<<Biblioteca Digital del Portal<<INTERAMER<<Serie Cultural<<El Río de los Sueños: Aproximaciones Críticas a la Obra de Ana María Shua<<Fantasía y memoria como formas de subversión en la obra de Ana María Shua
Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua
Subversión, identidad y memoria
La cuestión judía en la obra de Ana María Shua me permite comprender mejor
la otredad y las formas en que la diáspora lleva al punto de origen. El judaísmo
comparte con el tema del mestizaje la confluencia de múltiples idiomas y varias
geografías en el territorio de América Latina. De hecho, es el nuevo mestizaje
de los años noventa.
En la década de los ‘80 y a principios de los años ‘90 se produce un caso
inusitado en la historia de la literatura hispanoamericana; se escucha la
voz judía que hasta entonces estaba marginada. Es una voz que cobra una perspectiva
amplia y multifacética: las mujeres escriben sobre su comunidad y su historia
con distintos puntos de vista, ya sea desde la fábula, lo autobiográfico,
o de ciertos aspectos centrales de la historia oficial. Sus narrativas incluyen
los movimientos migratorios causados por la guerra y por la permanente diáspora.
El caso de las escritoras judías es fascinante y único hasta la fecha.
Las historias poseen un carácter oral, casi ritualístico, donde lo sagrado
adquiere un sentido mágico, como si las escenas de la Europa de pre y post
Holocausto se trasladaran a los paisajes luminosos del trópico o al sur de
América. Las autoras juegan con la palabra y con escenas que presentan el
claroscuro de sus visiones históricas y literarias.
En su mayoría, estos textos son obras de escritoras que pertenecen a una
elite privilegiada, la clase media, que intenta recuperar y hacer resonar
la voz de las madres, tías, abuelas y bisabuelas; es decir, la experiencia
de aquellas mujeres que viajaron a América en transbordadores de segunda clase,
asumiendo plenamente su condición de emigrantes. Ellas dan vida al telar ancestral
de las voces de las viajeras que escaparon de la persecución, para insertarse
en el espacio de un recuerdo histórico-mítico que también confluye con el
presente.
Ana María Shua es, sin duda, una de las más destacadas escritoras argentinas.
En 1994 aparece la novela El libro de los recuerdos (Buenos Aires:
Sudamericana, 1994). Antes había publicado otros dos libros relacionados con
la cuestión de la identidad judía. Los amores de Laurita (Buenos Aires:
Sudamericana, 1984) es una novela cuya protagonista es el equivalente en Buenos
Aires de una “princesa judía” neoyorquina. Risas y emociones de la cocina
judía (Buenos Aires: Grupo Editorial Shalom, 1993) es una obra que reúne
recetas y anécdotas de la cocina judía, contemplando su inserción y adaptación
al contexto argentino, que habla del amor, humor, magia y poesía presentes
en las tareas propias de lo culinario. En El libro de los recuerdos,
Shua narra lo que significa pertenecer a una familia argentina, con abuelos
inmigrantes que de alguna forma, luego de un largo errar por el mundo, llegaron
a la América equivocada, a la América del Sur y no a la del norte, la deseada,
la poderosa.
Shua presenta la armonía y el desamor, los grandes y pequeños escándalos
de la vida, sus coloridos hombres y sus apasionadas mujeres. Lo que interesa
y conmueve en esta obra es la constante interrogación acerca de cómo, cuándo
y por qué se hacen los recuerdos y qué postura toma la autora frente a ellos.
Esto lo logra con obsesionante preocupación por el recuerdo visto en la voz
de los múltiples narradores. Así El libro de los recuerdos plantea
la forma en que se articula la historia, lo que se escoge y lo que no se escoge
incluir como experiencia válida. Esta obra se puede considerar como el correlato
de la historia de las mujeres campesinas que también cuentan, recopilan y
eligen ciertos códigos y mensajes para recordar. Las analfabetas escriben
su palabra a través de la pluma de las escritoras y, por ellas, saben que
la única frontera confiable es la literatura porque permite presentar lo hablado
con toda la riqueza y pobreza de su carácter doméstico y cotidiano. Shua lo
confirma diciendo en la novela: “El Libro de los Recuerdos es nuestra única
fuente absolutamente confiable. Por eso es tan fácil enojarse con él. Porque
lo que dice es cierto, pero nunca dice todo, nunca dice ni siquiera lo suficiente”
(109).
Esta observación de Shua presenta aspectos centrales sobre los cuales
reflexionar, ya que articula en forma poderosa la expresión de las formas
sagradas y míticas, y los rituales de toda memoria. La literatura testimonial
tratada en estos textos presenta esta dialéctica como el juego que se da entre
mito, metáfora y transfiguración de las formas en que se articula la memoria,
recuerdo, deseo y olvido, y las épocas históricas en que éstos se insertan.
Al final de su obra, Shua retrata “La Epoca del Miedo,” del terror. La
literatura, en cambio, es la cara luminosa de la sombra, a través de la palabra
florecemos. Si toda la inmigración judía a Hispanoamérica está motivada y
señalada por el miedo a entrar a espacios poco conocidos y muchas veces inusitados,
a través de un texto que enfatiza la realidad a través de la parodia, Shua
señala, con mayor intensidad el miedo en los años de la dictadura en Argentina,
un sentimiento que tiene claras resonancias con el terror producido por el
Holocausto:
Era justamente la falta de normas claras con respecto al señalamiento
lo que provocaba esa clase de miedo tan especial. Unos insistían en que había
que tomar solamente agua mineral y responsabilizaban de la situación a los
que preparaban la sopa o el café con agua de la canilla. Otros decían que
no había que leer ciertos libros o escuchar cierto tipo de música. A un autor
que publicaba su primer libro de cuentos, el editor le pidió que revisara
el texto y sacara todas las malas palabras (113).
Eliminar las palabras significaba no contar o negar la historia y Shua,
a través de su novela, repudia la negación, para decir no al olvido.
Moviéndose hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, unas voces anónimas
cuentan la historia de la famila Rimetka, recreándola a cada momento y cuestionando
constantemente lo que está escrito, lo que se recuerda, lo que se dice y lo
que no se dice, la verdad y la mentira. Con este espíritu de transgresión,
la memoria de los Rimetkas se reinventa a través de la reescritura de varias
narradoras femeninas que pertenecen posiblemente a la tercera generación de
la familia. La autora es audaz y subversiva en su revisión del recuerdo: en
vez de mantenerse en el lugar asignado a la mujer que escucha y registra fielmente
lo que se dice, es la mujer que inventa lo que se oye. En un acto de desafío
feminista, desobedece la palabra de la antigua tradición patriarcal, que dice
que una mujer no puede siquiera estudiar el Talmud. Shua se encarga de la
tarea de cuestionar, subvertir y reescribir El libro de los recuerdos
tal como lo conserva su familia.
¿Cómo se elabora y cómo se mantiene viva la memoria? Es precisamente en
el proceso de escribir que se recupera y teje. La indígena reconstruye el
recuerdo en su tela y al hacerlo arma y amarra su destino. La mujer víctima
de la dictadura militar también arma la memoria por medio de telas hechas
de despojos y palabras: los materiales de la pobreza. La memoria se convierte
en la esencia de lo femenino; es red, hilo y tejido silencioso que narra las
historias que permiten recuperar la identidad.
Como postula Tamara Kamenzain en Texto silencioso: Tradición y vanguardia
en América Latina (México: UNAM, 1983), los textos de las mujeres han
estado cercanos al silencio, al cuchicheo y a los cuartos de la servidumbre;
son los ritos que hablan de las raíces y del reencuentro consigo mismo; historias
que se mueven entre el amor y el desamor. Son cantos, vivencias y especulaciones
sobre el pasado, pero también sobre los modos de habitarse en el presente;
porque la escritura de las mujeres es en sí misma una crónica de la memoria
y de la imaginación. Son tejidos y urdimbres de exilios y regresos, palabras
de mujeres que siempre vuelven en el maíz, en el viento, en una cruz o en
una estrella.