Colección: INTERAMER
Número: 62
Año: 1997
Autor: Emilio Carilla
Título: Pedro Henríquez Ureña. Signo de América
Los Estudios Lingüisticos
La bibliografía de Pedro Henríquez Ureña muestra de manera transparente cómo van perfilándose, a través de los años, sus inquietudes y disciplinas predilectas. Observada esa bibliografía como un todo clausurado y desde la perspectiva que determina su final, resaltan visiblemente las dos líneas que enunciamos con los nombres de literatura (con especial referencia a la crítica) y lingüística. Sin embargo, esto, que podemos considerar como balance final no se corresponde ni tiene por qué corresponderse con un armónico paralelismo cronológico. Así, es justo señalar que, si por un lado el tema literario (ensayo, estudio, tratado, etc.) es eje que atraviesa toda su obra, no ocurre lo mismo con la disciplina lingüística, que aparece, y se afirma, en momentos avanzados de esa obra. Y esto tiene, claro, su explicación valedera.
Repitiendo en buena medida un esquema que ya he anticipado, me parece que cabe, entre las diversas particiones que puede establecerse para la bibliografía de Pedro Henríquez Ureña, un amplio cuadro que abarca dos etapas, con el año 1920 (alrededor de 1920) como límite escindidor:
1) Con material literario, filosófico, sociológico, musical, político.
2) Con material literario y lingüístico, en especial. (Sin descartar lo musical). Y con inclinación, hacia el final, a los panoramas culturales.
Como se ha visto he elegido el año 1920, cifra redonda, como línea divisoria. Año que, a su vez, se anticipa en un poco extendido lapso a la instalación de Pedro Henríquez Ureña en la Argentina, para acentuar también, de ese modo, la trascendencia que es justo conceder a la fecunda etapa ríoplatense de Pedro Henríquez Ureña.
En fin, aquí sólo conviene insistir en la presencia algo más tardía de sus estudios lingüísticos. Y, al mismo tiempo, subrayar que, una vez afirmados, se convertirán, conjuntamente con los trabajos literarios, en los dos sectores fundamentales de su obra, hasta el momento de la clausura.
Otra particularidad que debo destacar resulta casi adivinable: me refiero al predominio notorio que, en esta como en las otras disciplinas que cultivó, mantiene el tema de la lengua en América. O, si preferimos, del español de América. Con las dos direcciones previsibles: la diacrónica y la sincrónica.
Se ha reparado más de una vez en su inclinación por el estudio del léxico, pero sin que esa inclinación borre una visión integral de la lengua. En consonancia, también, con los mejores niveles alcanzados en su tiempo por la teoría de la lengua y la renovación de los estudios fonéticos en español (sobre todo, a través de Navarro Tomás).
Aunque no falten aún en nuestros días, anacrónicos estudios que restringen su órbita a los testimonios cerradamente literarios, o cerradamente orales, es elemental que tanto la lengua de la comunicación como la lengua de la expresión, la lengua popular y la lengua culta, etc., constituyen las bases fundamentales de un todo en la conformación de la lengua. La lengua, a secas. Pedro Henríquez Ureña no descubrió nada al hacer entrar, desde sus primeros trabajos, la lengua de los documentos y de los textos literarios, junto a la recogida en la realidad viva de los hablantes. Y, de manera especial, el juego de relaciones y comparaciones necesarias dentro del vasto mapa que trazan el español americano y el español de la península. Rectifico: no descubrió nada, si atendemos a estudios que podrían servir de modelos. Así, en América, y para dar un ejemplo, los de su admirado Rufino J. Cuervo. Pero ofrecía más de una novedad en medio de muchos trabajos elaborados en el continente, y limitados a solas fuentes librescas. Además, habría que valorar, igualmente, la importancia que Pedro Henríquez Ureña suele conceder a un sentido integral de la lengua en sus enfoques e historias generales, ya sea los que se centran en lo literario o los panoramas culturales.
A manera de ilustración, aunque hoy nos parezca obvio, recordemos que Menéndez Pidal, al escribir el prólogo para la primera edición de la Historia de la lengua española de don Rafael Lapesa, en 1942, puntualizaba, como uno de los aciertos de la obra de su antiguo discípulo, la presencia de la literatura y los estilos literarios junto a la lengua de la comunicación.1 Con perspectiva suficiente, no podemos menos que reconocer la maciza urdimbre de esta, hoy, crecida Historia, así como su construcción sistemática. Virtudes, todas, que la convierten en un verdadero clásico dentro del tema.
Volviendo a Pedro Henríquez Ureña, creo que son igualmente signos positivos los que nos hacen ver en sus estudios sobre la lengua (concretamente, del español de América) mucho más que una simple tarea descriptiva. Y sí, en lo esencial, la lengua como hecho de historia y de cultura.
El cuadro de esta disciplina en la obra del maestro dominicano se completa con el relieve que él concede a la parte didáctica, y aun con el aporte más estrictamente gramatical, de algún tributo bien conocido. De más está decir que, si puntualizo el predominio del tema americano, no se trata de una puerta cerrada. De ahí manifestaciones que escapan a esa órbita, pero esto, claro, más bien como excepción.
Veamos ahora títulos y fechas dentro de una bibliografía que, confío, sea lo más completa posible. Sobre todo, en las obras principales:
1921. Observaciones sobre el español en América. I (RFE, VIII, págs. 357-390).
1925. El supuesto andalucismo de América. (Cuadernos del Instituto de Filología, I, No. 2. Buenos Aires).
1930. Observaciones sobre el español en América. II (RFE, XVII-XVIII, págs. 277284).
1931. Observaciones sobre el español en América. III (RFE, XVII-XVIII, págs. 120-149).
1932. Sobre el problema del andalucismo dialectal en América (BDH, Anejo 1. Buenos Aires).
1934. Observaciones sobre el español de México (Revista Investigaciones Lingüísticas, México 1934, II. Nos. 3 y 4, págs. 188-194).
1935. Palabras antillanas en el Diccionario de la Academia (RFE, 1935, XXII, págs. 175-186).
1937. El español en la zona del Mar Caribe (en La Nación, de Buenos Aires, 18 de agosto de 1937).
1937. El español en México y sus vecindades (en La Nación, de Buenos Aires, 5 de setiembre de 1937).
1938. Para la historia de los indigenismos. Papa y batata. El enigma del aje. Boniato, Caribe. Palabras antillanas (BDH, anejo 3, Buenos Aires).
1938. Estudio y notas a El español en México, los Estados Unidos y la América Central (BDH, No. 4, Buenos Aires).
1938. Gramática Castellana. Primer curso (en colaboración con Amado Alonso, Buenos Aires).
1939. Gramática castellana. Segundo curso. (Id.)
1940. El español en Santo Domingo (BDH, No.5, Buenos Aires).
1944. Rufino José Cuervo (Boletín de la Academia Argentina de Letras XIII, No. 49, 697-698).2
Como vemos, la serie de estudios ratifica, sin necesidad de mayores comentarios, las dos rotundas coordenadas que anticipé: por un lado, la aparición de los trabajos lingüísticos en un momento avanzado de su bibliografía; por otro, el predominio notorio del tema que configura el español de América.