadoras en torno al género y las mujeres puertorriqueñas” en el que se hace un inventario bastante exhaustivo sobre la mayoría de las profesoras universitarias investigando estos temas. Copia mimeo.

28. Barroso, 74 (traducción mía).

29. El aborto es legal en Puerto Rico y existen clínicas en las que se puede obtener un aborto de primer trimestre por unos $225. La investigación realizada por PRO MUJER entre 1990 y 1992 documentó que mujeres de recursos económicos limitados, como las migrantes dominicanas, utilizaron con frecuencia los servicios de aborto. Yamila Azize, “Legalidad colonial y clandestinidad legal: El aborto en Puerto Rico”, op. cit. (nota no.4).

30. La Universidad de Puerto Rico es del Estado. A pesar de que supuestamente goza de autonomía universitaria, la realidad es que casi la totalidad de los puestos de poder decisional cambian según cambian los partidos políticos que llegan al poder.

31. Esta contradicción ha sido elaborada por la Lic. Ana I. Rivera Lassén en un ensayo titulado “La ley no cambia la mujer, pero la mujer sí cambia la ley”, 1991. Copia mimeo facilitada por la autora.

32. Rhoda Rheddock, “Women’s Studies at the University of the West Indies: A Decade of Feminist Education?”, 1993. Copia mimeo facilitada por la autora. En la República Dominicana el programa de maestría se estableció en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo por un grupo dirigido por la Prof. Ginny Taulé.

33. El actual presidente de la Universidad de Puerto Rico, Dr. Norman Maldonado, elaboró sus promesas sobre los estudios de la mujer y el género en su “Proyecto Académico”, 53-55, enero de 1994. Copia mimeo.

34. De mi experiencia como directora de PRO MUJER por 7 años pude comprobar que aunque lograr financiamiento externo es importante, según más financiamiento se logre, puede ocurrir el irónico fenómeno de que se retrase más el compromiso fiscal de la institución. Durante mi gestión recaudé alrededor de medio millón de dólares. El presupuesto recurrente tuvo varios aumentos hasta el año 1994, con un promedio anual de $60,000. A partir de agosto de 1994 se redujeron $18,000 al presupuesto recurrente del programa.

35. Gloria Bonder, “Research on Women in Latin America”, 138, Women’s Studies International: Nairobi and Beyond, op. cit. (nota no.7).

36. Lynn Bowles, “Doing It for Themselves: Women’s Research and Action in the Commonwealth Caribbean”, 157, Researching Women, op. cit. (nota no.24).

37. Nalini Natarajan, “Theory and Practice in Women’s Studies”, Hacia un currículo no-sexista, op. cit. (nota no. 1). Traducción mía.

38. Elizabeth Minnich, Transforming Knowledge (Philadelphia: Temple University Press, 1990).

39. Clarissa Meléndez, “Rewriting Basic English”, Hacia un currículo no-sexista, op. cit. (nota no.1).

40. Una de las pocas profesoras que han escrito sobre esto es María del Carmen Baerga. Citó los testimonios de varios de sus estudiantes en su presentación a las integrantes del Proyecto de Transformación Curricular auspiciado por PRO MUJER.  María del C. Baerga, “Estudios del género y la praxis pedagógica”, Hacia un currículo no-sexista, op. cit. (nota no.1).

41. Caryn McTighe Musil, ed., The Courage to Question: Women’s Studies and Student Learning (College Park, Maryland: Association of American Colleges and National Women’s Studies Association, 1992).

42. Dos profesoras de estudios de la mujer en Estados Unidos —Dapne Pattai y Noretta Koertge— escribieron el libro Professing Feminism, en el que advierten sobre actitudes dogmáticas en los estudios de la mujer. Michiko Kakutani, “Women’s studies from the Inside” (New York Times News Service, en The San Juan Star, 1994) 31.

43. Evelyn Otero y Angel L. Ruiz, “La participación de las mujeres en las ciencias y la ingeniería en Puerto Rico”, 64, Mujer y Ciencia: Investigación y currículo, eds. Yamila Azize y Evelyn Otero (Proyecto de Estudios de la Mujer, 1994).

44. La frase la utiliza Katherine Stimpson en el ensayo “Jabalíes y cosas por el estilo: Sufrimientos, logros y educación de las mujeres”, Educación y Género: Una propuesta pedagógica (Santiago: La Morada, 1993). Una de las maneras en que explica su concepto de mujeres conocedoras es: “mujeres que saben, mujeres que tienen una conciencia activa y asertiva, mujeres que son una parte activa del proceso de información”, 141.

45. Hasta cierto punto es el título de una película cubana realizada a fines de los años 80. La frase —hasta cierto punto— la utiliza uno de los protagonistas al referirse al proceso de lucha y logros de las mujeres como algo necesario, pero que debe tener ciertos límites.