29 de Abril de 2025
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Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua

Conclusión

Soy paciente, texto inaugural de Shua como narradora, reviste al hospital de sentidos literarios que privilegian lo caótico y destructivo que se asocia con la enfermedad, no con la salud. De ser un locus de características universalmente reconocidas, el hospital estructurado por Shua escapa de tal denotación y entra en la connotación, permitiendo, al decir de Barthes, que el texto funcione “como un juego en el que un sistema remite al otro según las necesidades de una cierta ilusión” (6). La referencialidad recíproca entre connotación y denotación es justamente la que permite la creación del espacio apropiado para el desarrollo de la ironía, y por ende del humor. Completa Barthes la idea:

este juego asegura ventajosamente al texto clásico una cierta inocencia: de los dos sistemas, denotativo y connotativo, uno se vuelve y se señala: el de la denotación, la denotación no es el primero de los sentidos, pero finge serlo; bajo esta ilusión no es finalmente sino la última de las connotaciones (la que parece a la vez fundar y clausurar la lectura) el mito superior gracias al cual el texto finge retornar a la naturaleza del lenguaje, al lenguaje como naturaleza: por muchos sentidos que libere una frase posteriormente a su enunciado, ¿no parece decirnos algo sencillo, literal, primitivo: algo verdadero con relación a lo cual todo lo demás (lo que viene después, encima) es literatura? (6)

Esto es una invitación para dar otra vuelta de tuerca a partir de la metaforización del hospital. Se nos invita a que olvidemos al hospital como metáfora y lo imaginemos como lo que es, un edificio dotado de ciertas características y destinado a ciertas funciones. Y cuando constatamos su “realidad” ficcional para desandar la distancia entre lo que es y lo que debe ser, la visión distópica surge sin atenuantes, a otro nivel pero con igual fuerza.

En 1997 Ana María Shua publica otra novela que toca ambientes hospitalarios, La muerte como efecto secundario, merecidamente recipendiaria del Premio Narrativa 1997. Allí, otra institución hospitalaria, la Casa de Recuperación, sucedánea de la prisión y evocadora de poderes represivos, ocupa un lugar importante en la trama, pero su posición dentro de la novela y las connotaciones que evoca en combinación con los otros ámbitos en los que transcurre el relato le dan una significación y una función diferentes a la del hospital de Soy paciente, y que requerirían —y merecerían—otro estudio.

Los perfiles de una realidad de la que no se puede hablar abiertamente encontraron su expresión estética en el hospital plasmado por Shua en Soy paciente. La metaforización no es absoluta, sino complementaria a otras posibles lecturas, lo cual la aleja de la simple fábula. La supervivencia del Paciente es un comentario sobre aquello de “bienaventurados los pobres de espíritu...” en tonalidad irónica y con la constante presencia de recursos humorísticos. El “país- jardín-de-infantes” del que hablaba María Elena Walsh en aquellos años había encontrado uno de sus mejores alumnos en el innominado sujeto que protagoniza esta narración.