Colección: INTERAMER
Número: 62
Año: 1997
Autor: Emilio Carilla
Título: Pedro Henríquez Ureña. Signo de América
NOTAS
1. Ver Guillermo de Torre, Nuevas direcciones de la crítica literaria (Editorial de Madrid, 1970) 121. Notemos, de paso, que, lo tome del texto original inglés o de la traducción de Joaquín Díez-Canedo, el título de Las corrientes... no corresponde con exactitud al que lleva la obra. Posiblemente, lo recuerda de memoria.
2. María Luisa Bastos, Borges ante la crítica argentina (1923-1960), Buenos Aires ¿1973?, 86. Notemos la coincidencia de la objetividad con respecto a la rápida caracterización de Guillermo de Torre.
3. Quiero puntualizar aquí que el estudio de las relaciones (encuentros y desencuentros) entre Pedro Henríquez Ureña y Jorge Luis Borges es digno de hacerse. El material a nuestro alcance es realmente nutrido, y supera en mucho los pocos datos que aporta María Luisa Bastos.
4. Ver Juan Jacobo de Lara, Pedro Henríquez Ureña: Su vida y su obra (Santo Domingo, 1975) 111.
5. Enrique Anderson Imbert, Pedro Henríquez Ureña... El conocimiento y la acción, La Nación, Buenos Aires, 1o. de julio de 1984.
6 bis. Aclaro que no conozco la tesis doctoral de Jerry E. Patterson titulada The Literary Criticism of Pedro Henríquez Ureña (1955), tesis presentada a la Universidad de Texas, apoyada en gran parte en las cartas de Pedro Henríquez Ureña que poseía Max Henríquez Ureña. Debo el dato a mi buen amigo Emilio Rodríguez Demorizi (quien también dio cuenta del mismo en la Revista Dominicana de Cultura I, Santo Domingo, 1955, 113). De más está decir que no estoy en condiciones de resolver el problema de la relación entre el título y el contenido del trabajo.
6. Tengo en cuenta la segunda edición, corregida y aumentada, de Pedro Henríquez Ureña, Tablas cronológicas de la literatura española (Boston-Nueva York, 1920).
7. En unos consejos que le da a José María Chacón y Calvo, hacia 1915 (a pedido de éste, que estaba trabajando ya en el tema de Heredia), Pedro Henríquez Ureña resume varias de estas ideas en la primera parte del sencillo método que propone a su amigo. Valen aquí, claro, los consejos acerca de lo que conviene evitar:
No dedique demasiado espacio al método.
No pormenorice demasiado la vida.
No se detenga en la influencias.
(En sentido positivo, le señala lo siguiente: Vaya directamente al examen de valores; Vaya a la teoría del poeta). (Ver Pedro Henríquez Ureña, carta a J.M. Chacón y Calvo, fechada en Washington, el 30 de enero de 1915. En la Revista Iberoamericana 94 [1976] 121).
8. Pedro Henríquez Ureña, carta a Alfonso Reyes, fechada en Washington, el 24 de diciembre de 1914. (Ver Pedro Henríquez Ureña-A. Reyes, Espistolario íntimo II, [Santo Domingo, 1981] 119-120).
Por su parte, Alfonso Reyes propone este esquema, a propósito de una edición de Ruiz de Alarcón. Mi edición será crítica (dice): no aceptaré los errores de la original... Agrega que mantiene la grafía antigua, salvo unas pocas excepciones (v consonante; y vocal; modernización de mayúsculas, puntuación y acentuación). Por último, apunta su deseo de mantener las grafías cultas (excepto ph, th y ch, que moderniza). (Ver Alfonso Reyes, carta a Pedro Henríquez Ureña, fechada en Madrid, el 8 de enero de 1915. Ver, Epistolario íntimo, II, ed. citada, 133).
9. No está de más puntualizar que el Prólogo, a cargo de Pedro Henríquez Ureña, no sólo atiende a los lineamiento que ya marcaba éste en 1914, sino que, de manera especial, es una nueva ocasión para volver sobre el tópico (que tanto atrajo a Don Pedro) del mexicanismo de Alarcón. Tesis que muchos aceptaron y otros tantos rechazaron...
10. El trabajo sobre Hernán Pérez de Oliva es el primer estudio ambicioso que Pedro Henríquez Ureña dedicó a la cultura española. En la explicación que acompaña su libro Plenitud de España, Pedro Henríquez Ureña traza la historia bibliográfica del mismo. Escrito en 1910, se publicó en la revista Cuba Contemporánea, en 1914. Se hizo un pequeño volumen aparte. Con algunas variantes, lo reprodujo en su libro En la orilla: Mi España (México, 1922), y, por último, en las dos ediciones que publicó en vida de Plenitud de España (1a. ed., B. Aires, 1940; 2a, 1945). De la última edición sacó los datos principales de este itinerario.
11. Ver Pedro Henríquez Ureña, carta a Félix Lizaso, fechada en Minneapolis, el 19 de diciembre de 1917, (Ver Revista Iberoamericana XXXIV,65 [Pittsburgh, 1968] 128).
12. René Wellek, destacado historiador de la crítica, distinguía seis tendencias generales a lo largo de la primera mitad del siglo: 1) la crítica marxista; 2) la psicoanalítica; 3) la lingüística y estilística; 4) la formalista organicista; 5) la crítica del mito; 6) la existencialista. (Ver R. Welleck, Conceptos de crítica literaria, trad. E. Rodríguez Leal [Caracas, 1968] 256).
Por mi parte, y sin la pretensión de competir con Wellek, doy la siguiente lista, que suelo utilizar en mis cursos: (I). 1) Perduración de métodos del siglo XIX (biografismo, impresionismo, etc.); 2) crítica filológica. (II). 1) estilística; 2) formalismo ruso; 3) estructuralismos; 4) psicoanálisis; 5) realismo socialista; y 6) existencialismo. Por descontado, estos esquemas abarcan hasta la mitad del siglo.
13. Una aclaración, quizás innecesaria. El hecho de que recuerde este dato, sólo pretende registrar la actualización de nuestro autor, aunque el formalismo me parece no tiene mayor peso en su crítica. Por otro lado, si bien las ideas de Roman Jakobson eran, por ejemplo, bastante conocidas hacia 1940, verdad es también que fue después de 1950 cuando tuvieron real difusión en el mundo (y, por supuesto, en el mundo hispánico). Sobre todo, a través de las obras de V. Erlich (Russian Formalism, La Haya, 1955; con prólogo de R. Wellek) y T. Todorov (Théorie de la littérature. Textes des formalistes russes, París, 1966; con prólogo de R. Jakobson).
14. No hay inconvenientes en agregar nombres como los de Croce, Vossler y, más cercanamente, Alfonso Reyes y Amado Alonso, pero corremos aquí el peligro de entremezclar sectores...
15. Gustave Lanson, Histoire de la littérature francaise. Avant-Propos (1a ed., París, 1894). He utilizado la ed. de París, 1912 (ver págs. V-XV).
16. El itinerario de
Alfonso Reyes es parecido. Eso sí, quizás sea más rápida y tajante la reacción
del escritor mexicano, cuando, al avanzar su obra, proclamaba la necesidad de
superar la crítica del polígrafo español. Insisto en que no hago de Pedro Henríquez
Ureña y Alfonso Reyes dos vidas paralelas. Simplemente, las relaciono dentro
de un nivel de jerarquía notoria, y a través de una amistad sin mácula.