16 de Abril de 2025
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Colección: INTERAMER
Número: 52
Año: 1996
Autor: Susana H. Haydu
Título: Alejandra Pizarnik: Evolución de un Lenguaje Poético

La tierra más ajena

El primer libro de Alejandra Pizarnik, La tierra más ajena,2 es sólo un ejercicio poético. Apenas si apunta aquí el talento evidente que reflejan los libros que le suceden. Quizá lo más interesante sea la falta de puntuación que caracteriza al libro, siguiendo la tradición de los poetas surrealistas como René Char y también los “beat poets” como Allen Ginsberg, que tuvieron gran influencia en el clima poético de entonces en Buenos Aires. Pero la elección de palabras la coloca en una tradición netamente romántica.

Soles de nenúfares ardientes
desconectan mi futura sombra
la sombra del sol tritura
la esfinge de mi estrella
las promesas se coagulan
frente al signo de estrellas estranguladas
¡Brilla ausencia de mi estrella!

Pizarnik oscila entre un romanticismo desatado, manifiesto en la elección de palabras: nenúfares, estrellas, sol y sombra, y una poesía casi prosaica, donde los objetos cotidianos se convierten en referentes externos precisos. Es también una poesía menos lírica que la poesía posterior: es precisa y clara, nombra objetos de la vida cotidiana en un plano diario, casi antipoético:

Trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
creación sincera en surco capilar

Aún encontramos el enamoramiento del poeta ante su propia obra. La dicha de la creación personal, el sentido de posesión de una idea original, única:

Leyendo propios poemas
penas impresas, trascendencias cotidianas
sonrisa orgullosa
equívoco perdonado
es mío, es mío, es mío!!

También la sensualidad del cuerpo, la contemplación y el análisis minucioso de sus diversas partes, el descubrimiento y exploración de su ser físico, la llevan a decir:

límite en dedo gordo de pie cansado y
pelo lavado en rizosa cabellera
no importa:
es mío, es mío, es mío!!

En otro poema “Vagar en lo opaco” aparece la fragmentación de parte de su cuerpo: toma la pupila como eje central, y nos da once definiciones de su pupila, parte de sus ojos, es decir: la fragmentación dentro de la fragmentación, en la misma línea de Storni quien también utilizó fragmentos de su cuerpo en diversos poemas para representarse. Estos fragmentos permiten, por extensión, una pluralidad de lecturas. Se explora así también el texto del poema y en este particular caso, la pupila es definida en diversas formas que no tocan para nada lo erótico. Como sugiere Sylvia Molloy, esta nueva actitud de autodefiniciones fragmentadas puede interpretarse como una desmitificación de las partes del cuerpo femenino descritas por poetas modernistas.3

Llama la atención la intensidad, acentuada por los dos signos de admiración. Poetiza objetos externos y mecánicos con minuciosidad. Al igual que Sylvia Plath en muchas de sus poesías, Alejandra Pizarnik parece centrar su atención en una realidad concreta, que luego irá desapareciendo paulatinamente, hasta llegar a decir: “Ya no soy más que un adentro”.4

Hay un referente corporal y urbano. En este libro habla de automóviles; homenaje al futurismo y a la importancia de la máquina:

miraba los coches en arreglo
sin sus vestiduras metafísicas
las partes delanteras semejaban
calaveras recién estrenadas

Y también el lenguaje directo y descriptivo de una relación personal, donde el juego de palabras entre “besos” y “vasos” sugiere toda una química de los cuerpos.

dos copas amarillas, dos gargantas raspadas
dos besos comunicantes de la visión de
una existencia a otra existencia.

Por último, las dedicatorias, a veces pueriles y hasta infantiles, como la del poema V, dedicado “al conejito que se comía las uñas”, nos introducen en un mundo todavía muy joven, en una visión que aún guarda alegría y esperanza. Esta ambivalencia de Pizarnik, sólo existe en esta primera etapa de su obra. Su “lado oscuro” prevalece en su poesía posterior. En este primer tomo hay sólo una nostalgia de la muerte y del suicidio pero expresada en tono netamente romántico, como su proyección en “la solitaria” que pasea por un puerto:

Si. Hundirse una noche en las calles del puerto
Caminar, caminar [...]
Si. Sola. Siempre sola [...]
Si. Tirar el ancla. Si. Muy junto a ese
barco gigante de rayas rojas y blancas y
verdes [...] irse, y no volver

La idea de partir, desaparecer en un barco para siempre, será recurrente en toda su poesía posterior. Reaparece aún en títulos de este libro de poemas: “Irme en un barco negro” (35).

Otro poema titulado “Ajedrez”, muestra el inicio de su posterior obsesión con la palabra en una línea clave: quisiera ser “masa lingüística”; la idea de trasmutarse en lenguaje, del poema como cuerpo, de un verdadero cruce de la función emotiva con la función metalinguística ya está privilegiada aquí. Es un verso indicial, trampolín hacia la poesía posterior.

Por último, de este libro es rescatable el epígrafe que lleva de Rimbaud, porque expresa, en su extrema concisión, dos polos que en Pizarnik se repiten: la coexistencia de la belleza con su fragilidad y su muerte.

Ah! El infinito egoísmo de la adolescencia,
el optimismo estudioso: cuán lleno de flores
estaba el mundo ese verano! Los
aires y las formas muriendo [...]