CONCLUSIÓN

EL RETO DE LA EVALUACIÓN Y LA EFICACIA DE PROGRAMAS
EDUCACIONALES Y PÚBLICOS

Mario A. Rivera*

Aunque la evaluación programática cobra cada vez mayor importancia en Latinoamérica, y a pesar de la experiencia acumulada en ciertas áreas de la evaluación, como en la curricular, apenas se está adquiriendo el conocimiento necesario para realizar evaluaciones competentes como parte integral de la práctica administrativa.

El surgimiento de la investigación evaluativa tanto en los Estados Unidos como en Europa y Latinoamérica se basa en gran parte en los esfuerzos de científicos sociales, quienes mediante estudios técnicos intentan lograr un cambio social —como sugiere Warren Crowther con respecto a la investigación-acción (action research) destinada a “hacer la diferencia”. En las contribuciones de José Moreno Mena y de Elci de Oliveira se encuentran también indicaciones de cómo los esquemas de planificación, ejecución y evaluación de programas sociales —ya sean de origen gubernamental o no gubernamental— pueden orientarse a la reforma sociopolítica.

Sin embargo, las evaluaciones suelen emprenderse por motivos más modestos: con propósitos administrativos y de conducción, para valorar la efectividad de intervenciones gerenciales, o para satisfacer los requerimientos establecidos por fuentes de apoyo. Se pueden efectuar con propósitos de planificación o de política, para probar nuevos instrumentos administrativos y para decidir si se expande o suspende un programa. Finalmente, se pueden emprender para comprobar una hipótesis particular de las ciencias sociales o, alternativamente, un principio de las ciencias administrativas aplicable a la práctica profesional.

Es útil distinguir tres grandes clases de investigación evaluativa: a) el análisis relativo a la conceptualización y el diseño de las intervenciones; b) verificación de la fiel ejecución de un programa o programas; y c) la valorización de su utilidad. Las evaluaciones que logran estos fines se denominan evaluaciones integrales.

La creación de un programa social implica el reconocimiento de un problema social correspondiente y también la necesidad de verificar el diseño y la ejecución programática. En particular, como indica Zane Reeves, programas que envuelven recursos y servicios humanos requieren evidencia de su eficacia, aunque sea difícil definir su problemática fundamental o criterios apropiados de éxito o fracaso. Por medio del monitoreo se puede determinar si un programa es eficaz o no, si opera de acuerdo con su diseño y si alcanza a la población o clientela anticipada. El monitoreo sistemático forma parte esencial de la planificación, incluso de la planificación estratégica, como señala William Simbieda en su ensayo; sólo un seguimiento constante le permite al administrador evaluar su medio ambiente y a las oportunidades y desafíos que se le presentan continuamente al programa u organización.

La evaluación consiste en gran parte en emitir juicios de valor con cierta finalidad: Se evalúa para tomar decisiones con respecto a la congruencia de un proyecto con normas y metas determinadas, tal que se pueda continuar su desenvolvimiento adecuado. Esto requiere valoraciones cualitativas, aunque éstas obviamente se pueden basar en análisis cuantitativos. Es la dimensión cualitativa, casi estética, de la evaluación que sugiere recurso a la etnografía aplicada y otros métodos interpretativos discutidos por Beatriz Calvo. También puede implicar, como indica Warren Crowther, contraer el compromiso de responder a ciertas situaciones, investigando sus causas y consecuencias y trazando soluciones correspondientes.


* El Dr. Mario A. Rivera es profesor asociado en la Escuela de Administración Pública, The University of New Mexico. Tiene experiencia profesional en el campo de investigación y evaluación con agencias gubernamentales y organizaciones sin fines de lucro. Es autor del libro Decision and Structure: U.S. Refugee Policy in the Mariel Crisis.