Colección: INTERAMER
Número: 29
Año: 1994
Autor: Josefina Zoraida Vázquez y Pilar G.Aizpuru, Comps.
Título: La Enseñanza de la Historia
Diagnóstico por temas
La mayor parte de los países ha optado por la enseñanza de ciencias sociales en la escuela elemental, por lo que la historia merece menos espacio que en lugares donde todavía se enseña como asignatura independiente. No obstante, tiene la ventaja de integrar los eventos del pasado con los del presente.
Aunque hay excepciones importantes, predomina una historia política y bélica y muchas veces el intento de incluir temas económicos y sociales queda reducido a generalizaciones imprecisas. La historia cultural brilla por su ausencia y sólo por excepción, como en el caso de los textos mexicanos de 5to. y 6to. grados, el empeño es consistente. La tendencia es tan poderosa, que los nuevos textos de Historia de México han vuelto a privilegiar la historia política. Persiste, en buena medida, la tradición de considerar la historia europea como universal. En ese sentido, tal vez porque las instituciones mexicanas fueron pioneras en establecer estudios de Asia y África en la educación superior, los programas y textos mexicanos elaborados a principios de la década de los setentas se empeñaron en incorporar a América, África y Asia en la historia universal. El intento incluyó el estudio simultáneo de fenómenos que tenían algo en común, como la guerra entre México y los Estados Unidos y la del Opio; el expansionismo norteamericano y el ruso, etc. Los textos cubanos lograron incluir en la “universal” la historia de todos los continentes, tendencia que se ha ido generalizando, a pesar de que prevalece aún un eurocentrismo.
Se ha hecho también un intento interesante de integración
histórica regional en Centroamérica, que tropieza con el problema de la
definición geográfica o histórica del área, lo que incide en la decisión
de la frontera norte y la inclusión o exclusión de Panamá. Para los acostumbrados
a la división geográfica, resulta desconcertante la incorporación del sureste
de México y la exclusión de Panamá. Un intento modelo, en cambio, es el
del programa colombiano para estudiar la historia de Hispanoamérica como
unidad, que algunos textos desarrollan con gran acierto.
Las culturas precolombinas
El tema de las culturas indígenas de América es tal vez el
que presenta mayores puntos criticables. Los textos están lejos de un planteamiento
completo, claro, correcto y adecuado. En muchos casos se aprecia un descuido
que da lugar a verdaderos errores; y en general se puede decir que a los
niños se les enseña una historia llena de imprecisiones, desproporciones
y lagunas.
El espacio no parece existir. Los objetos se posan sobre un hilo tenso que es el tiempo de la historia. Ni por casualidad hay un mapa físico de América, bien hecho y completo: además, falta la referencia escrita al medio físico en el que se desarrollaron las diferentes culturas. Los libros mexicanos caracterizan someramente el medio donde vivieron los olmecas, mixtecos, mayas y mexicas, pero no incluyeron un mapa orohidrográfico para llamar la atención sobre el desecamiento que sufrió el Valle de México y el temprano daño a la ecología. La mayor parte de los textos utilizan un mapa en donde se pone un “manchón” a la altura que corresponde a cada cultura tratada, lo cual pasa por alto que el niño peruano no tiene por qué saber el tipo de paisaje o vegetación que existe en Brasil o en Yucatán. La falta de esta base de geografía física impide que haya una ubicación clara del espacio de los desarrollos aludidos. La relación sociedad-naturaleza es pobremente tratada y por ello no se entienden las diferencias de la vida de pueblos de Aridamérica con la de los andinos o mesoamericanos.
El problema del espacio se manifiesta también en la carencia de dibujos o textos en los que se expliquen las características de un centro ceremonial o de una ciudad prehispánica. Es difícil que el niño se imagine cómo era una vivienda indígena; dónde iba el petate y dónde el fuego. El uso del espacio por cada comunidad y el patrón de asentamiento se ignoran, a pesar de que sería de mayor interés para los jóvenes que la lista de lo que tenían o carecían.
Aunque las culturas se colocan en el tiempo, muchos de los textos se equivocan en la cronología y utilizan periodizaciones que hace décadas dejaron de aplicarse. Es absurdo dar demasiados datos, bastaría un esquema sencillo con fechas básicas, en números redondos.
Una de las deficiencias más importantes es no trasmitir una idea de la diversidad que conformó a la América prehispánica, que permita concebir a América en conjunto, identificando sus rasgos fundamentales. Por descuido o ignorancia se habla de una serie de grupos que no constituían civilizaciones, sino órdenes menos desarrollados; pero la mayoría de las veces se les ignora por completo y sólo hay espacio para mayas, aztecas e incas que mencionan casi todos los libros. En el Cono Sur y en el Intertrópico, hay la tendencia a ignorar o mencionar de paso a las tribus locales, pasando de lleno a las grandes civilizaciones. En casi todos los casos se escapa el mencionar la unidad histórica de América. Recordemos que la gente de los Andes aprende de los amazónicos a fabricar cerámica y otras cosas; que los olmecas aprenden de la gente de los Andes; que El Ecuador tiene relaciones con Teotihuacan; que las culturas de la cuenca del Mississippi le deben bastante a la Huasteca; que los algonquinos visten a la usanza esquimal.
El intento colombiano en Nuestra historia 4. Historia lejana que caracteriza los tipos básicos de la cultura americana y su distribución en el Continente podría servir de modelo. La exposición está ordenada por el tránsito de las formas sociales más simples a las más complejas, de modo que sin listar todas las culturas, se mencionan varios casos cada vez que viene a cuento. El texto cubano Historia del mundo en la Edad Media pesenta un mapa continental en donde se marcan las áreas en las que se alojaron los diferentes tipos de sociedades: cazadores-recolectores, agricultores y agricultores avanzados que, corregido en sus errores, puede también servir de inspiración en la búsqueda de soluciones.
También resulta inadecuada la presentación de las culturas en la casi generalidad de los textos. Por regla general, a un sujeto dado, por ejemplo “los mayas”, se le ubica en el espacio y se le suman atributos: eran hábiles arquitectos, tenían clases sociales, idearon un calendario muy perfecto... Nunca hay una imagen cabal de la sociedad como un conjunto orgánico, como una totalidad concreta. Los libros de texto mexicanos de primaria, junto con algunos párrafos de un libro brasileño, representan los poquísimos casos en los cuales se expone la imagen de una sociedad como un todo estructurado que funciona con determinadas características, determinadas reglas y sufre determinados procesos.
Una cuestión más espinosa es la de la ideología. Aunque en todo texto la hay, es indispensable que en los libros escolares se utilice con moderación, lo que no es así. En los libros de texto españoles hay todo un dispositivo tendiente a la justificación histórica que desemboca en una subvaloración o franco juicio despectivo hacia las culturas indígenas. En el otro extremo, los libros guatemaltecos, nicaragüenses y peruanos, para aludir a los ejemplos más claros, expresan una desaforada exaltación de las culturas locales, aunque también hay juicios de valor o visiones desproporcionadas en otros textos. Pero la exaltación de lo indígena no produce un análisis más comprensivo, pues por lo general se enuncian listas de lugares comunes: “eran grandes orfebres”, “fueron excelentes arquitectos”, “desarrollaron el calendario más perfecto del mundo”, “la sociedad incaica fue realmente igualitaria”, etc., lo que resulta tan inconveniente como la propia subestimación.
Desconcierta la laxitud y poca precisión con que la mayoría de los libros utiliza términos que en tiempos recientes se han sometido a un rigor conceptual, como en el caso de “imperio”, que afecta la comprensión de la forma en que se llevó a cabo la conquista.
Revisados en líneas generales, los libros de texto responden a un patrón arcaico. En su mayor parte satisfacen una idea enciclopédica del conocimiento que simplemente enumera objetos, instituciones, rasgos y costumbres, que se describen someramente. De esa manera los niños nunca serán capaces de explicar qué hacían y cómo vivían los antiguos americanos. Como una excepción, en el sentido de que brindan sendas explicaciones para que se comprenda un tipo de sociedad, están los textos mexicanos de primaria, el cubano Historia del mundo en la Edad Media y el colombiano Nuestra historia 4. Historia lejana.
La era de los descubrimientos
El tema merece mayor o menor espacio, pero cuenta con el favor de la mayoría de los autores y podría decirse que está mejor enfocado. Los libros brasileños, los de Barbados, de las Indias Occidentales y de Portugal marginan las exploraciones españolas y se concentran en los viajes de portugueses o de británicos. Cristóbal Colón aparece como protagonista individual de la hazaña del descubrimiento de América. Los otros países eligen frecuentemente los descubridores más ligados a su región: en Centroamérica se prefiere a Vasco Núñez de Balboa y Pedrarias Dávila; en Chile, a Magallanes; en Argentina, a Solís; en Brasil, a Cabral.
Casi todos se extienden en los antecedentes de los viajes de exploración, los problemas del comercio en el Mediterráneo y de la crisis producida por el dominio turco del viejo imperio romano de oriente, la importancia de las especias para la conservación de los alimentos, etc. Pero todavía hay textos que afirman que los hombres de ciencia europeos creían que la Tierra era plana y que fue el viaje de Colón el que despejó este error.
Hay una diferencia apreciable entre la información proporcionada por los textos de diferentes áreas geográficas. En el ámbito de Hispanoamérica se habla menos de los descubrimientos portugueses, pero siempre se mencionan; en cambio muchos pasan por alto las exploraciones inglesas y francesas. Los textos brasileños invierten el planteamiento y centran su atención en los portugueses y pasan por alto a los españoles. Los textos de Bahamas, Barbados e Indias Occidentales dan la impresión de que lo fundamental fue la colonización británica, con alguna ingerencia de franceses y holandeses. En España, los textos dedican al conjunto de las exploraciones y conquistas, un espacio muy inferior al que sería previsible. En el libro portugués, el Brasil pierde importancia ante los establecimientos en el extremo de Asia.
Las causas y consecuencias socioeconómicas aparecen en casi todos los libros de secundaria, aunque resueltas en forma poco afortunada. Como consecuencias se mencionan diversos aspectos; algunos autores subrayan la creación de una nueva sociedad o bien la extinción de las culturas indígenas; otros se refieren a los beneficios de la incorporación a la cultura europea o al saqueo de las riquezas de las Indias.
En algunos textos peruanos, uruguayos y mexicanos se hace referencia a lo que en los primeros se denomina “el descubrimiento intelectual de América”, es decir, el proceso de la toma de conciencia de que las nuevas tierras eran un Nuevo Mundo. En los libros de otros países (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana y Uruguay), se considera al “descubrimiento” como el principio de su historia.
Podría afirmarse que a pesar del amplio espacio dedicado a descubridores y conquistadores, no se sientan las bases para una adecuada comprensión del proceso de establecimiento del orden colonial, puesto que priva lo anecdótico, sin proporcionar una visión de problemas esenciales.
La conquista y la colonización
Como tema favorito, los autores de textos lo relatan con todo género de minucias. En general, después de mencionar los sucesos que tuvieron lugar en el territorio propio, relatan los hechos sobresalientes relativos a la caída de Tenochtitlan y de Cuzco.
Aunque quedan huellas de la tradicional leyenda negra, el tono general es moderado, excepto en los casos de los libros de Cuba, Nicaragua y las Bahamas, en donde las hazañas españolas resultan sólo sinónimo de explotación y barbarie, también presente en algunos textos peruanos, ecuatorianos y mexicanos. En contraste con éstos, los de Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana y alguno peruano y ecuatoriano suenan hispanistas. Los españoles narran la conquista en forma breve y centrando la atención en los principales personajes y justificándola con la cristianización de los indígenas y la difusión de la “cultura”. Predomina la idea de una conquista fácil que termina con la toma de las grandes capitales indígenas. En la mayoría de los textos aparece la idea de una misión cultural de España benéfica para América. En la mayor parte de los textos, los indígenas son casi invisibles durante la conquista y después de ella. El desastre demográfico se minimiza o bien se habla de la desaparición de los nativos, sin explicar sus causas.
La mayoría de los textos latinoamericanos optan por un relato aséptico de batallas y eventos; y cuando se mencionan hechos trágicos, como la toma de Autlán, se evitan los calificativos. Pocos libros, entre ellos los mexicanos de primaria y algunos de secundaria, hacen el esfuerzo por analizar el acontecimiento en su complejidad dentro de su contexto. El libro portugués no utiliza la palabra conquista sino “ampliación del espacio”.
Los libros cubanos y nicaragüenses optan por denunciar la conquista, incluso la “espiritual”, que en la generalidad se aplaude. Los libros sudamericanos elogian la labor de los jesuitas, al igual que lo hacen la mayoría de la defensa del indio por el padre Las Casas.
Casi todos los libros dejan la impresión superficial y errónea de que los indios desaparecieron de la faz del Continente al ser derrotados por los conquistadores.
África y Latinoamérica
En la mayoría de los textos, el mundo africano brilla por su ausencia. Los brasileños, portugueses y del Caribe le conceden atención a la esclavitud, pero no a los antecedentes culturales africanos, aunque se notan intentos por modificar esta tendencia en el libro de Silvestrini y Seguinot y en los de las Indias Occidentales y Barbados, que comentan antecedentes de las regiones de donde se importaron los esclavos.
En los textos de Venezuela y Puerto Rico se elogia el legado cultural de la población negra, pero en la mayoría de países con extensa población de origen africano, se asienta simplemente como componente demográfico. Los mexicanos incluyen una unidad dedicada a las principales culturas africanas y mencionan la esclavitud y el componente negro en el mestizaje.
La esclavitud se analiza con cuidado en libros del Caribe, en especial los de Cuba y las Indias Occidentales. En alguno de los textos de Barbados se incluye una unidad que integra el tema junto al de la explotación del azúcar. Sin duda el tema de África es otro que demanda mayor cuidado en los programas y textos de historia del Continente.
Las instituciones coloniales
El orden colonial merece un espacio incomparablemente menor que el adjudicado a las campañas de conquista. En algunos libros elementales, se pasa de la conquista a la independencia como si nada hubiera sucedido en trescientos años de vida colonial. En otros se describen las atribuciones de los virreyes, las funciones del Consejo de Indias y de la Casa de Contratación y se habla de las trabas al libre comercio y al desarrollo de las empresas coloniales.
Resulta inexplicable que con la excepción de los libros colombianos, después de la conquista no se vuelvan a mencionar los virreinatos o capitanías generales de América, lo que afecta la comprensión de la lucha por la independencia.
Regionalismo y americanismo
Los textos y programas de casi todos los países mencionan a las altas culturas americanas y la conquista de México, del Perú junto a las locales; pero el contexto general, con el advenimiento de la colonia, queda olvidado en la mayoría. Resulta extraño que no se subraye el legado común de tres siglos de unidad política y espiritual y el parentesco con Brasil y Portugal, señalando las diferencias.
De acuerdo con la imagen que trasmiten sus textos, Brasil parece vivir en un espléndido aislamiento, sin interesarse por el resto de América, a excepción de los Estados Unidos. Portugal y España se sitúan en un esquema eurocéntrico en donde, en diversa medida, América representa un simple incidente del pasado. España sacó oro y trajo “cultura”, Portugal parece solamente haber tropezado con el Brasil en su empeño por llegar al Asia.
Los países del Caribe, tanto hispánicos como británicos, también están desconectados del resto de América, aunque en los segundos se percibe un sentimiento de unidad por sus características geográficas y su pasado colonial común. A excepción del de Silvestrini, la mayoría de los libros puertorriqueños sólo mencionan a España y a Estados Unidos.
Algunos textos centroamericanos abordan el estudio de la región como una unidad, aunque puede ser resultado de una estrategia de editoriales españolas que dominan el mercado, como las británicas lo hacen con el Caribe inglés. De todas formas, es preocupante la exclusión de Panamá como parte de Centroamérica, aunque pueda justificarse por su dependencia de Colombia en la época colonial.
Resulta muy preocupante que todavía existan menciones agresivas a los países vecinos. Los libros mexicanos de enseñanza elemental han hecho un esfuerzo de moderación al historiar el expansionismo norteamericano, que no han hecho el programa y los textos de enseñanza media (Vázquez “Imagen”). Las exhortaciones de algunos libros, como los bolivianos, resultan negativas y generadoras de revanchismos.