Colección: INTERAMER
Número: 52
Año: 1996
Autor: Susana H. Haydu
Título: Alejandra Pizarnik: Evolución de
un Lenguaje Poético
Extracción de la piedra de locura
En Extracción de la piedra de locura, el tono es desesperanzado y trágico. Pizarnik divide este libro en cuatro partes: las tres primeras reúnen poemas cortos, muchos inéditos, y agrupados según la fecha en que fueron escritos, en este caso, los poemas abarcan los años de 1966, 1963 y 1962. El último fragmento, de 1964, consta de tres prosas poéticas largas, que quizá se cuenten entre la poesía más desesperada que se haya escrito jamás. Difícil de olvidar, aún difícil de continuar leyendo, ya que el trasfondo de esta prosa poética alucinada, está recorrido por la locura y la muerte. Hay gran consistencia en las imágenes, que llevan siempre el peso mayor en la poesía de Pizarnik, imágenes que sugieren un espacio onírico, pero de pesadilla, donde las formas despavoridas mueren.
Murieron las formas despavoridas y no hubo más un afuera y un adentro. Nadie estaba escuchando el lugar porque el lugar no existía.
Con el propósito de escuchar están escuchando el lugar. Adentro de tu máscara relampaguea la noche. Te atraviesan con graznidos. Te martillean con pájaros negros. Colores enemigos se unen en la tragedia.53
Los signos son de tristeza incandescente.
La luz del viento entre los pinos ¿comprendo estos signos de tristeza incandescente?
Un ahorcado se balancea en el árbol marcado con la cruz lila.
Hasta que logró deslizarse fuera de mi sueño y entrar a mi cuarto, por la ventana, en complicidad con el viento de la medianoche.54
Y las voces son ahora grises: Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón.55 Y luego dirá: Grises pájaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema.56
El título mismo del poema, Desfundación, indica la incapacidad del poeta para fundar su mundo apoyándose en la palabra. Todo el texto es una desgarradura, y una evolución, una carrera cada vez más rápida a la desintegración. Pizarnik se proyectará en rostros terribles: Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste. El tono de desesperación de todos estos poemas está reforzado por esa elección de imágenes únicas a Pizarnik y que presenta en contracanto al pesimismo: Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Y la vuelta a las moradas del consuelo, la consagración de la inocencia, la alegría inadjetivable del cuerpo,57 espacios a los que ya no puede acceder. El metatexto, la reflexión sobre la palabra, aparece claramente en Linterna sorda.58 Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche. La noche se hace real sólo porque es escrita, expresada. Su única manera de trascenderse, de sentirse vivir, es a través del lenguaje.
Pizarnik apoya el mismo concepto de otros poetas: la idea de una realidad fundada por el lenguaje, por la palabra. En su entrevista con Juarroz,59 éste medita sobre la palabra, y dice que la única fidelidad que se le puede exigir al poeta es la fidelidad a su lenguaje. Lo que se llama estilo es la culminación de esa fidelidad. Cada uno es su lenguaje. Para Juarroz, el poeta sólo puede concebir un dios verbal, que de ninguna forma es menos real que cualquier otro. Y la contemplación es necesaria para que pueda hacer existir los objetos de su espíritu; imágenes, representaciones. También para Pizarnik, que contemplaba palabras y las intercambiaba hasta encontrar la forma y el significado adecuado a ese espacio elegido en el poema.60
Estos poemas, que contienen textos escritos entre 1962-1966, son reveladores de una melancolía abrumadora. Hemos ya mencionado los temas principales, que luego analizaremos; también el colorido sombrío, o la ausencia total de color, la visión enlutada, desgarrada, de un jardín con estatuas rotas61 la terrible sensación del trop tard, encapsulada en una oración: El sueño demasiado tarde, los caballos blancos demasiado tarde, el haberme ido con una melodía demasiado tarde.62
Si bien hay poemas más cortos y ceñidos, fragmentos de sensaciones y pensamientos, también es cierto que sus dos prosas poéticas más memorables son un torrente de imágenes y se hallan al final del libro, en la IV parte, como si Pizarnik hubiera querido prepararnos para este fin casi insoportable para el lector. Desde el principio de este fragmento sentimos la cercanía de la tragedia:
La luz mala se ha avecinado y nada es cierto [...] Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.63
Pizarnik incorpora a este libro la serie Caminos del espejo. Son diecinueve poemas brevísimos, fechados en 1962, algunos de sólo una línea, donde la intensidad de cada concepto, y las deliberadas desviaciones de sistemas establecidos hacen que el lector se sienta aún más atraído, y se establezca un nivel más alto de información. Esta característica de Pizarnik de soprender y sacudir al lector es notable aquí, ya que en la brevedad de estos textos, cada palabra lleva un peso mayor, connotaciones más completas. Líneas como: Al negro sol del silencio las palabras se doraban y también La noche tiene la forma de un grito de lobo, donde las palabras y la noche adquieren, de pronto, otro significado. Las palabras se crean, surgen exactas, se gozan, y la noche es un aullido.
Morfológicamente, Pizarnik mezcla las categorías pronominales, creando un impacto estético mucho más fuerte y perdurable: Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento. El tema de la caída también presenta una originalidad nueva, en cuanto opone el yo con ella o tú. Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.64 Para Pieyre de Mandiargues son poemas que difunden el amor, pero también el terror. En este último eje, a pesar de los optimismos ocasionales que encontramos, es el centro en el cual se articulan los poemas de este libro.