<<Biblioteca Digital del Portal<<INTERAMER<<Serie Cultural<<El Río de los Sueños: Aproximaciones Críticas a la Obra de Ana María Shua<<Entrevista con Ana María Shua: Rhonda Dahl Buchanan
Colección: INTERAMER
Número: 70
Año: 2001
Autor: Rhonda Dahl Buchanan, Editora
Título: El río de los sueños: Aproximaciones críticas a la obra de Ana María Shua
23. RB: Has escrito varios libros en que lo judío tiene
un papel protagónico, tales como Risas y emociones de la cocina judía
(Buenos Aires: Grupo Editorial Shalom, 1993), Cuentos judíos con fantasmas
y demonios, y El pueblo de los tontos (Buenos Aires: Alfaguara, 1995).
En realidad, la identidad judía está presente en buena parte de tu obra, también
en tus novelas Los amores de Laurita y El libro de los recuerdos.
¿Qué importancia tiene en tu obra tu origen judío?
AMS: Yo escribo con todo lo que tengo y con todo lo que soy: con mi sexo (odio la palabra género, y más en español porque se confunde con género literario), con mi argentinidad, con mi judaísmo, con mi historia, mis recuerdos, mis lecturas. No tuve ningún tipo de formación judía: mi padre era un ateo militante y tenía miedo que cualquier tipo de acercamiento a lo judío se convirtiera en una excusa para atraer a los jóvenes a la religión. Pero para ser judío no hace falta estudiar, ni creer ni saber nada en particular: es algo que no se elige. Después de muchos años, tuve curiosidad por saber algo más de eso que de todas maneras soy, y empecé a leer sobre el tema. El tema judío no es una constante en mi obra, pero aparece con fuerza en aquellos libros que tienen elementos autobiográficos (Laurita y Recuerdos) y en otros que escribí por encargo (pero también por placer) para una editorial judía: Risas y emociones de la cocina judía y Cuentos de judíos con fantasmas y demonios.
AMS: Yo escribo con todo lo que tengo y con todo lo que soy: con mi sexo (odio la palabra género, y más en español porque se confunde con género literario), con mi argentinidad, con mi judaísmo, con mi historia, mis recuerdos, mis lecturas. No tuve ningún tipo de formación judía: mi padre era un ateo militante y tenía miedo que cualquier tipo de acercamiento a lo judío se convirtiera en una excusa para atraer a los jóvenes a la religión. Pero para ser judío no hace falta estudiar, ni creer ni saber nada en particular: es algo que no se elige. Después de muchos años, tuve curiosidad por saber algo más de eso que de todas maneras soy, y empecé a leer sobre el tema. El tema judío no es una constante en mi obra, pero aparece con fuerza en aquellos libros que tienen elementos autobiográficos (Laurita y Recuerdos) y en otros que escribí por encargo (pero también por placer) para una editorial judía: Risas y emociones de la cocina judía y Cuentos de judíos con fantasmas y demonios.