29 de Abril de 2025
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Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua

Laboriosa construcción del caos

Lo primero que se advierte en la lectura de este libro es un minucioso desmantelamiento en el orden de lo real que se lleva a cabo por un mecanismo casi general: la negación de las constancias y absolutos secularmente admitidos y la extensión del carácter de convención a casi todas las cosas. Analizaré sumariamente cómo lo anterior toma forma narrativa.

La tercera hibridación

Hay temas y mecanismos que resultan especialmente fértiles en el microcuento. Nombramos más arriba las oposiciones soñador-soñado e imagen real-imagen especular; podríamos agregar otras oposiciones, por ejemplo, diversas formas de dislocación del sentido y la reformulación mítica. Shua ha demostrado instinto para descubrir tanto nuevos procedimientos como las historias que engastan perfectamente en ellos. Los microcuentos de la primera de las once secciones del libro, titulada “Ejemplares raros,” presentan una hibridación8 entre dos reinos de la naturaleza, y constituyen, en el orden temático, el mayor hallazgo del volumen: son a la vez ejemplos de una familia de microcuentos y la demostración de sus posibilidades:


Amores entre guardián y casuarina

Plaza pública. Guardián enamorado de casuarina (secretamente incluso para sí mismo). Recorte del presupuesto municipal. Guardián trasladado a tareas de oficina. Casuarina languidece. Guardián languidece. Patéticos encuentros nocturnos. Con el correr de los días, casuarina transformada en palo borracho. Murmuraciones en el barrio. Una noche trágico parto prematuro: vástago discretamente enterrado. Previsible crecimiento in situ de una planta desclasada y rebelde que se niega a permanecer atada a sus raíces pero tampoco quiere estudiar y bebe desordenadamente cerveza sentada en el cordón de la vereda. (11)

El mecanismo es claro: primero las dos especies aparecen bien diferenciadas aunque ligadas secretamente, luego se las equipara (ambas languidecen), después se unen y comienza la transformación (casuarina aparenta un embarazo humano: se transforma en palo borracho),9 finalmente se produce el híbrido que reúne propiedades de ambas especies. Otros cuentos ensayan asimilar narrativamente parcialidades de ambos reinos: mujer-planta, dedos-raíces, familia taxonómica-familia humana; o atribuyen a los individuos de un reino lo que es corriente en los del otro: plantas drogadictas, fantasmas vegetales, psicoterapias para plantas. En el último cuento de la serie la ambigüedad alcanza su punto más alto:


Ejemplares raros

Se les frota el cuerpo con agua de Alibur para que caigan las costras falsas dejando las llagas al descubierto. Se aplica sobre ellas una pomada antiséptica.

En la mayor parte de los casos, cicatrizan bien. Sólo en algunos pacientes las llagas siguen abiertas y toman un color terroso. Se las cubre, entonces, con un emplasto de algas marinas.

En la mayor parte de los casos se cierran sin dejar marcas al cabo de unos días. Sólo en algunos pacientes las llagas se inflaman y surgen unas raicillas blancas, móviles, que podrían confundirse con larvas. Su movimiento, sin embargo, se debe sólo a la velocidad con la que crecen. Se las rocía con abundante alcohol y se cubren con una gasa limpia y seca.

En la mayor parte de los casos los brotes mueren y las heridas cierran definitivamente. Sólo en algunos pacientes estas raicillas, ramificadas, profundamente hundidas, desarrollan una planta de hojas grandes, color ámbar, aterciopeladas, con gruesas nervaduras, que resultan deliciosas en la ensalada. (98)

Estos “ejemplares raros,” de los que ya no se sabe a qué reino pertenecen, son además de una metáfora del género literario que los alberga, el primer paso en el desmantelamiento del orden, en el descenso al caos. Luego habrá otras instancias. ¿Qué pasa cuando se cambia la inconstancia de las costumbres humanas a lo largo del tiempo en inconstancia del tiempo frente a la implacable persistencia de las costumbres humanas, y cuando se invierten las leyes físicas, y cuando el teatro usurpa la realidad?

Tiempo cósmico versus tiempo humano

No se trata de la dilatación relativista del tiempo. Eso entra hoy en el orden natural y ya fue explotado en el microcuento por Fredric Brown y sus sucesores. Por lo menos, no se trata sólo de eso. Se trata de confrontar el tiempo cósmico con el tiempo humano en una lucha donde gana el tiempo subjetivo, oponer la constancia de los hábitos humanos a la invariabilidad del tiempo y elegir que es el tiempo el que varía atado a los hábitos constantes. Shua lo muestra de una forma más sencilla:
Puntualidad de los filósofos I

El profesor Kant es tan regular en sus costumbres que cada día esperamos su paso para poner en hora nuestros relojes. Cruza la calle siempre por esta esquina a las cuatro en punto de la tarde. El resto del universo, en cambio, es irregular, confuso, impredecible. A las cuatro en punto de la tarde a veces brilla un sol violento y a veces es de noche. Hay días en que recién acabamos de cenar y otros en que las cuatro de la tarde llegan inmediatamente después del desayuno. Los peores son esos días de infierno en que las cuatro en punto vuelven una y otra vez, casi a cada momento. Imagínese usted en qué horrible caos viviríamos si no nos informara el profesor Kant, con su paso regular y confiable, cuando están empezando a ser otra vez esas veleidosas cuatro de la tarde. (29)

El tiempo también puede condensarse y materializarse en una nube, o ser atropellado por un tren, pero no puede haber un garante permanente del orden. Por eso, es necesario que otro microcuento, “Puntualidad de los filósofos V, termine de este modo: “Desde que Kant ha muerto, toda certeza es precaria, a cada instante todas las horas son posibles. Y más de una vez se concentran simultáneamente varias en un solo momento vertiginoso y eterno del que salimos maltrechos, con los relojes mustios, desvaídos” (38).

Físico-química del caos y azar

Desde la inversión o anulación de las leyes tradicionales de la física hasta el reino total del azar, estos microcuentos desafían a Newton, ponen en tela de juicio a Einstein por aquello de “Dios no juega a los dados,” y sobrepasan a Heisenberg rehuyendo hasta el determinismo de lo estadístico:


Dispersión

El problema empieza cuando el virus, desdeñando las células, ataca la estructura molecular misma del organismo, cuyos átomos entran en un proceso de dispersión lento pero continuo como si fueran imanes que se repelen unos a otros.

El primer síntoma es un curioso y sumamente parejo aumento de volumen del paciente que no va acompañado por un aumento de peso. En efecto, su masa no varía aunque al cabo de varias semanas se lo note perceptiblemente más alto y más gordo. Pronto se nota que la persona comienza a atenuarse y los familiares cercanos se quejan de su falta de nitidez.

Si no se actúa a tiempo, la dispersión se acentúa hasta que las moléculas pierden cohesión. El enfermo ya no tiene apetito pero tampoco siente dolor. Antes de su completa desaparición queda reducido a una enorme mancha borrosa de cuya existencia es posible dudar, como si fuera una suerte de ilusión óptica. (62)

Seguirán un hombre que puede montarse en un rayo de luz, la explicación de nuestros tropiezos por la existencia de una parte invisible del mundo, el mágico condicionamiento de la “suerte” y, en “Las leyes del caos,” el dominio del azar más absoluto:

y sin embargo el hombre sigue recitando las tablas de multiplicar como si el azar no existiera, como si él mismo no estuviera allí por accidente, como si el universo tuviera orden y sentido, como si alguna regla se cumpliera, como si no fuera cierto que todo es posible, hasta ese famoso golpe de dados capaz de abolir para siempre el azar. (Véase Nota1)

La realidad como espectáculo

Henri Michaux concibió en Voyage en Grande Garabagne (1936) una numerosa serie de espectáculos en los que la realidad toma el lugar de la ficción teatral. Esos espectáculos incluyen la violencia y la muerte reales. Shua inventa espectáculos en los que la ficción teatral desplaza a la realidad. La violencia y la muerte reales resultan de una actuación, lo que se muestra en “Como todos” y también en “Los cadáveres”:


Los cadáveres

Hace diez minutos, en la vereda de enfrente, intentaron asaltar una oficina. La policía ha puesto vallas y la gente se arremolina, empujándose para ver. Hay cadáveres.

Yo no cruzo por temor o por pereza, pero también a mí me gustaría ver a los muertos. Un acto de prestidigitación les escamoteó la vida y ahora fingen con la perfección absoluta que sólo puede obtener de sus asistentes un auténtico Mago.

Sin embargo, hasta que no se levanten y anden, el espectáculo no estará listo para ser exhibido. Sólo un par de veces logró el Gran Mago completar el truco, y desde entonces, para nuestro mal, persiste una y otra vez en los ensayos. (47)


Conectados con este tema de magia divina, hay microcuentos que interpretan el cosmos como una maqueta imperfecta y desechada, otros muestran el sistema de creencias sociales como fingimiento colectivo, otros afirman la imposibilidad de acceder a las figuras originales de personas u objetos ocultas bajo sucesivas metamorfosis. Lejos de encubrir la realidad, estos textos intentan desmantelar las sucesivas capas de apariencias que la ocultan.