<<Biblioteca Digital del Portal<<INTERAMER<<Serie Cultural<<El Río de los Sueños: Aproximaciones Críticas a la Obra de Ana María Shua<<Tradición y reescritura: La construcción de una identidad judía en algunos textos de Ana María Shua
Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua
Lo que se cifra en el nombre
El primer rasgo de identidad de un sujeto es su nombre. El nombre es un
escudo de armas, una huella digital o una cicatriz. El nombre, el apellido,
el apodo elegido, el apodo infligido, las extirpaciones acometidas, los subrayados,
los desplazamientos, las iniciales intermedias, todos los cambios y continuidades
en el interior de un nombre propio son la cáscara, la epidermis de la identidad.
El abuelo Gedalia, el punto de partida del relato genealógico que es El
libro de los recuerdos, decide—se ve obligado a decidir—la reescritura
de su nombre para poder emigrar a América, utilizando los documentos de otro:
“Murió Gedalia Rimetka, medianamente joven, de bigotes. Con su documento fue
el abuelo al consulado de América, la verdadera, la del Norte, y le dijeron
que no. No lo bastante joven murió Gedalia, no lo bastante joven como para
pasar por el abuelo” (11). En el capítulo titulado “El apellido Rimetka” se
explica el origen del nombre de la familia:
El Gedalia original, el que murió en Polonia [. . .] nunca se llamó exactamente
Rimetka.
El apellido Rimetka fue el producto de una combinación de fineza auditiva
y la arbitrariedad ortográfica de cierto empleado, sumadas a su particular
forma de interpretar un documento escrito en una lengua desconocida, más su
concepto personal sobre el apellido que debía llevar en el país un extranjero
proveniente de Polonia. [. . .]
Los Rimetka tuvieron, así, un apellido intensamente nacional, un producto
aborigen, mucho más auténticamente argentino que un apellido español correctamente
deletreado, un apellido, Rimetka, que jamás existió en el idioma o en el lugar
de origen del abuelo, que jamás existió en otro país ni en otro tiempo. (15-16)
Reescribir el nombre propio: El libro de los recuerdos pone en
escena la más precisa y central metáfora de la construcción identitaria; una
metáfora adámica. Gedalia Rimetka es el primer hombre de una familia, de un
nombre; el primero de una serie; nadie existe antes que él, ni en la novela,
ni en el universo porque él inventó—en co-autoría con anónimos funcionario
estatales— su propio nombre.3
La novela opera dos borramientos: el del nombre original de Gedalia, el
de su identidad anterior, europea (reduplicado al interior del texto por el
abuelo para el resto de la familia, borramiento que a su vez es reflejado
en el Libro de los Recuerdos, donde no aparecen rastros de ese primer nombre),
y el del apellido original, transmutado en Rimetka tras el ingreso al puerto
de Buenos Aires. Al sentar las bases del relato de la historia familiar en
estos enredos y reescrituras nominales, la novela explicita la material base
(Argentina, inmigración judía, principios del siglo XX) de la construcción
identitaria que pone en escena. Lo que me interesa, sin embargo, no es la
relación que la novela establece con la experiencia histórica de los inmigrantes
judíos en Argentina, sino el significativo lugar inicial que ocupa la invención
de la identidad, invención escritural cuyos trazos, podría pensarse, no son
otros que la novela familiar que sigue a ese gesto fundacional. El acto de
autoconstrucción que lleva a cabo el abuelo Gedalia—olvidar su nombre, apropiarse
de uno nuevo—es una de las dos condiciones de posibilidad de la saga, de toda
la novela, que, en definitiva, no es otra cosa que el relato generacional
del modo en que el nombre Rimetka es reescrito con la letra manuscrita de
cada uno de los cuatro hijos de Gedalia y la Babuela. Se sabe que la experiencia
vital, la vida, es la suma de los lugares en los cuales dejamos inscripto
nuestro nombre.
La otra condición de posibilidad de la novela familiar es el Libro de
los Recuerdos, como señalan las siguientes pasajes de la novela: “hay cosas
que no se deben contar, que no se pueden pensar. Si no está en el Libro de
los Recuerdos, por algo será: será que no es algo para recordar” (71). Y:
“[El Libro de los Recuerdos] nunca dice todo, nunca dice ni siquiera lo suficiente”
(109). Enigmático y contradictorio en sus recortes y exclusiones, el Libro
de los Recuerdos—al igual que El libro de los recuerdos—oculta la historia
del nombre original del abuelo, lo que permite que los Ritmeka puedan ser.
Ser Rimetkas. Ser novela.4