29 de Abril de 2025
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Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua

Introducción

La producción de Ana María Shua se inaugura con El sol y yo (1967), poemario que mereció la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. La temprana ubicación de Soy paciente (Buenos Aires: Losada, 1980), su siguiente texto publicado, podría condicionar cualquier abordaje al que se la someta a su carácter de novela “precursora” de criterios estilísticos y de intereses temáticos desarrollados en narraciones posteriores. Sin embargo, el extraordinario eclecticismo con el que Shua ha venido sorprendiendo a sus seguidores durante estas dos décadas (de lo cual este volumen de ensayos es testimonio), así como las cualidades intrínsecas de la obra, hacen posible acercarse a Soy paciente, más nouvelle o novela corta que novela, como a un texto independiente y ya maduro, no necesariamente anticipatorio y no simplemente “muestrario” ni “promesa” de la narrativa posterior. Las principales marcas de su prosa están ya en este texto, no como anuncios de maduración futura, sino como presencias insoslayables de un efecto total eficaz. A mi parecer, estas marcas son: a) un eficiente control sobre los distintos aspectos que configuran a la novela y b) una marcada capacidad para ironizar sobre la realidad. El nivel de estas cualidades fue sin duda advertido por el jurado del Concurso Internacional de Narrativa Losada, integrado por Adolfo Bioy Casares, Beatriz Guido, Eduardo Gudiño Kieffer y Jorge Laforgue, cuando le otorgaron el Primer Premio en 1980.

Es decir: el carácter de opera prima que suele esgrimirse como una suerte de disculpa para explicar cómo ciertos rasgos desarrollados posteriormente se perciben en estado de germinación en tal opera prima, no habiendo logrado el nivel satisfactorio que sólo el ejercicio y el tiempo podrían otorgarles, no se aplica a Soy paciente. En el despliegue de elementos diegéticos y temáticos hábilmente entramados y en la fuerza con que la metáfora central—la del hospital—controla el texto, se advierte una voluntad narrativa ya dueña del oficio.

He mencionado el hospital como metáfora central del relato. Es precisamente el propósito de este artículo explorar los alcances semánticos y estructurales de la imagen hospitalaria para mostrar cómo actúa en su relación con el protagonista y los demás actantes, construyendo un cosmos ficcional destinado a desenmascarar un cosmos referencial de carácter demoníaco,1 de la misma manera cómo el narrador homodiegético se construye como protagonista, desenmascarándose para revelar al ser humano cuya plenitud le está vedada.