Colección: INTERAMER
Número: 62
Año: 1997
Autor: Emilio Carilla
Título: Pedro Henríquez Ureña. Signo de América
Segunda etapa (Nueva York y La Habana)
- 1901. Su padre viaja por los Estados Unidos y Europa. Pedro queda en Nueva York, donde prosigue sus estudios y donde avanza en el aprendizaje del inglés. Impresiones de la llegada:
Llegamos, por fin, a Nueva York, el 30 de enero; mi primera impresión fue curiosa: había niebla, nevaba terriblemente, y las grandes masas grises de edificios, sobre los cuales se destacaban los enormes de la ciudad baja, ofrecían un conjunto enigmático. Dos impresiones, sin embargo, recibí ese día, que tardé en repetir: la primera, las casas campestres de ciertas poblaciones de la costa, que observamos antes de entrar en Nueva York...; la segunda, el singular aspecto del Bowery, por donde pasamos en coche.... (Pedro Henríquez Ureña, Memorias)
De estos años de Nueva York (1901-1904), Pedro Henríquez Ureña ha destacado también su afición a los teatros y los conciertos. Aparte, sus lecturas: literarias y filosóficas. En el primer caso, su interés por la literatura en lengua inglesa (Shakespeare, por un lado; Carlyle, Emerson, Ruskin).
Continúa su propia obra, que tiene entonces el sello modernista (Flores de otoño), que publica en El Ideal, revista fundada por su hermano Max, Armando Pérez Perdomo, Juan Torres Mejía y otros.
Dificultades económicas. Trabajo (Memorias).
- 1903. Pedro cae enfermo, a fines de ese año: El invierno llegó crudísimo; y en diciembre, tanto por el frío como por la fatiga de mi organismo, caí en la cama con un reumatismo que durante quince días me impidió casi moverme... (Pedro Henríquez Ureña, Memorias).
- 1904. A fines de ese año está Pedro en La Habana. Recomendado por el General Máximo Gómez, consigue un cargo en la casa comercial Siveira y Compañía. Colabora en la revista Cuba Literaria, fundada por su hermano Max en Santiago de Cuba.
- 1905. Se publica en La Habana su primer libro: Ensayos críticos. Sin duda alguna el eco más importante es el juicio de Rodó:
Veo en Ud. un verdadero escritor, una hermosa promesa para nuestra crítica americana, tan necesitada de sangre nueva que la reanime. Me agradan mucho las cualidades de espíritu que Ud. manifiesta en cada una de las páginas de su obra, y que son las menos comunes, y más oportunas y fecundas, con relación al carácter de nuestra literatura. Me agradan la solidez y ecuanimidad de su criterio, la reflexiva seriedad que da el tono a su pensamiento, lo concienzudo de sus análisis y juicios, la limpidez y precisión de su estilo. Me encanta esa rara y felicísima unión del entusiasmo y la moderación reflexiva que se da en Ud. como en pocos. Y me complace reconocer, entre su espíritu y el mío, más de una íntima afinidad y más de una estrecha simpatía de ideas....(José Enrique Rodó, Epistolario, ed. de París, 1921, 42-43)
...diré que su obra crítica, aunque modestamente titulada Ensayos, es de lo más grande y sabroso que yo he podido recoger en la producción hispanoamericana de estos últimos tiempos. (A. González Blanco, Pedro y Max Henríquez Ureña, en Los contemporáneos, 3a serie, París, s.a., 164)
Aunque le perdona un tanto la juventud y lo considera cubano.