Colección: INTERAMER
Número: 62
Año: 1997
Autor: Emilio Carilla
Título: Pedro Henríquez Ureña. Signo de América
Tercera etapa (México)
- 1906. Se establece en México, en la ciudad de Veracruz. Allí funda, junto a Arturo de Carricarte, la Asociación Literaria Internacional Americana, y, como órgano de la Asociación, la Revista Crítica.
La asociación Literaria Internacional Americana, que en Veracruz (México), bajo la dirección de Pedro Henríquez Ureña y Arturo Carricarte, selectos espíritus, acaba de publicar su Revista crítica, aspira a encarnar la tendencia y servir la necesidad ¡de la fraternidad hispanoamericana! (J.S., Fraternidad hispanoamericana, en la Revista de Letras y Ciencias Sociales, de Tucumán, 1906, IV, No. 20, 144). J.S. fue uno de los seudónimos utilizados por Juan B. Terán.
¿Ha leído Ud. la Revista Crítica que en Veracruz comenzaron a publicar, en enero, Henríquez Ureña y Carricarte? Es digna de todo estímulo y ayuda... (J.E. Rodó, carta a Francisco Ventura Calderón, fechada en Montevideo, 28 de junio de 1906. Publicada por Roberto Ibáñez, Correspondencia de J.E. Rodó, Fuentes I 1, Montevideo, 1961, 83).
En la ciudad de México se vincula a diversos centros literarios.
- 1907. Creciente actividad. Aparte de la Revista Crítica, colabora en la Revista Moderna y en México Moderno. E interviene en la creación de la Sociedad de Conferencias. Aprecio por su capacidad y conocimientos, pero también algunos juicios negativos:
La erudición del crítico Pedro Henríquez Ureña dice José Juan Tablada era tan grande como su petulancia, que lo movió a poner cátedra en México al llegar de su país natal, Santo Domingo... (Cit. por Teodoro Torres, Humorismo y sátira, México, 1943, 341).
- 1908. Traduce y publica la obra de Walter Pater, Estudios griegos.
- 1909. Miembro de los Amigos de la juventud. La Sociedad de conferencias se transforma en el Ateneo de México y adquiere su más alto nivel.
El Ateneo de México se llamó primero Sociedad de Conferencias (1907-1908): sus miembros principales fueron Antonio Caso, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Enrique González Martínez; dos de ellos, Jesús Tito Acevedo... y Federico E. Mariscal... iniciaron el movimiento de estudio de la arquitectura colonial del país. (Pedro Henríquez Ureña, Historia de la cultura en la América Hispánica, México, 1947, 136-137)
Pero en el grupo a que yo pertenecía, el grupo en que me afilié a poco de llegar de mi patria (Santo Domingo) a México, pensábamos de otro modo. Eramos muy jóvenes (había quienes no alcanzaban todavía los veinte años) cuando comenzamos a sentir la necesidad del cambio... Sentíamos la opresión intelectual, junto a la opresión política y económica, de que ya se daba cuenta gran parte del país. Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva, para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes el positivismo condenaba como inútiles, desde Platón, que fue nuestro gran maestro, hasta Kant y Schopenhauer. Tomamos en serio (¡oh blasfemia!) a Nietzsche. Descubrimos a Bergson, a Boutroux, a James, a Croce. Y en la literatura no nos confinamos dentro de la Francia moderna. Leíamos a los griegos, que fueron nuestra pasión. Ensayamos la literatura inglesa. Volvimos, pero a nuestro modo, contrariando toda receta, a la literatura española, que había quedado relegada a las manos de los académicos de provincia. Atacamos y desacreditamos las tendencias de todo arte pompier. Nuestros compañeros que iban a Europa no fueron ya a inspirarse en la falsa tradición de las academias, sino a contemplar directamente a las grandes creaciones y a observar el libre juego de las tendencias novísimas; al volver, estaban en actitud de descubrir todo lo que daban de sí la tierra nativa y su glorioso pasado artístico... (Pedro Henríquez Ureña, La influencia de la Revolución en la vida intelectual de México, en la Revista de Filosofía, Buenos Aires, 1925, I, 125)
Ya en 1909 era conocido y apreciado por Menéndez y Pelayo. Esto deducimos de una carta de Pedro Henríquez Ureña a Don Marcelino, de ese año, donde, entre otras cosas, dice:
Comprenderá Ud. que, aunque vivo en México, soy dominicano. El malestar crónico de mi país me obliga a buscar aires más puros en éste, aunque desde lejos sigo trabajando por el mío, y rara vez publico mis escritos en el exterior sólamente, sino que los hago aparecer al mismo tiempo aquí y en Santo Domingo. (Ver Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, Santander, 1951, XXVII, 150)
- 1910. Pronuncia diversas conferencias sobre escritores hispanoamericanos. Interviene en el ciclo del Ateneo, con motivo del Centenario de la Independencia mexicana. Tema: La obra de José Enrique Rodó. (A la prédica de Henríquez Ureña se debe, en gran parte, la edición de Ariel publicada por el Gobierno del Estado de Nuevo León. El Gobernador era Bernardo Reyes, padre de Alfonso).
Colabora en la Antología del centenario, dirigida por Justo Sierra (h) junto a Nicolás Rangel y Luis G. Urbina. Se publica en París su segundo libro, Horas de estudio, que pronto determina elogios de Menéndez y Pelayo, Boutroux y F. García Godoy. (Ver, de este último, su obra La Literatura americana en nuestros días, Madrid, s.a., 175-198).
- 1911. Viaje a Santo Domingo y Cuba.
La permanencia de Pedro Henríquez Ureña en México se interrumpió en 1911, en que viajó a Santo Domingo a bordo del vapor Ab El Kader. Llegó el 16 de mayo, y el 19 visitó el Listín Diario. Volvió a México, vía Cuba, en el vapor cubano Julia, el 22 de junio de 1911. (Emilio Rodríguez Demorizi, Dominicanidad de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, 1947, 46)
Cuba. Conferencias en La Habana, en la Sociedad de Conferencias (nuevo nombre del Ateneo de La Habana). De vuelta a México, colabora en los cursos de la Universidad Popular Mexicana, creada ese año por los miembros del Ateneo.
Nuestro grupo, además, constituido en Ateneo desde 1909, había fundado en 1911 la Universidad Popular Mexicana, en cuyos estatutos figuraba la norma de no aceptar nunca ayuda de los gobiernos: esta institución duró diez años, atravesando ilesa las peores crisis del país, gracias al tesón infatigable de su Rector, Alfonso Pruneda, y contó con auditorios muy variados. Entre los obreros difundió, en particular, conocimientos de higiene; y de sus conferencias para el público culto nacieron libros importantes, de Caso y de Mariscal, entre otros. (Pedro Henríquez Ureña, La influencia de la revolución en la vida intelectual de México, ed. citada)
- 1912-1914. Desempeña diversos cargos docentes en la Escuela Superior de Comercio y Administración, y en la Universidad Nacional de México (Escuela Preparatoria: 1912-1913; Escuela de Altos Estudios: 1913-1914).
- 1913 (6 de diciembre). Pedro Henríquez Ureña pronuncia en la Librería General de México su conferencia sobre Don Juan Ruiz de Alarcón, con la audaz tesis del mexicanismo de Alarcón, y reproducida después en diversas revistas. A la vez que una obra de belleza, el presente opúsculo es una obra de orientación... (Reseña bibliográfica firmada por C. y R., publicada en la Revista de Filología Española, de Madrid, 1916, III, 319-321). Se refiere a la separata de la Revista de Filosofía, Letras y Ciencias de La Habana, 1915.
- 1914. Breve viaje a Cuba. Conferencias y contactos personales.
Francisco José Castellanos me trasmitía sus impresiones: ¡Pedro Henríquez Ureña! era un ser dotado de extraordinario poder de penetración, que además tenía un don asombroso de conversación, e inagotable de sabiduría en letras, en arte y aun en filosofía. Era una sorpresa un ser así, lleno de cordial interés por el sentir y el saber de los demás, que incansablemente gustaba de sondear en las almas y trataba de darles orientación adecuada y firme en el contacto con las letras.... (Félix Lizaso, Pedro Henríquez Ureña y su presencia en Cuba, Revista Iberoamericana XXI 41-42, Iowa, 1956, 107-108)