ESTUDIOS DE LA MUJER
Y RELACIONES DE GÉNERO EN BRASIL

Fúlvia Rosemberg*

El área de “Estudios e investigaciones sobre la mujer en el Brasil”, surgió y se desarrolló en un escenario político, educativo y científico bastante peculiar, confiriéndole marcas específicas que, a veces, causan asombro entre los observadores foráneos, principalmente cuando es comparada con las experiencias norteamericana y europea (Rosemberg 1993).

Las peculiaridades señaladas en la experiencia brasilera se refieren a: 1) privilegiar la investigación en detrimento de la enseñanza; 2) elegir la posgraduación, en vez del ciclo de grado, cuando su ámbito es la universidad; 3) extender su acción hacia afuera de la universidad. Así, la academia ha sido y sigue siendo, apenas uno de los contextos en que se ha dado la producción y divulgación de conocimientos sobre la mujer/relaciones de género.

Otros escenarios han sido utilizados por académicas, universitarias e intelectuales que, en los partidos políticos, en la Iglesia católica, en los grupos feministas e instituciones gubernamentales y no gubernamentales, produjeron ensayos, reflexiones e investigaciones sobre la condición femenina, enfocados hacia la superación de la subordinación de las mujeres.

Si en los Estados Unidos, el Women’s Studies fue el brazo académico del feminismo; en Brasil, desde su inicio, los estudios e investigaciones sobre la mujer fueron el brazo feminista de mujeres universitarias. Es decir, el área de estudios sobre la mujer fue una de las formas específicas de reacción de parte de la intelectualidad brasilera, las mujeres, a la dinámica política, educativa y científica nacional. Por consiguiente —éste es uno de los argumentos que persigo en el presente texto— los Estudios sobre la Mujer/Relaciones de Género presentan contornos semejantes a los estudios e investigaciones en las ciencias humanas en las últimas décadas en Brasil.

El gobierno militar, instaurado en el país en 1964, el proceso de redemocratización de los años 80 y la búsqueda de una sociedad más equitativa, constituyen el escenario político en que se movilizaron intelectuales, científicas y académicas feministas dentro y fuera de la academia. La expansión de la enseñanza superior en los años 60 (una de las formas de control gubernamental de la movilización estudiantil y de buscar la modernización), principalmente a través de los cursos en el área de humanidades, amplió las posibilidades educativas para mujeres de clase media y les abrió nuevas experiencias políticas, sociales y profesionales. Cuando en 1975 las Naciones Unidas decretó el Año internacional de la mujer durante la vigencia del gobierno militar, Brasil ya contaba con un buen número de universitarias sensibilizadas por el ideario feminista.

El movimiento feminista en el Brasil se formó en el escenario político de la dictadura militar:

las militantes de los movimientos clandestinos torturadas sexualmente en las prisiones de la dictadura; en la lucha por la amnistía; en los movimientos contra la violencia del Estado contra el cuerpo de la mujer; en la lucha por las igualdades legales; en la lucha por la democracia; contra la pobreza; a favor de la mujer sin tierra; etc. No es exagerado afirmar que los grupos de reflexión y las cuestiones de sexualidad, tan presentes en el movimiento feminista de la década del 70 en los países del Primer Mundo, llegaba al Brasil como tributarios de otras luchas y no como el nacimiento de la lucha feminista en el país. El Brasil es un país con contradicciones tan profundas que es casi imposible la constitución de temas de nuevas luchas que no se constituyan también a partir de las mayores. (Pinto 1987, 1)

Es, por lo tanto, en el contexto de los movimientos sociales emergentes de resistencia a la opresión política, social y económica que se constituye el sujeto mujer, actor político, actor académico, sujeto y objeto de acciones e investigaciones;

... el movimiento de las mujeres en el Brasil surge con una doble identidad: por un lado era parte del movimiento contra la dictadura, ya que muchas de sus militantes pertenecían a grupos de resistencia; por otro, se presentaba como un actor social nuevo en la lucha por el reconocimiento de la mujer en cuanto a la problemática social. (Barsted y Reis 1994, 7)

El gobierno militar persiguió la modernización del país no sólo a través de la ampliación de vacantes en las universidades, sino también del estímulo al posgrado. Se organizaron en el país, asociaciones de posgrado en las áreas de Ciencias Humanas, en especial en la Asociación Nacional de Posgraduación en Ciencias Sociales (ANPOCS) que desempeñó un papel político importante durante y después del régimen militar.

Para entender la constitución y el desarrollo del área de Estudios sobre la Mujer/Relaciones de Género, se debe ver el papel desempeñado por la intelectualidad brasilera en sus relaciones con el Estado y la sociedad en general. En el sutil e instigante libro Los intelectuales y la política en el Brasil, Daniel Pécaut (1990) evidencia cómo en el Brasil, a diferencia de lo ocurrido en el resto de América Latina y en especial de Argentina, durante la dictadura militar “el medio intelectual en su conjunto continúa siendo un actor político esencial” (Pécaut 1990, 195). Para explicar esta particularidad destaca tres factores: la estabilidad relativa y la propagación de ciertas instituciones intelectuales —universidades y centros autónomos de investigación, como el Centro Brasilero de Análisis y Planeamiento (CEBRAP)— que, a pesar de verse debilitadas y sometidas a la vigilancia política, continúan su accionar como centros de socialización; la capacidad de intelectuales de la oposición de mantener una cierta cohesión funcionando, a veces, como un subsistema político; las contradicciones del propio gobierno en relación a los intelectuales que reprime “con mano pesada, pero financia generosamente el desarrollo sin precedentes de las Ciencias Sociales” (Pécaut 1990, 195-196). De este modo, en 1978, Roberto Schwartz escribía:

A pesar de la dictadura de la derecha, hay relativa hegemonía cultural de la izquierda en el país. Puede verse en las librerías de São Paulo y Río, llenas de marxismo, en los estrenos teatrales increíblemente festivos y febriles, a la vez amenazadas de invasión policial, en la movilización estudiantil o en las proclamaciones del clero avanzado. En suma, en los santuarios de la cultura burguesa, la izquierda da el tono. (Schwartz 1978, 62)

Esto es:

el Brasil no es la Argentina. En este último país, cada ruptura política se traduce en una gran crisis de las instituciones intelectuales .... Nada de eso ocurre en el Brasil. Las instituciones subsisten a pesar de la represión política. (Pécaut 1990, 262)

El desarrollo de las Ciencias Sociales fue parte del proyecto de modernización del gobierno militar, y los cientistas sociales se “profesionalizaron”, ampliando su competencia a través de cursos de posgrado realizados en el Brasil y en el exterior, creando su asociación de posgrado.

Las mujeres brasileras, a través del acceso masivo a la universidad a partir de los años 60, participaron en la constitución de esta intelectualidad: las humanidades y letras constituyen un reducto de mujeres en la universidad y en las agencias nacionales de fomento.1 Por consiguiente, en el Brasil, el área de Estudios de la Mujer/Relaciones de Género fue creada y se expandió, simultáneamente a la creación e institucionalización de las humanidades. En cierto sentido, estudios de la mujer/género fueron creados y creadores de las humanidades/letras, de la misma forma que otros temas recortados en el período. Ahora bien, el modelo de organización de la graduación y posgraduación en el país, ha privilegiado el recorte disciplinario (y no temático), lo que explica, parcialmente, el privilegio de la investigación y no de los cursos sobre la mujer. Un curso temático sobre la mujer en la graduación implicaría la adopción de un currículo interdisciplinario, modelo de organización apenas conocido en la posgraduación. Además, en los cursos de ciencias sociales del marxismo (muchas veces de su vulgarización), el fuerte énfasis puede explicar el privilegio de la posgraduación y de los centros autónomos de investigación (como la Fundación Carlos Chagas y el IUPERJ), como locales de producción y divulgación de conocimientos sobre la mujer.

Esta estrecha relación de los Estudios de la Mujer con el desarrollo de los posgrados en humanidades refleja y explica puntos fuertes y débiles del área: su expansión y penetración en la universidad; el predominio de las mujeres blancas entre las académicas y como tema de investigación; su concentración en las regiones sur-sureste, áreas más desarrolladas del país; apoyo de las agencias de fomento a través del financiamiento que privilegia pequeños proyectos individuales; la aparente dispersión de estudios e investigaciones, cuestiones que serán tratadas en el transcurso del texto.

Un poco de historia

Distingo dos momentos en esta historia de los estudios e investigaciones sobre la mujer/género en el Brasil: una primera fase, cuando el foco era visibilizar la cuestión mujer; una segunda fase, de mayor institucionalización, con la ampliación temática y profundización teórica que motivaron el surgimiento de estudios e investigaciones principalmente en torno al concepto de género.

Tematizando la cuestión mujer

Tematizar la cuestión mujer en los años 70, en medio del régimen autoritario, significó sostener un delicado equilibrio entre ubicarse en la oposición al gobierno militar y crear un discurso nuevo, por diferencia. Esto ocurrió a través de demarcaciones de semejanzas y diferencias: semejanzas entre las mujeres del Brasil; diferencias entre el feminismo brasilero y corrientes sexistas o separatistas del primer mundo. Se expurgaron desde el inicio del ideario feminista temas que desestabilizasen el equilibrio: la sexualidad, el control sobre el propio cuerpo. La Iglesia católica (que en el momento organizaba al “pueblo” en las comunidades eclesiásticas de base y a las mujeres en los clubes de madres) y las izquierdas se aliaban en el repudio al control de la natalidad (Barsted 1992).

De esta manera, la crítica de las mujeres a los postulados ortodoxos de las izquierdas, en este primer momento, se dio en su interior: el sujeto del feminismo brasilero y de los estudios sobre la mujer de los años 70 fue la mujer trabajadora. A través del trabajo de la mujer se cuestionaban los paradigmas teóricos del marxismo y se dialogaba con la corriente liberal del feminismo que veía en el trabajo profesional la liberación del ama de casa (Sarti 1988, 42). El tema estaba en el aire. Algunas tesis y disertaciones sobre la mujer eran defendidas en las universidades, al mismo tiempo que el posgrado se expandía y las humanidades eran reconocidas como ciencias legítimas al lado de las exactas, biológicas y de la tierra. La imprenta clandestina y alternativa debatía (de forma esporádica) la condición de la mujer.

Investigadoras feministas experimentamos formas alternativas de trabajo, intentando romper el ghetto académico, buscando una aproximación con el “pueblo”: en nuestro caso, la mujer pobre y la militancia feminista que a ella tenía acceso. No éramos originales. “Los intelectuales representan el distanciamiento, las hojas sin raíces, la reflexión sin pasión, la verdad sin sufrimiento, la luz sin fuente de energía. El pueblo está enraizado, el intelectual desenraizado; el pueblo arraigado, y el intelectual desarraigado .... Hay, entonces, un proyecto de fusión, de ligazón cultural, del cual emergería idealmente una articulación entre pertenencias y distanciamientos”, escribió Hugo Lovisolo al respecto del educador popular del final de los años 70 (Lovisolo 1990, 35). En el mismo sentido, Daniel Pécaut (1990), evaluando la constitución de la intelectualidad de oposición como actor político durante y después de la dictadura brasilera, destaca que, además de la competencia profesional, el prestigio del intelectual en aquel momento provenía también de su intervención política.

De hecho, esa intelligentzia de oposición redescubre para sí, más que nunca, un destino de actor político, un actor que se coloca ‘encima de la sociedad’, ni se rinde a los placeres de la ideología, a partir de ahí, se instala dentro de la sociedad y al sistema de relaciones de fuerza. (Pécaut 1990, 280)

Entre las feministas, académicas o no, la pertenencia era reafirmada por la búsqueda de “nosotras mujeres”. Se confirmaba en las discusiones metodológicas. Se experimentaban metodologías participativas, se procuraba romper con el lenguaje de la élites, se recorrían otros canales de comunicación. Atendían múltiples públicos a través del habla y de la escritura. En este período los registros se confundían, los discursos se interpenetraban. Académicas también militaban, militantes también investigaban. La empresa femenina fue al mismo tiempo instrumento de investigación para militantes y de divulgación para investigadoras académicas (Moraes 1985, 17). A pesar de no haber vivido un idilio, y que las tensiones afloran a la memoria, feministas e investigadoras conjuntamente “tornaron visible lo invisible” al denunciar la subordinación de las mujeres.

El convencimiento del otro impregnó textos y discursos de estas mujeres; para persuadir al compañero militante de izquierda, a la mujer “alienada”, a la administración gubernamental, a las agencias de financiamiento, los pares en la academia; convencer que la mujer es efectivamente oprimida, que la causa de la liberación de la mujer es justa, importante, no divisionista, seria y oportuna; reforzando la opción de escribir de modo fácil, asimilable, este estilo generó, algunas veces, producciones simplificadoras, reduccionistas y contradictorias en el plano teórico-conceptual; en suma, insatisfactorias para la identidad académica.

La insatisfacción con la propia producción, la nueva fase del movimiento de mujeres acaecida con la apertura política en las transformaciones de la década del 80 (diversificando temas, discursos y prácticas del feminismo), principalmente luego del retorno al país de las exiladas en 1978, y la mayor seguridad —profesional de las académicas, política de las militantes— construyeron el puente para la institucionalización del área.

“Una actividad militante intensa es incompatible con la vida académica: ella puede ser puesta de modo transitorio en momentos determinados” (Fernandes 1977). Estas palabras de Florestan Fernandes fueron reiteradas, casi litúrgicamente, por académicas en 1984, durante un seminario nacional de evaluación de la producción académica. Fueron 25 comunicaciones insatisfechas con lo que se estaba viviendo. Se evaluó la producción duramente:

estudios de carácter descriptivo y exploratorio, reiterativos, protocolos de subordinación femenina... Discurso intimista y persuasivo, cargado de sentido común, generalizador, monótonamente repetitivo y quejoso, discurso que nos unió en la falta... Ghetto, entesoramiento de informaciones que se cerraban en sí mismas, postura narcisista... Centradas en sí mismas, las mujeres veían a los hombres y se veían por la mitad.2

En suma: “ser intelectual orgánico del movimiento de liberación de las mujeres fue una carga pesada por demás”.3

A la crítica siguieron algunas exhortaciones: “necesitamos elaborar nuestros conceptos y reafirmar nuestras herramientas. Ver a la mujer en una perspectiva relacional”. “Recuperar la singularidad. Comprender los dispositivos constituyentes de esa nueva individualidad. Relacionar los Estudios de la Mujer con las Ciencias Sociales. Salir del ghetto”.4 Como escribiera Verna Stolcke, en el relatorio para la Fundación Ford:

hubo un sentimiento dominante de que la investigación sobre la mujer en el Brasil llegó al fin de un período. Ahora, se hace necesario un paso cualitativo para superar los impasses teóricos en un contexto en que aumentaron las solicitudes a las investigadoras feministas para elaborar proyectos de acción. (Stolcke 1984, 8)

Institucionalización de los estudios sobre relaciones de género

La década del 80 ha sido considerada como el período en que se dio la institucionalización del feminismo en sus vertientes militante y académica.

En la vertiente militante, se percibe un proceso de profesionalización de antiguos y nuevos grupos, adoptando un modelo de organización más formal —las ONG feministas al servicio del movimiento de mujeres— ampliando el eje temático, liberándose de los límites consensuales que garantizaban las manifestaciones unitarias de los años 70. Entonces, violencia contra la mujer, sexualidad, mujer negra, fueron cuestiones añadidas a la agenda feminista. Muchos grupos ampliaron sus actividades incluyendo, al lado de la concientización y de la organización de las mujeres, la prestación de servicios: apoyo en situación de violencia doméstica, abrigo, examen ginecológico, asesoría. Algunos incluyeron también, entre sus objetivos, la realización de investigaciones y estudios. Algunas mujeres universitarias pasaron a construir su trabajo en este escenario, que puede tolerar, ahora, profesionales y no apenas militantes voluntarias.

Otro escenario de institucionalización del movimiento de mujeres en la década del 80 fue el Estado. En 1982, con la victoria de las oposiciones en las primera elecciones estatales libres después del golpe militar y el fin del bipartidismo privilegiado durante la dictadura, se iniciaron discusiones y negociaciones para la participación de los movimientos sociales organizados en el gobierno democrático recién electo. La participación de intelectuales, también de oposición, en ciertos escalones de la administración pública brasilera tuvo lugar asimismo durante los gobiernos militares:

no es exagerado afirmar que la mayoría de los cuadros medios de los organismos estatales y paraestatales en funciones de planeamiento y similares estaban formados por ‘intelectuales críticos’. (Sorj 1984, 6)

En el movimiento de mujeres, participar de la política fue el dilema de los años 80.

El período post-dictadura abrió algunas vertientes al movimiento de mujeres actuando en los movimientos sociales: entrar para el legislativo, para el ejecutivo .... La decisión tuvo una cuña, antes que nada, partidaria. Las mujeres optaron por cada una de las vertientes, bien movidas por las directrices de sus grupos, bien por opciones personales. (Blay 1988)

No sólo las mujeres descubrieron la “gran política”, como también “las izquierdas” descubrieron la “cuestión de las mujeres” (Shumaher y Vargas 1993, 352). De este modo, en 1983, fue creado en São Paulo el Consejo Estatal de la Condición Femenina. Esta decisión fue precedida de una intensa discusión entre feministas. Se temía a la burocracia estatal vis á vis el movimiento autónomo y la deglución de las reales necesidades de las mujeres por la ideología partidaria (Ardaillon 1989).

Las consejeras representaron tanto los movimientos de la sociedad civil como las Secretarías de Estado. Académicas en el sentido estricto, esto es, profesoras universitarias e investigadoras, compusieron el Consejo, junto con otras mujeres (del movimiento autónomo, de sindicatos y de partidos políticos) en cuanto representantes de la sociedad civil por su vinculación a grupos militantes. Su programa de acción —que propone formular una política global para la mujer en el ámbito del Estado de São Paulo, mirando el establecimiento de la igualdad social entre los sexos— preveía también la promoción de estudios, debates e investigaciones sobre la condición de la mujer.

La experiencia de São Paulo se extendió progresivamente a otros estados, municipios (habiendo 34 consejos estatales y municipales en 1990) y a la federación. Durante la campaña para elecciones directas a la presidencia de la república (1984), feministas organizadas en partidos políticos discutieron la creación del Consejo Nacional de los Derechos de la Mujer (CNDM), materializándose en 1985. Este frente de actuación de las feministas evidencia, también, una interacción estrecha entre militancia y academia, mas ahora en el plano institucional. Las académicas feministas no sólo integraron los Consejos, sino que también fomentaron la producción y divulgación de conocimientos. Actuando a través de equipos que se especializaron en temas originados por la agenda feminista (trabajo, salud, jardines maternales, violencia, educación), las campañas y propuestas de los Consejos se apoyaron en los conocimientos ya acumulados sobre las condiciones de vida de las mujeres y suscitaron nuevos estudios e investigaciones. Encomendaron investigaciones a grupos externos, constituyeron equipos internos para investigar nuevos temas, organizaron seminarios, charlas, encuentros, publicaron libros y folletos, convocaron académicas para deponer en las comisiones de la Asamblea Nacional constituyente donde se debatían las propuestas de las mujeres para la nueva constitución (promulgada en 1988), proyecto que movilizó a la nación después de la apertura política.

En 1987, el Consejo Nacional desarrolló acciones más estrictamente ligadas a las prácticas tradicionales de los Women’s Studies: lanzó un “programa de apoyo a tesis sobre la cuestión de la mujer” y la campaña nacional “discutiendo en la escuela el papel de la mujer en la sociedad”, que se configuró con una intervención antisexista en el currículo escolar de primaria y secundaria del sistema público de enseñanza. Evaluaciones de ambas iniciativas insistieron en la necesidad de que las experiencias continuasen. No obstante el empuje del Consejo Nacional, ya al final del gobierno del presidente Sarney (1987), se retiró este escenario del palco feminista.

Respecto al CNDM, no consiguió “mantener su posición de puesto avanzado del movimiento feminista, tornándose más en un conjunto de cargos a disposición del gobierno federal” (Pinto 1992, 144). Los Estudios de la Mujer/Relaciones de Género conocieron un proceso continuo de crecimiento e institucionalización en las universidades y en los centros de investigación durante toda la década del 80 e inicio de los años 90. La expansión, si no se configura como espectacular, ha sido continuada y notable a través de varios indicadores. Hay evidencias del aumento del número de tesis defendidas, de provisión de cursos de posgrado y también en el ciclo de grado (Costa et al 1985; Barroso 1987; Saffioti 1990). Prácticamente todas las asociaciones profesionales y de posgrado en Ciencias Sociales y Letras contaron con por lo menos un grupo de trabajo sobre mujer/género. “Estos grupos se han configurado como principales responsables por la introducción del concepto de género en la corriente principal de las Ciencias Humanas” (Costa 1994, 406), teniendo en cuenta su articulación con el campo disciplinario que los alberga (educación, demografía, letras, antropología, historia, etc.) y su vocación interdisciplinaria (los grupos de trabajo son temáticos, como por ejemplo: la mujer en la fuerza de trabajo; familia).5

Al mismo tiempo, otras disciplinas y nuevos temas ganaron relevancia, perturbando el monopolio de la sociología. Psicología, historia, derecho, demografía, ecología, literatura entraron en escena buscando comprender la construcción de la identidad de género, develar prácticas de resistencia en lo cotidiano de nuestras antepasadas, identificar una escritura femenina, tratar el tema del aborto (su incidencia, por ejemplo) extendiendo el diálogo más allá del binomio marxismo-trabajo. Los cursos de posgrado perdieron el carácter generalista de los primeros tiempos y se volvieron hacia cuestiones específicas en el interior de las disciplinas o con enfoque interdisciplinario; “nacionalismo y sexualidad en el Brasil”, “mujer, sexualidad y trabajo”, “la tranversalidad del género en las Ciencias Sociales”, son algunos ejemplos recientes. En 1993, se creó un programa de doctorado específico (el único en el país), en la Universidad de Campinas.

Hay algunas evidencias de que la temática mujer/género se viene infiltrando en la universidad, no siendo monopolio de algunas pocas especialistas, o de núcleos de investigación/estudios específicos. El análisis de disertaciones/tesis defendidas en las Universidad de São Paulo (Blay 1990) evidencia que han sido acogidos/as por profesores/as no siempre reconocidos/as como “mujerólogos/as”.6 Por otro lado, el análisis de currículum de académicas relevantes7 evidencia que su actuación no es exclusiva en el área de Estudios de la Mujer/Relaciones de Género (Rosemberg 1993).

La expansión del área recorrió las brechas provocadas por la propia institucionalización de las humanidades en la universidad brasilera, oportunidades adoptadas por académicas, muchas de ellas ya iniciadas en la temática y disponiendo de un currículum competitivo.

La diversidad de enfoques dificulta la construcción de un balance teórico global para el área. El balance posible es genérico: una preocupación creciente, pero no unánime, con la construcción social de los géneros. El pasaje del concepto de sexo (los estudios sobre la mujer) al de género no gana unanimidades ni ocurre sin dificultades, “pues podría llevar a un mayor realce del poder explicativo de la dimensión simbólica, en detrimento de la estructural, bien como a oscurecer una perspectiva políticamente transformadora, que siempre fue la marca de los Estudios de la Mujer” (Costa y Bruschini 1992, 8). Para algunas, el pasaje para estudios/investigaciones sobre género es más tolerada, académicamente más aceptable: “para la academia es mucho más fácil asimilar los estudios de género que el feminismo, siempre identificado por los sectores más resistentes con la militancia y no con la ciencia” (Costa y Sardenberg 1994, 389). Aquí, el foco del debate gira en torno de la perspectiva transformadora, políticamente comprometida, que siempre marcó al área de estudios sobre la mujer. Lo que está en juego es la oportunidad y posibilidad de integración entre una perspectiva política feminista y un concepto relacional, que, como en otros lugares (Izquierdo 1994) se viene caracterizando, también por uso abusivo o inadecuado. Si el concepto de género permitió romper con el cerco del ghetto, para algunas tuvo efecto perverso de tornar a las mujeres invisibles (Costa y Sardenberg 1994).

En el plano metodológico se observa una convivencia auspiciosa entre metodologías cualitativas y cuantitativas (Bruschini 1992), perdiéndose en el rencor y el temor de uso de datos macro-estructurales que vienen, gradualmente, incorporando aspectos relativos a las relaciones de género. Académicas feministas están participando de la discusión con el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE), notándose mejoría de la calidad de la información en la perspectiva del género.

Los núcleos

El aislamiento que conocieron en el inicio (debilitador) y el deseo de cambio, estimularon la creación de núcleos universitarios de Estudios e investigación sobre mujer/género. La experiencia, habiéndose iniciado en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro en 1981, progresó cautelosamente en un primer momento, contándose al final de la década con una veintena de núcleos. Algunos textos recientes hablan de cuarenta, o posiblemente cincuenta, incluyendo la nueva organización de núcleos temáticos del posgrado, estimulada por la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (CAPES), pero que divergen en sus organizaciones iniciales.

En 1991 se realizó el “Primer encuentro nacional de núcleos de estudios sobre la mujer en las universidades brasileras”, promovido por el NEMGE/USP, en São Paulo. Del balance realizado se observó que algunos núcleos que actuan en las áreas de enseñanza, investigación y extensión, parecen convivir con tensiones antiguas acontecidas en la relación entre universidad y militancia feminista, hipertrofiando la relación con la comunidad y las instituciones gubernamentales. Enfrentaron dilemas nuevos en el transcurso de su institucionalización, algunos de ellos específicos de la práctica docente:

¿Una disciplina sobre mujer/género debe ser optativa u obligatoria? ¿A quién atender?, ¿A los interesados o a los ya iniciados? ¿Cómo conseguir que nuestras profesoras y profesores ... incorporen que el sujeto de aprendizaje, en su mayoría y en estas áreas, es ante todo ... una mujer?. (Costa y Blay 1992)

La acción de los núcleos se extiende más allá de la investigación y la enseñanza: participan de actividades de extensión para la comunidad externa a la universidad; buscan captar recursos para la investigación; desempeñan acciones de advocacy y consultoría junto a órganos públicos; actúan como centros de animación cultural (Costa 1993, 10).

Comparte, con los demás núcleos especializados en otras temáticas, las insuficiencias del sistema universitario y de posgrado: equipamiento mínimo; poca o ninguna informatización; pobreza de recursos; carencia de documentación. “La relación entre cursos y núcleos no es lineal” (Costa 1994, 10). En principio, los núcleos no ofrecen cursos regulares; ni todos/as los/as investigadores/as sobre mujer/género de una universidad participan del núcleo allí existente. A pesar del avance de la creación de los núcleos de Estudio de la Mujer/Relaciones de Género, no constituyen formalmente un área de enseñanza e investigación en el Brasil” (Costa 1994, 401). En una evaluación reciente, los núcleos de estudios sobre la mujer/género señalaban su fragilidad debido al número aún pequeño de académicas. Una tesis, una beca más larga en el exterior pueden interrumpir temporariamente las actividades de ciertos núcleos. Asimismo, somos muy pocas actuando en una red cuya trama viene siendo tejida informalmente, siguiendo trayectos imprevisibles. Para estrechar relaciones entre investigadores/as en el área, fue creada, en agosto de 1994, la Red Nacional de Estudios e Investigaciones Feministas (REDEFEM).

Es necesario destacar que, además de los núcleos universitarios, muchas ONG constituyen centros de producción y divulgación de conocimientos, a través de investigaciones, debates, seminarios, realizados paralelamente a una intervención más directa. Recordamos, por ejemplo, centros como S.O.S. Corpo de Recife, CEPIA en Río de Janeiro, y la Fundación Carlos Chagas, entre otros. Esta institución ha sido la responsable de la organización de los concursos para subsidios de investigación sobre la mujer (ver más adelante).

Financiamiento

El financiamiento también ha sido apuntado entre los determinantes de la institucionalización del área. Como en cualquier otro campo de la producción científica en el país, las académicas vienen recibiendo apoyo de las agencias nacionales exteriores a la universidad. También, como cualquier otra área en las universidades, los recursos son principalmente destinados a investigadores/as individuales y para pequeños proyectos. Hay quien considera que esta práctica de las financieras ha facilitado el propio desarrollo de los estudios sobre la mujer: el pequeño riesgo que las instituciones correrían daría ocasión a osadías, la presentación de proyectos sobre temáticas esdrújulas, en el caso de mujer/género. Pero el financiar apenas pequeños proyectos aislados refuerza la fragmentación del conocimiento, dificulta la formación de equipos, la manutención de una producción continua con renovación de cuadros. Algunas de estas secuelas, en el caso de los Estudios de la Mujer/Relaciones de Género, fueron mitigadas por el apoyo continuo que el área viene recibiendo de la Fundación Ford desde 1978.

El concurso

Una de las iniciativas importantes para dinamizar el área (y tal vez la más original en América Latina) fue la realización de seis concursos para subsidios de investigación sobre la mujer, experiencia iniciada en 1978, organizada por el Departamento de Investigaciones Educativas de la Fundación Carlos Chagas (uno de los centros independientes de investigación), con apoyo financiero de la Fundación Ford.

Planeando estimular la producción de investigaciones sobre un tema, el concurso presenta una configuración original por desempeñar un papel pedagógico “en la formación y en el perfeccionamiento teórico-metodológico de jóvenes investigadores y en el estímulo y apoyo a los más experimentados” (Bruschini et al 1994, 4). El concurso se particulariza no sólo por la realización de seminarios para acompañamiento de los trabajos, sino también por la flexibilidad de los criterios de inscripción (el vínculo institucional o académico no constituye un pre-requisito) por la revisión constante de su dirección (en el último se privilegió el área de educación por su relativa fragilidad en el escenario nacional) y por la preocupación con la divulgación de las investigaciones financiadas.

En estos 16 años de actividades, el concurso aprobó 135 proyectos “en diversas áreas del conocimiento, entre los 855 enviados de todas las regiones del país” (Bruschini et al 1994, 4). El concurso auxilió la elaboración de aproximadamente 40 tesis sobre diferentes temáticas en el área de los estudios de la mujer y la publicación de libros y artículos. En suma, tanto en la evaluación de las organizadoras, como en comisiones evaluadoras de los becarios, el concurso ha sido considerado como una importante iniciativa de estímulo para la producción en el área.

Publicaciones

La producción brasilera sobre mujer/relaciones de género es amplia y diversificada, exigiendo su sistematización a través de bases de datos informatizadas y de la actualización bibliográfica. Al final de la década del 70, el colectivo de mujeres de la Fundación Carlos Chagas relevó y organizó la bibliografía disponible hasta 1975, dando origen a la Bibliografía anotada sobre la mujer brasilera en dos volúmenes (1980). A partir de entonces, algunos recortes disciplinarios fueron actualizados de forma más o menos extensa. Ejemplos: Mulher e educação formal no Brasil: estado da arte e bibiografía (Rosemberg et al. 1990) y las bibliografías sobre trabajo, familia y feminismo, menos extensas, publicadas en el Boletín Bibliográfico (BIB) de la ANPOCS (Correa 1984; Goldberg 1989; Pena 1989).

También desde los años 70 fueron publicados libros conteniendo balances, relativamente periódicos y actualizados, sobre la situación de la mujer en diferentes esferas de la vida social (trabajo, salud, educación, política, movimientos sociales). Así por ejemplo, Mujer, sociedad y estado (Barroso 1982); Una evaluación de la década de la mujer, elaborado a pedido del Consejo Estatal de la Condición Femenina (CEF) de São Paulo incluyendo los temas anteriormente mencionados y, además, de la mujer negra (CEF. Ed Nobel 1985); y lo más reciente, Mulher brasillira é assim (Saffioti y Muñoz Vargas 1994).

Tal vez el balance más extenso e interesante sobre la producción académica brasilera en el área sea el libro Una cuestión de género compilado por Albertina de O. Costa y Cristina Bruschini (1992), incluyendo balances por áreas disciplinarias y recortes temáticos.

“Rosa dos tempos”, de Río de Janeiro, tal vez sea la editora que venga publicando de modo más sistemático la producción brasilera sobre mujer/género, así como traducciones de libros extranjeros. Algunas ONG (por ejemplo S.O.S., Corpo de Recife) también traducen la producción teórica extranjera, divulgándola en formato de mimeo. Una ONG, el Centro de Información de la Mujer (CIM), ha organizado y es responsable por un servicio de documentación sobre mujer/género.

En los diversos campos disciplinarios, se están publicando revistas quincenalmente, textos sobre la temática. La revista Cadernos de Pesquisa, de la Fundación Carlos Chagas, constituye una de ellas y, en el número conmemorativo de sus 25 años de existencia, publicó un balance de su producción sobre el tema (Costa y Bruschini 1992). Los años internacionales (de la mujer, de la familia, por ejemplo) han estimulado la producción de números especiales de revistas en las áreas de humanidades y salud.

Los seis concursos de investigación sobre la mujer de la Fundación Carlos Chagas produjeron un número especial de la revista Cadernos de Pesquisa (No. 54, 1985) y sus compilaciones: Vivência: História, sexualidade e imagens femininas (1980); Mulher, Mulheres (1983); Rebeldia e Submissão: Estudos sobre Condição Feminina (1989); Entre a virtude e o pecado (1991); Novos olhares: Mulheres e Relações de Gênero no Brasil (1994); y Horizontes Plurais: Novos Estudos de Gênero no Brasil (1998).

Desde 1992, el Brasil dispone de una revista periódica sobre el tema, Estudos Feministas, que recoge contribuciones de académicas e investigadoras.

Insuficiencias

Balances nacionales y regionales evidencian puntos críticos en el área expuestos a continuación: 1) dificultad de constitución de una disciplina incorporada en las enseñanzas secundarias, superior en la graduación y que fuese ofrecida de forma continuada en la posgraduación (Costa 1993); 2) desarrollo desigual en las disciplinas, apuntándose lagunas en la política, economía y educación; 3) fragilidad e inestabilidad de los núcleos; 4) ausencia de un proyecto feminista para la academia a la manera de los Women’s Studies norteamericanos:

a pesar del desarrollo y ampliación del campo de los Estudios de la mujer/relaciones de género en el país, las evaluaciones de la situación de la mujer en las ciencias y en la academia son prácticamente inexistentes y, en tanto esto sucede, carecen de actualización. (Costa y Sardenberg 1994, 17)

5) composición sexual, racial y regional que no corrige el ghetto femenino y las desigualdades nacionales. La cultura brasilera difícilmente aceptaría la práctica norteamericana de definición de cuotas o de acciones para corregir ese sesgo. Sin embargo, académicas de las regiones nordeste/norte, buscando disminuir su aislamiento, crearon en 1992 la Red Regional Norte Nordeste de Estudios e Investigaciones sobre la Mujer y las Relaciones de Género - Redeor (Costa y Sardenberg 1993); 6) concentración en las humanidades, letras y salud (principalmente derechos reproductivos) con ninguna penetración en las llamadas “ciencias duras”. La mayor afluencia de mujeres en estas áreas del conocimiento puede ser una de las explicaciones, complementada, posiblemente, por otros factores: el origen de la preocupación por el tema ha estado articulado por el desarrollo de las ciencias sociales; mayor competitividad en las ciencias duras por el financiamiento, lo que posiblemente, aborta el interés por temas considerados “periféricos”; 7) por razones que necesitan ser mejor conocidas, el área de Estudios de la mujer/género en el Brasil evidencia poca interacción con las de otros países latinoamericanos y viceversa, lo cual no nos parece un hecho específico de esta área de conocimientos, sino que también es extensivo a otros campos del saber. Algunas pocas iniciativas recientes evidencian esfuerzos, aún aislados, de estrechar fronteras: el programa PRODIR (Programa de Entrenamiento en Investigación sobre Derechos Reproductivos en América Latina y el Caribe), patrocinado por la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, situado en la Fundación Carlos Chagas (Costa y Amado 1994); el Seminario “Y nosotras latinoamericanas”, realizado en São Paulo en 1992 (Buarque de Hollanda 1992).

Políticas públicas

La configuración especial que el área asumió en el país hizo que la producción y la acción de las académicas estuviera siempre en choque o diálogo con las políticas públicas.

La condición de doble pertenencia de las académicas feministas, y su actuación más allá del escenario universitario, hace que sea extremadamente difícil, si no imposible, separar lo que ha sido el aporte del movimiento de mujeres en sí y lo de las académicas feministas, en la orientación de las políticas públicas. Por ejemplo, en 1994, el Instituto Nacional de Planeamiento Económico y Administrativo (IPEA), organismo federal de planeamiento, contaba en su cuadro con un número significativo de investigadoras feministas. Además de ello, como afirmamos, las académicas estuvieron presentes en la creación de los Consejos de la Condición Femenina; fueron consejeras; participaron de la movilización por la Constituyente; elaboraron propuestas para la nueva Constitución y las defendieron. Algunas fueron electas como parlamentarias.

Investigadoras, diagnosticando la subordinación de las mujeres en los campos de la salud, de la reproducción biológica y social, los sindicatos, los partidos políticos y la propia administración pública, así como a través de los medios de comunicación, participaron de la construcción de nuevos modelos culturales que van más allá de lo tradicionalmente considerado brasilero.

Actuando en las brechas democráticas del Estado, moviéndose por una cultura política, social y económica excluyente y marcadamente autoritaria, los movimientos sociales exigieron participación en la elaboración de políticas públicas para, así, transformar demandas en cuestiones sociales .... Con la redemocratización, esos movimientos, con identidades ya constituidas, pasaron a dialogar como sujetos políticos, y de esa forma, se consolidaron como campo de poder .... La visibilidad fue, así, elemento importante para esos movimientos: definen el campo de poder tanto en la relación con el Estado, como con la sociedad .... Se debe, de esa forma, evaluar la eficacia de la acción de esos movimientos no tanto por las victorias obtenidas, como por el campo de poder conquistado. (Barsted y Reis 1994, 5-6)

Un ejemplo reciente, fue la participación de académicas (y otras feministas) en actividades desarrolladas por el Grupo Interministerial, articulado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, para definir la posición del gobierno brasilero en cuestiones de población y género que fueron elevadas en las conferencias mundiales sobre Población y Desarrollo, en el Cairo (1994) y de la Mujer en Beijing (1995). Esta amplia consulta implicó la elaboración de balances sectoriales, muchos de ellos elaborados por investigadoras en las áreas de su especialidad (indicadas por los consejos de la condición femenina), cuyos textos fueron presentados y discutidos en seminarios públicos, involucrando académicas, el movimiento de mujeres y representantes del Estado.

Uno de estos relatorios, realizado por Lelia Andrade Linhares Barsted y Rosane Reis (1994) fue dedicado al análisis de la mujer y políticas públicas en el Brasil (1983-1993). La evaluación que efectuó sobre la actuación del movimiento de mujeres, inclusive de las académicas, en la elaboración e implementación de políticas públicas destinadas a la igualdad de oportunidades entre los sexos, destaca los campos: de la legislación, en especial en la elaboración de la nueva Constitución; salud y reproducción; combate a la violencia contra la mujer y la educación (Barsted y Reis 1994, 14-15). Después de la descripción minuciosa de las acciones, su texto incluyó, entre otros aspectos: un gran cambio en la legislatura que eliminó las discriminaciones legales contra las mujeres con excepción de la legislación penal; la igualdad de derechos de trabajo alcanzada en el período no abarcó a las empleadas domésticas; los programas especiales de salud de la mujer, si no consiguieron garantizar a las mujeres sus derechos a la salud, en especial reproductivos, ocasionaron una gran concientización de las mujeres y de amplios sectores de la sociedad para la cuestión; en la lucha contra la violencia ocurrió una significativa transformación del cuadro institucional con la creación de delegaciones de mujeres y educación de sectores de la policía sobre el tema; en la cuestión del medio ambiente, el énfasis ha sido otorgado a los aspectos relativos con la salud reproductiva. La autora todavía considera que en los campos del trabajo y de la educación los cambios fueron más tenues que en la salud, situándose principalmente en el plano legislativo (Barsted y Reis 1994, 64-65).

En el plano de la educación, área de mi especialidad, destaco una acción brasilera posiblemente única en América Latina: la participación feminista y de académicas en la transformación de la concepción de la educación infantil. Hoy, en el Brasil, se adopta la concepción de que el cuidado y la educación de los/as niños/as pequeños/as no se limita al derecho de los padres trabajadores, sino que constituye también un derecho a la educación de los/as niños/as de 0 a 6 años de edad.

La reivindicación por los jardines maternales constituyó una de las banderas del movimiento de mujeres desde su creación en los años 70. La perspectiva de las mujeres, de la igualdad de oportunidades, orienta la producción de conocimientos en ese área y la acción en vistas a la corrección de políticas públicas que refuerzan subalteridades de clase, género, raza y edad. Gracias a la acción de académicas, hemos denunciado y procurado eliminar la implantación de programas pobres para pobres, que, para rebajar los costos, se apoyan en la explotación del trabajo de las mujeres. El Brasil fue uno de los países latinoamericanos —gracias a la acción de las académicas feministas— que viene aboliendo los programas de guarderías domiciliarias (en casa del vecino) como política nacional de expansión de la cobertura en educación infantil, programas estimulados, en algunos países, por agencias intergubernamentales (Rosemberg 1993).

Académicas feministas que actuaron en el área de la educación consideran que las subordinaciones de género se articulan a las de raza y clase a través de la desprofesionalización y deterioro del magisterio para primaria y de la educadora de niños/as pequeños/as (Rosemberg 1993). Rescatar el valor de la educación y de la dignidad del magisterio es, en el plano de las políticas públicas, el mayor desafío a ser enfrentado en el intrincado juego de poder y subordinación que envuelve a las clases, los géneros, las razas y las edades.


* Investigadora del Departamento de Investigación Educativa de la Fundación Carlos Chagas; Profesora Asociada, Posgrado en Psicología Social de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo. PUC/SP; Asesora de la Secretaria del Menor de São Paulo.
Ha publicado, entre otros, los siguientes trabajos; Bibliografia anotada sobre organizações não-governamentais para la Fundación Ford, (1990); Mulher e educação formal no Brasil: estado da arte e bibliografia. Brasília: en colaboración con Edith P. Piza e Tereza Montenegro; Mulher e Educação formal: bibliografia e estado da arte; Alphabetization and gender, en Malmquist, Eve. Women and literacy development: constraints and prospects; Day care and preschool education in Brasil, en Crockran, M. International child care policies and programs: green wood press. [no prelo]; Educação formal e mulher: um balanço parcial da bibliografia.


 

NOTAS

1. “En general la mujer representa un tercio de la fuerza de conocimiento científico en el país, a saber, 30,5% de los investigadores becados del CNPq; 31,5% de la autoría de artículos científicos (,,,); 31,5% de las defensas de tesis; (,,,) 37,1% de los Maestrazgos; 34,2% de los doctorandos en curso en el exterior, con beca del CNPq (,,,). No obstante, es marcada la variación de presencia de la mujer en función del área de conocimiento: incipiente (0-28%) en las ingenierías, ciencias exactas, de la tierra y agrarias; intermedia (19%-43%) en las ciencias sociales y de la salud afectiva (hasta 63%) en las ciencias humanas, biológicas, lingüística, letras y artes” (Azevedo et al. 1989, 275).

2. Citas tomadas de los Anales del Seminario Zahidé Machado Netto (1984).

3. ibid.

4. ibid.

5. En el plano histórico, el seminario organizado por Neuma Aguiar (IUPERJ) en 1978 sobre “La mujer en la fuerza de trabajo” fue el origen del primer grupo de trabajo sobre mujer en la Asociación Nacional de Posgrado en Ciencias Sociales (ANPOCS),

6. La infiltración del área en las tramas de la universidad se evidencia, por ejemplo, a través de la multiplicidad de orientadores/as que han acompañado la elaboración de disertaciones y tesis sobre mujer/género en los últimos años, cuyo rol sobrepasa, en mucho, a las “mujerólogas” notables. La expresión mujeróloga fue acuñada por la periodista Carmen da Silva.

7. Fueron analizados 25 currículos enviados por académicas que participaron de dos eventos recientes: el “Seminario de estudios sobre la mujer en Brasil”, realizado en 1990, y que dio origen al libro Una cuestión de género, organizado por Albertina de Oliveira Costa y Cristina Bruschini (1992); el “Encuentro nacional de núcleos de estudios sobre relaciones sociales de género”, realizado en 1991, y que también dio origen a una publicación Género y Universidad, organizado por Albertina de Oliveira Costa y Eva Alterman Blay (1992).

 

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