29 de Abril de 2025
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Colección: INTERAMER
Número: 69
Año: 2000
Autor: Ramón López y Juan Carlos Jordán, Editores
Título: Desarrollo Sostenible en América Latina: La Sinergía entre el Financiamento y las Políticas

La incorporación de inversiones en biodiversidad dentro de las actividades regulares de las instituciones financieras

Los distintos actores que operan en el ámbito de los servicios financieros —bancos, compañías de seguros,  fondos de pensiones, y otros— están en condiciones de ejercer una gran influencia en la conservación de la diversidad biológica. A medida que se comprende mejor y se reconoce el nexo entre el desarrollo económico y la ordenación ambiental, los cambios en el patrón de inversiones y de la adopción cotidiana de decisiones cobrarán importancia creciente en la activación de pautas de producción y consumo más sostenibles (NC-IUCN y TransGlobal, 1998). Por esta razón, cada día es mayor el número de organizaciones que en todo el mundo prestan atención al tema.  Por ejemplo, en 1992 se estableció la Iniciativa del Financiamiento del Medio Ambiente del PNUMA para reunir a una amplia variedad de instituciones financieras en un diálogo constructivo acerca del nexo entre desarrollo económico, protección ambiental y desarrollo sostenible (Bartel y Voorhees, 1998). Una encuesta reciente del PNUMA indicó que el 88% de las instituciones financieras respondieron señalando que ya habían financiado a empresas relacionadas con el medio ambiente o tenían previsto hacerlo durante los próximos 15 años.

El Protocolo Verde del Brasil es un instrumento promisorio a los efectos de despertar conciencia ambiental en el sector financiero y de multiplicar inversiones, ya que promueve la disponibilidad de mecanismos crediticios especiales para las empresas que persigan objetivos sostenibles desde el punto de vista ambiental. Establecido en 1995, con objeto de reforzar las políticas ambientales de los bancos del país con financiación pública, el Protocolo ha estimulado la inclusión de variables ambientales en la evaluación de proyectos por parte de las instituciones financieras y sus intermediarios (Dourojeanni, 1997). Asimismo ha resultado en una mayor disponibilidad de líneas de crédito con condiciones especiales para proyectos de medio ambiente. Por ejemplo, el Fondo Constitucional de Financiamiento para el Norte (FNO), administrado por el Banco de la Amazonia, ha abierto líneas de crédito para programas o productos forestales no madereros, agricultura sostenible y conservación ambiental. El FNO se financia con base a impuestos sobre productos importados y sobre la renta.

El Protocolo Verde parece replicable en muchos otros países de la región, con modificaciones apropiadas para adaptar la iniciativa a las circunstancias locales. Una forma obvia de alentar su multiplicación, sería el condicionamiento de algunos préstamos del Banco Mundial y del BID a la adopción de un protocolo similar y al financiamiento de asistencia técnica que suministrara la capacitación pertinente. El Anexo 3 describe los instrumentos financieros usados por el BID.

Las inversiones en biodiversidad tienden a ser novedosas y se les considera de alto riesgo, razón por la que cualquier mecanismo que reduzca los riesgos ayudará a atraer inversiones a este campo. Instituciones como el BID pueden ofrecer garantías. En los Países Bajos se encuentra en una etapa muy avanzada el establecimiento de un mecanismo de suministro de garantías a las empresas holandesas que estén dispuestas a invertir en países en vías de desarrollo y el medio ambiente es una de sus prioridades (NC-IUCN y Trans Global, 1998).

McNeely (1998) ha analizado las ventajas y desventajas de varios mecanismos de financiación y en el Cuadro 2 se resumen los resultados de esta evaluación.