LOS ESTUDIOS DE LA MUJER
Y LA REFORMA EDUCATIVA
EN EL PARAGUAY1

Graziella Corvalán*

Introducción

Este estudio analiza el impacto de los Estudios de la Mujer en la reforma educativa a nivel de la educación básica y la renovación curricular universitaria en el Paraguay. Tanto uno como el otro se han iniciado hace muy poco tiempo y se encuentran en etapas y niveles diferentes en el proceso. El objetivo principal es examinar los avances que las mujeres hemos logrado en esta última década, los desafíos que tendremos que vencer y las estrategias que precisamos implementar para que la perspectiva de género en la educación formal de hombres y mujeres sea una realidad en este país.

Sin lugar a dudas, la incorporación real y sistemática de los Estudios de la Mujer en la educación básica, secundaria y universitaria es nuestra próxima meta para lograr la igualdad real de los sexos, después de haber conquistado la igualdad política y jurídica en 1961 y 1992 respectivamente.

La invisibilidad de la mujer en las estadísticas, los roles estereotipados de los géneros en la educación básica, la segmentación sexual del mercado de trabajo, el difícil acceso de la mujer a la ciencia y a la tecnología, su ausencia en los espacios de poder, etc., son cuestiones ya reconocidas y analizadas desde diferentes puntos de vista, así como la clásica distinción entre género y sexo. Por consiguiente, el hilo conductor que guiará esta presentación en cuanto a la relación de los Estudios de la Mujer y la reforma educativa se basa fundamentalmente en la igualdad (de derechos y oportunidades) frente a la diferencia (biológica y cultural) como el gran desafío de la democracia en su más amplia concepción y, por lo tanto, la aceptación y respeto a la diversidad en todas las dimensiones del ser y accionar de la persona humana y, muy especialmente en la educación formal, como el principal mecanismo de selección, promoción y legitimación de la función y status social.

Este estudio ha sido elaborado en base de la información cuantitativa disponible a partir de la década del 90 y en base de entrevistas calificadas de feministas, profesoras universitarias, investigadoras, miembros del Consejo Asesor de la Reforma Educativa (CARE), directoras del Ministerio de Educación y Culto (MEC), así como los estudios realizados en los últimos diez años, que si bien ya no reflejan la situación actual de la mujer, son fundamentales para el análisis del impacto y evolución de su condición y posición en la sociedad paraguaya.

La perspectiva de género

En el Paraguay, es muy frecuente encontrarnos todavía con la idea de igualar el sujeto mujer con el de feminista como si fueran conceptualmente la misma cosa, sobre todo entre académicos, intelectuales y especialistas en educación. Más difícil aún resulta diferenciar las cuestiones que tienen que ver con la noción de perspectivas de género e identidad de la mujer. Los avances y desarrollos de la teoría feminista le confieren cierta especificidad por lo cual no siempre el ser mujer significa ser feminista.

El movimiento feminista en el Paraguay es de muy corta existencia, a  pesar  de los siete años de funcionamiento de la coordinación de mujeres del Paraguay, que aglutina a los principales grupos de mujeres organizadas que se encuentran empeñadas en la lucha contra su discriminación en el sistema social, político, económico y cultural. Las feministas son, en su mayoría, intelectuales, profesionales y activistas, las que están, hasta ahora, fuera del ámbito universitario y del sistema educativo, así como ha ocurrido en casi todos los países de América Latina.

La preocupación principal de la mujer paraguaya es que el Estado diseñe e implemente una política educativa a nivel básico y superior, justa, equitativa e igualitaria para los sexos, como así también haga efectiva una descentralización del sistema educativo en sus diferentes niveles de funcionamiento. La necesidad y urgencia de la educación y la capacitación en áreas específicas del conocimiento es el constante y común denominador en las demandas y propuestas de las mujeres de todos los sectores sociales, tanto urbano como rural, frente a los desafíos de esta nueva historia del Paraguay que se inicia a partir de 1989 con el derrocamiento de la dictadura militar y el comienzo de la transición democrática y cultural.

La educación en función de la democracia

En la década del 80-90, el debate se centraba principalmente en la aguda crisis en la que se encontraba inmersa la educación institucionalizada en nuestro país. El esfuerzo se orientaba hacia la búsqueda de caminos que nos llevarían a soluciones, más o menos viables, para alcanzar el mejoramiento educativo. La democracia significaba entonces, en primer lugar, pluralismo político y respeto a los derechos básicos de la persona humana. Se hablaba de indicadores de modernización cuando la matrícula femenina superaba a la masculina, aunque la permanencia de la mujer en el sistema no fuera igual a la del varón, debido principalmente a su discriminación con respecto no sólo al contenido del mensaje, sino a la forma en que el mismo se trasmitía. Este problema no fue considerado tema de la investigación educativa per se por mucho tiempo.

Recién a principios de los años 90 y con el auge del feminismo, la dimensión género comenzó a tener un lugar propio dentro de la educación formal. Igualdad y equidad se convierten en los conceptos fundamentales para que una sociedad se tildara democrática. Actualmente, la democracia nos acerca a temas que tienen que ver con el relativismo cultural, la tolerancia, el respeto a la diferencia, la desigualdad social y sexual, la búsqueda del pluralismo político, y el reconocimiento de los derechos sexuales y colectivos. Toda esta concepción democrática sólo será realidad si la ligamos a la oportunidad de acceder al uso de lenguajes diversos, a las competencias “descontextualizadas”1 de su uso cotidiano, a la relación con la naturaleza y, finalmente, a las interacciones de los hombres y mujeres a base de la igualdad y la diferencia, sean éstas culturales y/o biológicas.

En esta noble y todavía incompleta democracia, será la educación la que posibilitará a la mujer vincularse al ámbito público de una manera transformadora, para lo cual precisamos llegar fundamentalmente al poder y desde allí tejer e impulsar las redes que apunten a derribar los obstáculos mayores, como son la cultura y la pobreza. En un país donde la mujer ocupa 5 de las 178 bancas del poder legislativo, una sola tiene, apenas, rango de Ministra y ninguna forma parte de la Suprema Corte de Justicia, son estos claros indicadores de lo mucho que todavía nos falta andar para alcanzar la igualdad que deseamos en todos los aspectos del sistema social, político, económico y cultural, ya que si bien somos sujetos de derechos jurídicos y políticos, en la realidad no lo somos.

El contexto social y cultural

Para comprender los problemas y alcances fundamentales de una sociedad conservadora como es la del Paraguay y que tiene obviamente serias y profundas implicancias en el avance de la mujer hacia el año 2000, es preciso considerar, tal como indica Rivarola, los

dos tipos fundamentales de problemas; uno de carácter más socio-cultural, y otro de índole más estructural, y que tienen que ver con la crisis de la cultura y la educación, las que se manifiestan en cuestiones como: la escasa capacidad de racionalización de los problemas de orden social, político, etc.; el bajo nivel científico que prevalece en el accionar de las organizaciones; la debilidad de la inteligentzia como componente de las estructuras de liderazgo; la visión valórica conservadora que sigue prevaleciendo en el país a pesar de los profundos cambios del mundo actual; y la debilidad de las organizaciones sociales vis a vis el desmesurado poder del Estado.2

El Paraguay, país eminentemente rural, donde dos lenguas, guaraní y español, se encuentran en íntimo contacto, todavía no ha absorbido plenamente las partes de la civilización industrial, así como otros países de la región, se encuentra en la fase de recepción y asimilación de los valores y elementos de la cultura moderna, especialmente las relativas a la cultura del consumo. La modernidad convive con la tradición, influyendo en los comportamientos individuales y colectivos; en las relaciones interpersonales; en las esferas institucionales y en los criterios asumidos por las personas humanas y las identidades sociales. También es cierto que este cambio trae consigo problemas de desorganización social así como entraña muchas y diversas posibilidades orientadas a la superación de las personas; la consolidación de las pautas institucionales y, por ende, la construcción de una modernidad basada en la equidad y en la significación del ser humano, sin distinción de género ni de ninguna otra condición.3

Mujer y educación

Cuando hablamos de feminismo y educación, inmediatamente nos encontramos con una contradicción. Por un lado, la educación es considerada como una parte necesaria e importante de la acción dirigida a la transformación social. Por otro, los sistemas y currículos educativos están estructurados de tal manera que, hasta ahora, han sido los bastiones de la supremacía del poder masculino.

La educación es la frontera entre la subordinación y la liberación que las mujeres precisamos cruzar para caminar hacia el cambio en la vida privada y pública. Este cruce y el ir más allá en el campo educativo y de capacitación fue el permanente reclamo de las mujeres de todos los ámbitos y sectores que se reunieron en el foro nacional “Camino a Beijing”. Campesinas, pobladoras, trabajadoras, profesionales, intelectuales, estudiantes, etc., coincidieron en que el avance de la mujer depende, en gran medida, del tipo de educación que damos a los/las niños/as y jóvenes de este país.

La mujer vista desde la perspectiva de género y desde adentro del sistema educativo supone, en primer lugar, el reconocimiento de la diferenciación que surge dentro de la interacción de los géneros en las posiciones de poder a las que pertenecen. Históricamente, se ha visto que aquellas actividades y sectores de poder y trabajo que se “feminizan”, tienden a experimentar una desvalorización social que se manifiesta en el nivel de remuneraciones que perciben por las ocupaciones y actividades donde predominan mujeres, y/o en el monto de recursos que se destinan a las instituciones y organizaciones con actividades “típicas” o “adecuadas” a las mujeres.

La pedagogía, tradicionalmente la primera opción profesional de la mujer, ha sido por mucho tiempo la Cenicienta de las profesiones porque, entre otras razones, los y las docentes no se forman en las universidades, y las deficiencias de los centros de enseñanza del magisterio inciden en su formación y, por consiguiente, en su status social. En este sentido, la democracia en el Paraguay ha dado un gran impulso a la revalorización de la profesión docente como resultado, también, de la intensa presión de la opinión pública por el mejoramiento de la educación básica. Enseñamos primero, y antes que nada, lo que creemos y sentimos; por lo tanto, es aquí donde la/el docente debe asumir un rol activo y consciente de las diferencias entre los sexos. Precisamos superar el mito de que todas y todos somos iguales y, por consiguiente, la percepción de la mujer en la docencia será positiva o negativa dependiendo de su propia concepción de justicia, igualdad, equidad y democracia. La democratización del conocimiento es responsabilidad de la familia y escuela primero, y de la universidad después. A nosotras nos incumbe pensar en alternativas de cambio y, más concretamente, cómo motivar a la comunidad educativa hacia un planteamiento nuevo en materia de roles y desde una perspectiva de género.

Los estudios de la mujer y la reforma educativa

El Consejo Asesor de la Reforma Educativa (CARE) está presidido por el Ministro de Educación y constituido por 12 miembros: 3 de ellos pertenecientes al propio Ministerio y 9 docentes y académicos ligados al tema educativo. El principal resultado obtenido hasta la fecha por el CARE ha sido un primer documento de orientación del proceso de la reforma que definió líneas centrales de trabajo, como por ejemplo una reformulación de los fines de la educación paraguaya, la educación bilingüe, la reforma del sistema de formación docente, la descentralización educativa, la democratización del sistema educativo, etc.

La reforma educativa es la primera y más responsable instancia e instrumento de cambio para corregir las desigualdades de género y revalorizar el rol de la mujer en la sociedad paraguaya. Lamentablemente, el CARE no ha hecho visible su interés en la problemática de género al no traducirse en informes, documentos, etc., es decir en la memoria escrita del MEC, a pesar de los intentos de la subcomisión llamada democratización la que —en sus inicios— demostró interés en cambiar la imagen estereotipada de la mujer en el sistema educativo. Este interés se diluyó con el tiempo, más que nada porque hasta ahora no existe dentro del CARE ninguna feminista. La Secretaría de la Mujer no tiene el poder necesario para ejercer un rol activo, y sobre todo decisivo, dentro de la conformación eminentemente masculina del CARE. Los avances obtenidos en la reforma curricular son todavía simples puntos de partida para la erradicación del marcado sexismo en la educación paraguaya, el cual ha sido suficientemente estudiado a través de los clásicos indicadores como currículum, textos educativos y docentes.4

Tampoco la coeducación ha sido preocupación del CARE y menos aún de las autoridades del MEC. Hasta hace poco tiempo, en las escuelas mixtas la educación sexual significaba la enseñanza, por ejemplo, de los órganos reproductivos femeninos sólo a las niñas y los masculinos sólo a los niños. Tanto la filosofía como la discusión —pública y/o privada— de un posible proyecto coeducativo no ha sido ni siquiera considerado. La comunicación entre el CARE y la opinión pública se limita a esporádicas declaraciones de sus miembros en la prensa, lo que resulta en una cierta invisibilidad del accionar del grupo.

Evidentemente que el primer y más importante paso es que se reconozca la desigualdad de los sexos, como parte de una “sociedad estratificada”, según Sarubbi, aunque dicha desigualdad no figure en el “universo social paraguayo”.5

La educación básica y los avances de la integración
de la óptica de género

Hasta que la investigación educativa no sea parte constitutiva de la reorganización institucional y administrativa del MEC, la información disponible hasta hoy proviene exclusivamente del material ya publicado, las entrevistas calificadas y del conocimiento de la realidad, puesto que no existen nuevas investigaciones en el área educativa en el Paraguay. Por consiguiente, para este estudio hemos considerado las siguientes como las principales dimensiones del impacto de los Estudios de la Mujer en la educación básica:

  • La renovación curricular

Un importante avance dentro del componente curricular llamado Educación familiar, es que “se orienta para la aceptación de una sexualidad libre de mitos y prejuicios que desarrolle al hombre y a la mujer en todas sus dimensiones ... y ayude a los educandos a comprender y aceptar su sexualidad y respetar la de los demás”.6

El lenguaje deja de ser genérico o solamente masculino, dentro de un discurso de principios que hacen referencia principalmente a la igualdad, la libertad de los sexos y los derechos humanos. Para las mujeres es ya un inicio el que se explicite en el proyecto BID-MEC la participación de la mujer en la guía del diseño curricular, indicando que

de manera especial se buscará la preparación de los niños y las niñas para que puedan superar los patrones de relación sexistas que discriminan a la mujer. Se tenderá más bien a desarrollar situaciones de aprendizaje que les permita aceptar y valorar las características de su propia sexualidad y convivir con las personas del otro sexo.7

Lamentablemente, tampoco en la coordinación del proyecto BID-MEC se ha incorporado a una o un feminista y no sabemos qué implica realmente la llamada participación de la mujer en dicho proyecto.

  • Los textos y material educativo

Un gran avance con respecto a la producción y uso de los textos escolares en la actualidad, además de la creación de un sistema de normas para la elaboración y vigencia de los mismos, es que ya no existen los —por mucho tiempo vigentes— “textos de uso oficial”, condición suficiente para salir al mercado editorial y/o surgimiento de los intereses creados de los/las autores/as, así como de funcionarios involucrados en la selección de dichos textos. En el presente, es la maestra la única responsable de la elección del texto a usarse en la sala de clase.

Entre las acciones tomadas para asegurar los objetivos del programa en cuanto a la atención de la mujer, el MEC incorporó entre los criterios fundamentales para elaborar textos y materiales educativos, el de “desechar estereotipos nacionalistas, étnicos, sexistas, clasistas, religiosos o de otra índole que atenten contra la igualdad y las convivencias sociales y revalore la autoestima”.8

Sin embargo, el primer libro de texto para el primer grado, “Mua-Mua”, que se ha distribuido gratuitamente, sigue con discriminaciones en cuanto al rol de la mujer en el ámbito de su vida cotidiana, confinándola a su rol tradicional de madre, abuela y ama de casa, a pesar de los intentos del CARE en que el nuevo texto trasmita, por lo menos, el cambio de roles.

  • La formación docente

Quizás sea el sector docente, con el 89% de mujeres en la Capital y 76% en el interior del país, el más conservador y menos concientizado con respecto al feminismo, el cual es todavía el gran desconocido y mal tratado aspecto de los avances de la mujer en la última década. Hasta el presente, existe un verdadero divorcio entre la formación docente y los Estudios de la Mujer, debido más que nada al poco interés del MEC en el tema y, específicamente, del Departamento de Formación Docente.

Por consiguiente, la docencia seguirá siendo por algún tiempo más el cuello de botella para lograr la erradicación de la discriminación de la mujer a través del currículum oculto, sobre todo si analizamos la reforma curricular para el sistema de formación docente, en su “versión para validar”, donde no solamente se usa un lenguaje marcadamente sexista sino que tampoco contempla los Estudios de la Mujer en términos de la igualdad de género, como base de una ciudadanía plena para una sociedad democrática y equitativa.9

Si bien el sistema de formación docente es considerado de nivel superior, no tiene el mismo status y —obviamente— prestigio que la educación superior universitaria, y menos aún que la docencia en la universidad.

Recién a partir de 1992 la mujer empieza a ser visible en las estadísticas educativas, ya que los datos se desagregan por sexo, en lo referente a los cargos docentes.

Un cambio importante en la carrera de formación docente es una mayor presencia de la matrícula masculina para la educación básica (21%) y media (32%). Esta atracción del magisterio hacia el sector masculino se debe también a los incrementos salariales de los últimos cinco años, la estabilidad laboral de la carrera docente, y el status del maestro en el liderazgo de su comunidad, principalmente en el sector rural. Sin embargo, el 41,3% de los docentes sin credencial pedagógica pertenece al sector masculino, que con el título de bachiller comienza la carrera del magisterio, normalmente en lugares alejados de las áreas urbanas, para luego ir perfeccionándose en niveles superiores de formación docente y/o pedagogía en alguna de las universidades.

Educación media

Evidentemente la permanencia de la mujer en el nivel medio del sistema educativo paraguayo medida por el porcentaje de aprobados (57% mujeres) es un indicador importante del avance de la modernización. Esta expansión del sector femenino de nivel medio ha significado que un importante contingente de mujeres en las áreas semirural y rural esperan migrar para ingresar al mercado informal de trabajo en los centros urbanos, o a nivel terciario del sector formal.10

Un análisis de la matrícula de la educación técnica y profesional nos muestra la marcada diferencia por sexo de la matrícula en la década 80-90. Del 21% de mujeres matriculadas en la educación técnica posbachillerato en 1985, baja a 10% en 1992, a pesar de la expansión y fortalecimiento de las instituciones educativas del sector público que ofrecen este tipo de estudios. Sin embargo, para 1993 hay 45% de mujeres egresadas de la educación técnica.11 Estos datos reflejan las posibilidades y pricipalmente una nueva actitud de las mujeres hacia las carreras técnicas e incorporación en los niveles de mandos medios de la estructura productiva y económica en general, o de los grandes proyectos nacionales de integración económica.

La universidad en el Paraguay

Características generales

Las dos mayores universidades hasta hoy solamente existían en el Paraguay en 1989: la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y la Universidad Católica (UCA), a pesar de los muchos intentos llevados a cabo por el sector privado no confesional para la creación de nuevas instituciones de educación superior. Éstas inician la oferta educativa en la Capital y en centros urbanos del interior de la República a partir de dicho año. Durante el proceso de transición hacia la democracia y el primer gobierno presidido por un civil que tiene el país a partir de 1993, después de más de tres décadas de gobiernos militares, surgen siete universidades privadas en el área de la educación terciaria.

La universidad paraguaya, en su concepción genérica, tiene un papel profesionalista, selectivo, orientado a apoyar y no a intervenir en las cuestiones nacionales y constituye el mejor ejemplo de una institución educativa que se ha quedado en el tiempo y naufraga en una incapacidad de adaptarse a la transformación social, política y cultural del país. Su característica de formador de profesionales y técnicos, en carreras separadas del contexto socioeconómico concreto, la convierten, principalmente, en una distribuidora de credenciales de educación superior.

Por otro lado, la creciente incapacidad del Estado para incrementar el gasto público en educación en general, y particularmente en la educación superior, unida a la creciente crisis económica y social, son condicionantes para la admisión de un estudiantado que trabaja tiempo completo, asistiendo —generalmente— a carreras nocturnas de bajo costo y deficiente calidad, resultante en un pobre rendimiento académico.

Los currículos, planes y programas de estudios se mantienen, en la práctica, generalmente desvinculados de los avances del conocimiento; de los requerimientos provenientes de los cambios sociales, políticos, económicos y culturales; así como de las necesidades planteadas por el sistema productivo. El escaso desarrollo industrial y creciente auge de la actividad comercial-especulativa llevan a la concentración de la matrícula en el área de las ciencias económicas y afines, y en las de apoyo tecnológico-instrumental para las mismas. Una sentida necesidad es la oferta de carreras de corta duración y de mandos medios de nivel superior en áreas orientadas a las necesidades y proyectos de un desarrollo sustentable.

Acceso de la mujer a la universidad

La gran expansión de la educación secundaria en las últimas décadas ha sido una constante y fuerte presión para una mayor apertura y ampliación del sistema universitario. Este se caracteriza por una oferta educativa disfuncional, debido principalmente a la falta de recursos económicos y humanos con que cuentan ambas universidades en la actualidad. Dicha expansión dio lugar al ingreso masivo de mujeres al sistema educativo.

A comienzos de la década de los 90, las mujeres integran el 48% de la matrícula primaria, 57% de la secundaria y 54% de la educación superior, con marcadas diferencias en cuanto a tipos de estudios, sean éstos tradicionalmente femeninos o masculinos.

Por la misma ubicación geográfica y costo de la oferta educativa de nivel terciario, todo indica que dentro de la misma población femenina es marcadamente diferente para las mujeres de los sectores pobres y rurales. En términos comparativos, la educación superior es cualitativa y cuantitativamente inferior a la de otros países en América Latina.

Segmentación de la educación universitaria

La tradicional segmentación de la matrícula universitaria se encuentra en un marcado proceso de cambio, a favor de una mayoría femenina que ingresa a la UNA en carreras típicamente masculinas. Así, tenemos que en 1993 las mujeres ingresaron a medicina, 53%; economía, 53,4%; arquitectura, 57%; derecho, 50%; ciencias exactas y naturales, 71,4%; veterinaria, 40%, aunque todavía sigue la atracción a las carreras típicamente femeninas.12

Los cambios son producto, no solamente del paulatino y creciente proceso de modernización de la sociedad paraguaya, sino también de la larga y creciente lucha del movimiento de mujeres para la erradicación del sexismo en la educación formal.

Cursos de posgrado

La inexistencia del posgrado en la universidad ha dado lugar a numerosas iniciativas de cursos y seminarios de corta duración en la UNA, UCA y universidades privadas. En su mayoría, son organizados y auspiciados por universidades del exterior, algunas veces de reconocida trayectoria en sus diferentes especialidades, principalmente economía, arquitectura, administración de empresas, y ciencias sociales en general. Sin embargo, dada la falta de normas para el funcionamiento de estos cursos, el posgrado se ha convertido en una actividad surgida no sólo para la generación de recursos económicos tanto para las ONG como para el sistema, sino también para un protagonismo cultural en un contexto caracterizado por la baja calidad del proceso educativo y, especialmente, de la educación superior universitaria.

El bajo rendimiento y creciente deterioro de la calidad de la educación impartida en todo el sistema universitario, así como la extrema limitación en los recursos para solventar sus necesidades de equipamiento, organización y salarios son los factores determinantes de la profunda crisis en que se encuentra en la actualidad.

Docencia universitaria

No hay información disponible diferenciada por sexo en la docencia universitaria. Sabemos que hay más mujeres docentes en la educación básica y secundaria y menos en la educación superior. En esta última, la diferencia es marcada en cuanto a tipo de carreras, ya que la docencia femenina se concentra principalmente en las de humanidades y decrece en las técnicas, como por ejemplo, 17% en veterinaria, 13,4% en agronomía, ninguna en derecho o ingeniería.

Para ejercer la docencia en la universidad es preciso contar con la credencial más alta de la respectiva facultad o con estudios de doctorado de universidades extranjeras o de la UNA y UCA. Este nivel es poco frecuente en la mayoría de las carreras de las ciencias humanas.

La enseñanza, principal y casi única función de la universidad en la actualidad, es llevada a cabo por docentes que masivamente se desempeñan por “horas-clase”, en un tiempo marginal a sus actividades normalmente consideradas principales y con muy baja remuneración. El salario promedio oscila entre US$120 y US$180  mensuales.

Relación ONG y universidad

En el Paraguay, durante el régimen dictatorial, la inteligentzia se ha formado exclusivamente en los centros de investigación no gubernamentales, los que ahora nutren a la universidad de los recursos humanos mejor capacitados y con experiencia en la investigación científica. La falta de formación en el trabajo de investigación de parte de la universidad resulta ahora en la imprescindible necesidad de cooptar investigadores/ras de las ONG y los profesionales formados en el exterior —muchos de ellos exiliados— que retornan al país con maestrías y/o doctorados. Contrariamente, los centros de investigación en otros países latinoamericanos, especialmente en el Cono Sur, formaron los recursos humanos que luego ingresaron en importantes niveles de la administración pública y del gobierno.

Sin lugar a dudas, los mejores profesores con que cuenta hasta ahora el sistema universitario paraguayo en áreas críticas como las ciencias sociales, son los que provienen de las ONG, aunque la desventaja reside en que no pueden ser docentes de tiempo completo ni cuentan con una infraestructura que les permita seguir superándose en términos académicos. Obviamente, la posibilidad de seguir formándose y de publicar son los aspectos favorables para seguir activando en los centros de investigación privados. También es cierto que es fundamental e imprescindible superar la grave crisis económica en la cual se encuentran la mayoría de las ONG en el presente así como la misma universidad, para revitalizar la educación universitaria y la investigación en ciencias sociales.

Estudios de la Mujer en la universidad

Introducción

En América Latina, en general, los Estudios de la Mujer se inician una vez agotadas temáticas como migraciones, mercado de trabajo, campesinado, sindicalismo, pobreza, etc., por un lado. Por otro, surge un importante flujo de financiamiento de los organismos internacionales que influye no sólo en la creación de numerosas y diversas ONG de mujeres y mixtas, formadas, muchas veces, para captar los recursos disponibles para el tema mujer y el surgimiento de la investigación cualitativa. Sin embargo, el mal uso y abuso de la misma, principalmente en base de historias de vida, lleva a un desprestigio de los Estudios de la Mujer que coincide, a su vez, con la drástica disminución de los recursos destinados a América Latina de parte de las entidades financieras y los organismos internacionales en el tema de la mujer.

En los últimos dos años han surgido las primeras iniciativas para introducir el tema género a nivel de la educación universitaria. Es cierto que ya existían en un pasado reciente, pero las mismas dependían del interés y conocimiento de los/las profesores/ras para que dicho tema formara parte de sus respectivas currícula. No obstante, aún son muy contadas las profesoras que están en condiciones de enseñar una temática específica y novedosa en Paraguay como es el feminismo, y conceptos que parecieran no ser comprendidos en todo su alcance por hombres y mujeres: sexualidad, identidad de género, poder, etc., en términos de igualdad y diferencia.

A partir de 1991, comienza la introducción del tema género en la UNA, a través de cursos cortos y seminarios en las Facultades y Escuelas de Ciencias Humanas; fundamentalmente en conjunción con otras áreas como, por ejemplo, población, desarrollo, ilteratura, periodismo, trabajo social, economía, medio ambiente, etc.

En general, los seminarios no son permanentes, poseen una duración diversa y se encuentran bajo la dirección y docencia de profesoras que, en su mayoría, integran la coordinación de mujeres del Paraguay. Lamentablemente no son muchas, y no todas están en condiciones de integrar el staff de profesoras de una u otra universidad, principalmente por no poseer los títulos habilitantes para la docencia universitaria. Recientemente se han llevado a cabo dos iniciativas específicas respecto a la introducción del componente género en la educación superior. Una de ellas fue un curso-taller sobre género y desarrollo con la participación de profesionales de ambos sexos, de organismos gubernamentales y no gubernamentales, auspiciado por SEFEM y la Latin American Studies Association (LASA) en base de los aportes y experiencias existentes en América Latina sobre la capacitación en género, cuyo objetivo fue impulsar la incorporación y desarrollo de esta dimensión en el diseño y ejecución de proyectos de instituciones públicas y privadas.

La otra fue un seminario sobre género en la educación superior, con la participación de reconocidas académicas del exterior. La mayoría de los asistentes pertenecían a ONG, la universidad, partidos políticos y la Secretaría de la Mujer. La mayor importancia de ambas iniciativas es que hayan sido coauspiciadas por el rectorado de la UNA y cuya excelente acogida fue por la oferta educativa en relación con el tema género, indicador del vacío que precisamos llenar en el currículo universitario, en forma más sistemática y prolongada.

Un importante logro dentro de la renovación curricular y específicamente la de la Escuela de Trabajo Social de la UNA es el hecho de que los mismos alumnos hayan elegido —de los siete seminarios que deben escoger para apoyatura de tesis— la temática referida a “aspectos jurídicos y sociales de la mujer”. Si bien estas iniciativas son importantes en cuanto a la integración de la temática de género en la reforma curricular, es preciso que sean evaluadas e impulsadas a las áreas tradicionalmente consideradas masculinas.

La investigación educativa desde la óptica de género

En el Paraguay, un tema que no ha sido parte del debate feminista es la universidad, ni como espacio para la construcción y ejercicio del poder, ni como el camino más directo para lograr una activa transición cultural. En este sentido, tampoco se ha considerado a la investigación educativa como el medio más serio y confiable para el conocimiento del rol de la mujer en la educación terciara y su impacto en los otros ámbitos de la sociedad paraguaya.

Las décadas del 60 y 70 se han caracterizado en América Latina por el énfasis en los estudios sobre el impacto de la escolaridad de la mujer en el mercado de trabajo, y aunque existe una alta correlación entre ambos, no se dieron los cambios significativos y deseados en la estructura de empleos, ni la correspondencia entre el nivel de salarios y la formación educacional. Por otro lado, los resultados de estas investigaciones están orientados por modelos teóricos diferentes. Esto necesariamente conduce a propuestas no siempre congruentes con la realidad, sobre todo si dichos modelos parten de una concepción surgida del y para el universo masculino, debido principalmente a la ausencia de la variable género.13

La perspectiva muy economicista de la mayor parte de las investigaciones en la relación mujer y educación, en cierto sentido, ha perdido de vista una cuestión determinante en la situación de la mujer, tales como las características políticas, sociales y culturales del país. Aquí, habría que incluir como elemento importante de análisis la falta de la dimensión histórica, que resulta en atribuir a la educación un significado idéntico para hombres y mujeres.

Un aspecto que ha sido poco analizado es el que concierne tanto a la mujer como investigadora de la educación en América Latina, como ciertas temáticas en las que realmente la posición de la mujer es invisible, por ejemplo en la filosofía de la educación. La exclusión de las mujeres puede verse como objeto de las corrientes del pensamiento educacional, por los historiadores de la filosofía de la educación, así como sujetos, al revisarse las tablas de contenido, en las cuales las mujeres estudiosas no han sido consideradas y menos aún el género, como un aspecto importante en dicha temática.

También es posible que las investigadoras de la educación consideren que se encuentran entre la espada y la pared. Por un lado, se arriesgan a ser penalizadas por su interés en la educación desde la perspectiva de género por sus propias congéneres, ya que tradicionalmente se ha considerado a la temática fuera del campo propiamente educativo. Por otro lado, las investigadoras que han escrito sobre educación, en general son penalizadas simplemente por ser mujeres. Mientras no exista una igualdad epistemológica para las mujeres en la filosofía de la educación, esta disciplina servirá solamente a la política del patriarcado, aunque sea inconscientemente, ya que al excluirse del ámbito educativo las actividades y experiencias de las mujeres, son las del varón las que proveerán las normas a seguir por ambos sexos.

Finalmente, las preguntas que deseamos dejar para una mayor profundización son: ¿Es la investigación educativa per se la que realmente se precisa para tomar decisiones de política educacional? o ¿Es preciso replantear la investigación educativa a partir de las grandes y crecientes transformaciones de la sociedad latinoamericana y, sobre todo, el avance del feminismo como filosofía y opción de vida?

En el Paraguay, la investigación educativa fue más desarrollada en el sector público en las décadas del 60 y 70, aunque fueron acríticas y marcadamente descriptivas. En el sector privado, especialmente en las ONG, el interés investigativo estaba más en otras áreas del conocimiento. Sin embargo, las variables Mujer y Educación también han estado siempre presentes en los estudios, aunque no desde la óptica de género. La única investigación con esta característica realizada hasta la fecha es Las maestras parvularias y la socialización escolar.14 Sin embargo, en otros estudios, si bien la educación es analizada desde la óptica de género y su impacto social e individual, no es considerada como investigación educativa per se.15

El mayor impacto de los Estudios de la Mujer, en general, además del uso para la movilización de las mujeres, organizadas o no, hacia la gran sensibilización con respecto a los hallazgos, sirven de material de referencia para la elaboración de tesis y tesinas de los/las estudiantes universitarios/as de las carreras de humanidades principalmente. Ni el MEC ni la universidad poseen recursos humanos y económicos para llevar a cabo investigaciones teórico-metodológicas científicamente diseñadas y procesadas.

El tema del género en la investigación, sea ésta referida a la educación o a otra área del conocimiento, es hasta hoy desconocido para los/las profesionales en general, puesto que se considera un tema específico y que sólo las/los feministas pueden llevarla a cabo, así como la enseñanza del mismo.

Temáticas prioritarias

Una revisión de toda la literatura a partir de la inclusión de la variable “mujer” en las ciencias sociales, analizada desde una perspectiva de género, sería muy ilustrativa y útil para comprender mejor las diferencias de antes y ahora de, por ejemplo, mujer y desarrollo, sexualidad, derechos reproductivos, ciencias políticas en función al empoderamiento del género femenino.

Otra temática es la historia, evolución y alcance del feminismo en el presente, de manera de no solamente proveer los instrumentos necesarios para la inclusión de género en los currículos, sino dar al tema el status y prestigio que tiene la educación superior universitaria.

Otro aspecto importante para los procesos democráticos en la mayoría de nuestros países es la reflexión y diseño en torno a las políticas públicas para la mujer, en base de los resultados y prácticas de la ya importante producción de conocimientos en el tema mujer.

Es importante iniciar la reflexión sobre la maternidad y la manipulación genética, así como la biotecnología aplicada al tema de la mujer, desde las técnicas agrícolas hasta las técnicas de fertilidad, infertilidad, etc.

Los grandes desafíos

La falta de conocimientos teórico-metodológicos de la investigación científica, en general, hace que los Estudios de la Mujer revistan una doble problemática: la investigación científica por un lado, y por otro, la teoría desde la perspectiva de género.

La búsqueda y conformación de grupos de actores sociales que lleven a cabo y/o refuercen el proyecto democrático en base del pluralismo de género, de raza, de religión, etc. debería ser la gran responsabilidad y compromiso dentro y fuera de la universidad, de los/las cientistas sociales, y, fundamentalmente, de las/los feministas que luchan por educar en igualdad y equidad.

La credencial educativa (licenciatura, maestría o doctorado) como requisito principal para formar parte del cuerpo docente de la universidad, en general, es uno de los primeros problemas que las mujeres feministas y/o activistas deben resolver a corto o mediano plazo, en el supuesto de que los estudios de género definitivamente formen parte de la política académica universitaria.

Intensificar la conciencia y profundizar el conocimiento de los problemas y necesidades de la mujer con relación a un tema específico, analizándolo desde diversas perspectivas, que responda a las especificidades del país y la región, es también otro desafío.

Las barreras para educar en igualdad

Si bien es cierto que la actual reforma educativa, aún en sus inicios, y la renovación curricular universitaria ya establecida en algunas facultades, escuelas e institutos en la UNA son puntos de partida de procesos educativos y sociales fundamentales para educar en igualdad a la niñez y juventud, es importante también una reflexión de las barreras de diferentes tipos que nosotras precisamos pasar para una actividad académica plena, fructífera y sistemática.

La discusión que las mujeres tenemos delante y que es el gran desafío de la democracia es ¿cómo entendemos el alcance de la igualdad frente a las diferencias biológicas? Hasta ahora el concepto de igualdad se ha entendido, muchas veces, como homogeneidad, olvidando la importancia y el papel fundamental que tiene la diversidad dentro del pluralismo político, cultural, ideológico y sexual.

Barreras culturales

Si bien el acceso de la mujer a la educación superior y universitaria ha aumentado considerablemente, son las barreras culturales las más difíciles de pasar. La organización del trabajo académico en la vida de las mujeres es, después de todo, una extensión de la división sexual del trabajo en la sociedad. Esto significa sostener actitudes corrientes sobre las capacidades y características, las cuales les obstaculizan el avance en la carrera universitaria.

A menudo, las mujeres se ven forzadas a cambiar su cultura a medida que entran en un mundo académico dominado por hombres, donde los estereotipos y convenciones de los roles sexuales tradicionales requieren que la mujer elija entre abandonar ya sea su compromiso para un rígido trabajo académico, o las satisfacciones y gratificaciones provenientes de los afectos y la sexualidad. Así, resulta una red de conflictos psicológicos, familiares y profesionales y de la vida cotidiana de la mujer que ha elegido la opción de la vida académica vis-à-vis la de los afectos.

Barreras institucionales

Los desafíos tienen que ver con las características institucionales, especialmente de las dos universidades mayores. La Católica, por ejemplo, hace uso del Canon 810 como principal mecanismo para prohibir la enseñanza de docentes que no se ajustan a los reglamentos de la iglesia católica en su vida privada, siendo las profesoras las primeras y más visibles víctimas de dicho Canon.

En la UNA, el inconveniente radica en los requisitos académicos formales de admisión al claustro de profesores, que determina contar con el mayor grado de la formación en la institución respectiva, lo cual condiciona la posibilidad de que las activas feministas con mucha preparación en el área específica no puedan formar parte del cuerpo docente por no haber completado la tesis de licenciatura o doctorado.

Barreras económicas

La crisis económica que impacta tanto a la universidad como a las ONG es también un determinante fundamental en la formación y dedicación de las feministas reconocidas para ingresar a la docencia universitaria.

Sin lugar a dudas, la mayor y más importante producción de los Estudios de la Mujer ha surgido de los grupos de mujeres pertenecientes a las organizaciones no gubernamentales. Son las investigadoras feministas las que llevan a cabo el trabajo académico que la universidad no ha producido hasta ahora.

Lamentablemente, la carga administrativa de muchas de las responsables del funcionamiento de las ONG de mujeres, o aun mixtas, es uno de los más serios problemas que enfrentan en la actualidad. La dispersión del trabajo intelectual impide una mayor profundización y excelencia en el resultado final de la mayoría de los estudios.

Estrategias

Las estrategias dependerán de varios factores, como, por ejemplo, nivel de desarrollo del tema género en la sociedad y en la misma universidad; tradición en la investigación científica en ciencias sociales; recursos humanos calificados y capacitados para formar parte de un cuerpo de docentes universitarios/as; dineros disponibles, aceptación de profesores/ras y administración de las diferentes facultades e institutos, etc. Consideramos que algunas estrategias podrían ser las siguientes:

1. La primera gran batalla es lograr que el tema mujer sea reconocido como suficientemente importante como para incluirse dentro de la agenda de discusión, de políticas públicas y académicas, de manera de romper la tradicional resistencia masculina con respecto al tema género, enfatizando que con la sola presencia de mujeres no nos garantiza que realmente se considere la óptica de género y por lo tanto la inclusión de los Estudios de la Mujer en la universidad.

2. La inclusión de los Estudios de la Mujer en disciplinas ajenas y afines al género femenino, no solamente para la enseñanza y la investigación, sino para iniciar y/o reforzar el conocimiento y prestigio de la mujer en el ámbito intelectual, académico y profesional, es de tipo simbólico. Esto consiste en incluir nombres de mujeres autoras de trabajos publicados en las respectivas disciplinas. La importancia simbólica de la aparición frecuente de citas de nombres femeninos acostumbra a los lectores a que las mujeres sean consideradas seriamente como académicas y científicas, visibilizar los silencios y las ausencias de las mujeres académicas, de manera que surjan los interrogantes respecto a dichos vacíos y silencios.

3. La formación de un “semillero” de recursos humanos que aspiren a un nivel académico de mayor excelencia, para formar parte del profesorado universitario a base de actual bagage de conocimientos —teóricos y prácticos— con respecto a la perspectiva de género.

4. La creación de seminarios, cursos cortos, talleres y otras formas, no solamente en torno al conocimiento teórico-metodológico específico del tema género, sino de sensibilización del claustro de docentes, dirigencia y aún de los mismos estudiantes. Estas iniciativas podrían convertirse en las puertas de entrada al currículum universitario en todas las carreras, ya sean las típicamente masculinas o no, para evitar la “ghettización” de los Estudios de la Mujer.

5. La participación activa de las investigadoras y aun activistas feministas de trayectorias reconocidas públicamente en la renovación curricular de la universidad para funcionar como mecanismo de presión ante la dirigencia de las diferentes casas de estudio.

6. Permitir e incentivar tesis de grado sobre estudios de género en carreras no tradicionales para la mujer, como agronomía o veterinaria, para ampliar el campo de estudio e investigación en base de duplas de asesorías. Es decir, un especialista de una carrera no tradicional con una feminista, para incluir la perspectiva de género en dichas carreras.

7. Impulsar la creación de una plataforma institucional a través de compromisos formales con las autoridades de las diferentes casas de estudio de las universidades; para garantizar el apoyo institucional necesario para la inclusión y desarrollo de los estudios de género en la educación superior.

8. Para no “imponer” los Estudios de la Mujer desde adentro de la Universidad, negociar con algún proyecto regional ya en funcionamiento una estrategia política desde fuera, para introducir, impulsar y consolidar dichos estudios en la política académica de la universidad.

9. Crear redes de trabajo, intercambio y solidaridad dentro y fuera de las universidades a nivel nacional, regional e internacional, con mayor énfasis, por la cercanía, entre los países del MERCOSUR.

La mujer y la educación para el MERCOSUR

La integración económica del MERCOSUR a través de acuerdos e incentivos que involucren a la educación formal en todos sus niveles en los países miembros es quizás uno de los pasos más importantes y difíciles del Tratado de Asunción. La importancia radica principalmente en que, siendo el proceso educativo de más largo plazo y permanente, los de tipo económico y comercial —más coyuntural por su misma naturaleza— debería concitar la atención e interés de toda la población y muy especialmente de las de escasos recursos. Sin embargo, el tema del MERCOSUR todavía no es una preocupación en el Paraguay en lo que respecta a la educación formal en sus niveles básico y medio, y menos aún en la formación de profesionales en la educación superior universitaria.

En principio, ya se ha acordado que los países miembros reconocerán los estudios de educación primaria y media, y otorgarán validez a los certificados, títulos y estudios de nivel medio expedidos por instituciones reconocidas tanto públicas como privadas en los países miembros. Este reconocimiento se hará en base de una tabla de equivalencias de carácter colectivo, ya que hasta ahora existen solamente convenios bilaterales, para facilitar el estudio de los migrantes. Un primer requisito es incluir en los respectivos países contenidos curriculares mínimos de historia y geografía de cada uno de los estados involucrados. Sin embargo, aún quedan pendientes los temas de homologación de programas de estudios y la enseñanza del portugués y español en los países de habla hispana y portuguesa respectivamente. El bilingüismo español-guaraní del Paraguay será uno de los desafíos que tendremos que encarar, considerando la extensión y uso de la lengua nativa. El siguiente paso es el estudio de un sistema de reválidas para la educación técnica y universitaria, en vista de la compleja y diferente situación de los subsistemas en los países miembros.

Evidentemente, el MERCOSUR es un nuevo desafío para la mujer en un país donde el sexismo y lo que el mismo implica ha sido tan marcado. Esta es una importante alternativa de ingreso de la mujer a un mundo más competitivo, de nuevas posibilidades laborales y profesionales. En este sentido, los Estados y sobre todo la universidad tienen mayor responsabilidad en facilitar los mecanismos de preparación, acceso y permanencia de la mujer en la educación tecnológica y superior a través de políticas públicas y educativas que apunten a la igualdad real de oportunidades con justicia y equidad en todos los aspectos del sistema social, político y económico a nivel local, nacional y regional, donde la calidad será el determinante principal del impacto de dichas políticas en el sector femenino.

Considerando que los estudios de género tienen validez y status, y forman parte del discurso de políticos, intelectuales y académicos, el gran desafío es la discusión de género entre los hombres y desde su propia perspectiva, ya que hasta ahora los Estudios de la Mujer están fundamentalmente orientados hacia las mujeres.


* Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asesora del Ministerio de la Mujer de Paraguay.


 

NOTAS

1. C. Braslavsky y D. Filmos, comp., Respuestas a la crisis educativa (FLACSO-CLACSO, 1988).

2. Domingo Rivarola, Una sociedad conservadora ante los desafíos de la modernidad (Asunción: Ediciones y Arte, CPES, 1991) 192.

3. Graziella Corvalán y Mirtha Rivarola, Paraguay: Cambios en la situación y condición de la mujer (Asunción: Secretaría de la Mujer, 1994) 82.

4. Graziella Corvalán, Patrones sexistas en la educación paraguaya (Asunción: CPES-GEMPA-BID, 1993) 93.

5. Vicente Sarubbi, “Sobre la reforma de la educación paraguaya”, Propuestas democráticas 1.1.2, 116.

6. Ministerio de Educación y Culto del Paraguay, Sub-Secretaría de Educación, Dpto. de Curriculum, Dpto. de Enseñanza Primaria, Propuestas para la planificación curricular de la educación escolar básica (Asunción: MEC, 1992) 118.

7. Ministerio de Educación y Culto del Paraguay, Banco Interamericano de Desarrollo, Programa de mejoramiento de la educación básica: Plan Operativo 1994 (Asunción).

8. Ministerio de Educación y Culto del Paraguay. Sub-Secretaría de Educación, Dpto. de Curriculum, Dpto. de Formación Docente, La reforma curricular para el sistema de formación docente (versión para validar), 1994.

9. Corvalán, Patrones sexistas, op cit..

10. Graziella Corvalán y María Eugenia Arce, El sector informal en el Paraguay: Empleadas domésticas y vendedoras ambulantes (Asunción: CPES-GEMPA, 1990) 2l9.

11. Ministerio de Educación y Culto del Paraguay, Departamento de Educación Técnica y Formación Profesional (datos provisionales). Asunción, 1993.

12. Corvalán, Patrones sexistas, op. cit.

13. Graziella Corvalán, Mujer y educación en América Latina y el Caribe, Cuadernos de discusión (Asunción: CPES, 1990) 64.

14. Laura Zayas, Las maestras parvularias y la socialización escolar (Asunción: GEMPA-CPES, 1993) 133, op cit.

15. Corvalán y Arce, El sector informal.