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Desafíos de la Articulación entre la Educación y el Trabajo
Colección: INTERAMER
Número: 31
Año: 1994
Autor: María Antonia Gallart
Título: La Educación para el Trabajo en el MERCOSUR
III. Los desafíos en el MERCOSUR
En el caso del MERCOSUR, la integración de un mercado regional tiene al menos dos consecuencias. La primera, es el acceso a un mercado interno y competitivo masivo, con todo lo que ello implica de flujo de personas y de capitales y exigencias de eficiencia relativa. La segunda, es la necesidad de ser competitivo en el mercado internacional global. Ambas imponen una mayor integración aún de las grandes empresas que operan en la región con el fin de mejorar su posición tanto interna como externa. Y para las pequeñas y medianas empresas el desafío de responder a un mercado más diversificado y exigente. Esto plantea una situación distinta a la educación para el trabajo que la que se tenía en cada país por separado al iniciarse el proceso de integración.
Al señalar los desafíos en la articulación entre educación y trabajo, se está partiendo de algunos supuestos claves que deben ser aclarados. Uno es el de que cuando se habla de educación para el trabajo, no se está pensando solamente en educación para el sector moderno de punta, sino en la mejor preparación para toda la población que pasa por el sistema escolar, con el objeto de que el mayor número de personas pueda competir en un mercado de trabajo cambiante y predominantemente urbano. En otras palabras, se concibe a la educación como un medio para defenderse en el mundo del trabajo. En esta acepción, la educación para el trabajo no es más que una aplicación de la educación para todos desde el punto de vista del trabajo.
El otro supuesto, es que si bien la educación técnica y la formación profesional son en América Latina los subsistemas específicos de la educación para el trabajo, no la agotan. Tanto la educación general básica como la educación superior son también elementos claves de la educación para el trabajo. Más aún, el sistema educativo formal y paraformal debe ser evaluado teniendo en cuenta su articulación con la educación no formal y el aprendizaje en el trabajo. Sin embargo, por el contexto y la extensión de este informe, éste se focalizará en las instituciones de educación técnica y formación profesional pero teniendo como referente la situación educativa general de cada país.
En base a estos dos supuestos se plantea entonces que la educación para el trabajo no deberá dar sólo respuesta al sector de punta y exportador de la economía sino que debe contemplar a los otros sectores de la economía, los cuales concentran una alta proporción de trabajadores.
Por lo tanto, en esta nueva etapa que se está iniciando, el compromiso de equidad y de educación para todos no debiera agotarse en la educación básica, sino también considerar una educación postbásica que provea elementos para desempeñarse en un mercado de trabajo urbano. La autonomía de gestión y la capacidad de adaptarse a un mercado de trabajo cambiante son fundamentales, ya que hoy en día el aprendizaje de un oficio no es garantía de poder competir en el mercado de trabajo debido a la rápida obsolescencia de ocupaciones hasta ayer vigentes. Por otro lado, la capacidad de absorción de empleo por pequeños emprendimientos situados en un contexto cambiante exige rápidas decisiones a los trabajadores y microempresarios como condición de subsistencia en el sector no integrado. Ambas realidades hacen que la capacidad de tomar decisiones e integrarse al trabajo en equipo sea central para aumentar la probabilidad de obtener un empleo. La rápida creación y desaparición de nichos para esos emprendimientos y la alta mortandad subsecuente en esas microempresas enfatizan la importancia de las habilidades de gestión, cálculo de costos, comercialización, manejo contable, y organización. Si bien muchas de estas habilidades son adquiridas fundamentalmente en el trabajo, están basadas en habilidades básicas adquiridas en la escuela, y podrían ser reforzadas por programas de educación no formal. Si bien el desempleo y los trabajos más degradados del sector informal son una realidad inclusive en los países desarrollados, las posibilidades de pequeñas empresas relativamente de trabajo intensivas, con tecnologías intermedias e incluso avanzadas y entrelazadas con el sector integrado es también una realidad. El predominio de una u otra realidad solamente podrá ser apreciado en el futuro.
En cuanto a los desafíos que se plantean a la educación, por el necesario proceso de modernización tecnológica, los análisis efectuados en los sectores de punta están señalando una tendencia hacia el incremento de la demanda de trabajadores polivalentes que puedan desempeñar una variedad de ocupaciones, que tengan una sólida formación básica científico-tecnológica y sean capaces de comprender la totalidad de un proceso industrial.
A pesar de algunas controversias,5 el hecho es que la tecnología microelectrónica crea una demanda de trabajadores altamente calificados y flexibles (Leite 1992), que son evidentemente una minoría dentro de la fuerza de trabajo.
Como conclusión de este apartado, uno de los desafíos de la articulación entre la educación y el trabajo en la última década de este siglo en la región, es el de que la educación formal y la formación profesional no sólo debe proveer las habilidades básicas de lectoescritura y matemática aplicada para la totalidad de la población, sino también una educación básica científico-tecnológica que le permita desempeñarse en un contexto cambiante, y capacitación profesional flexible. El panorama educativo presentado anteriormente señala las distancias entre la realidad actual y estas demandas.
Por otro lado, no hay que perder de vista la heterogeneidad que muestran los países que se integran en el MERCOSUR tanto en la constitución del sector productivo como en su situación educativa, y por lo tanto este desafío general deberá ser mediatizado por las particularidades señaladas para cada uno de ellos.
Por último, cabe resaltar que esta demanda general no puede ser respondida sólo por el sector educativo, ya que exige una interacción entre el sector productivo (sea de la gran empresa o de la microempresa) y las instituciones educativas, para poder agilizar lo más posible la respuesta. Esta interacción tendría que dejar claros los distintos objetivos de cada organización, ya que en general las organizaciones productivas en el contexto latinoamericano no pueden ni quieren hacerse cargo de la capacitación del grueso de la fuerza de trabajo, y la educación no puede reducir sus objetivos a formar sólo a aquéllos que son absorbidos por el sector moderno.
En el caso del MERCOSUR, la integración de un mercado regional tiene al menos dos consecuencias. La primera, es el acceso a un mercado interno y competitivo masivo, con todo lo que ello implica de flujo de personas y de capitales y exigencias de eficiencia relativa. La segunda, es la necesidad de ser competitivo en el mercado internacional global. Ambas imponen una mayor integración aún de las grandes empresas que operan en la región con el fin de mejorar su posición tanto interna como externa. Y para las pequeñas y medianas empresas el desafío de responder a un mercado más diversificado y exigente. Esto plantea una situación distinta a la educación para el trabajo que la que se tenía en cada país por separado al iniciarse el proceso de integración.
Al señalar los desafíos en la articulación entre educación y trabajo, se está partiendo de algunos supuestos claves que deben ser aclarados. Uno es el de que cuando se habla de educación para el trabajo, no se está pensando solamente en educación para el sector moderno de punta, sino en la mejor preparación para toda la población que pasa por el sistema escolar, con el objeto de que el mayor número de personas pueda competir en un mercado de trabajo cambiante y predominantemente urbano. En otras palabras, se concibe a la educación como un medio para defenderse en el mundo del trabajo. En esta acepción, la educación para el trabajo no es más que una aplicación de la educación para todos desde el punto de vista del trabajo.
El otro supuesto, es que si bien la educación técnica y la formación profesional son en América Latina los subsistemas específicos de la educación para el trabajo, no la agotan. Tanto la educación general básica como la educación superior son también elementos claves de la educación para el trabajo. Más aún, el sistema educativo formal y paraformal debe ser evaluado teniendo en cuenta su articulación con la educación no formal y el aprendizaje en el trabajo. Sin embargo, por el contexto y la extensión de este informe, éste se focalizará en las instituciones de educación técnica y formación profesional pero teniendo como referente la situación educativa general de cada país.
En base a estos dos supuestos se plantea entonces que la educación para el trabajo no deberá dar sólo respuesta al sector de punta y exportador de la economía sino que debe contemplar a los otros sectores de la economía, los cuales concentran una alta proporción de trabajadores.
Por lo tanto, en esta nueva etapa que se está iniciando, el compromiso de equidad y de educación para todos no debiera agotarse en la educación básica, sino también considerar una educación postbásica que provea elementos para desempeñarse en un mercado de trabajo urbano. La autonomía de gestión y la capacidad de adaptarse a un mercado de trabajo cambiante son fundamentales, ya que hoy en día el aprendizaje de un oficio no es garantía de poder competir en el mercado de trabajo debido a la rápida obsolescencia de ocupaciones hasta ayer vigentes. Por otro lado, la capacidad de absorción de empleo por pequeños emprendimientos situados en un contexto cambiante exige rápidas decisiones a los trabajadores y microempresarios como condición de subsistencia en el sector no integrado. Ambas realidades hacen que la capacidad de tomar decisiones e integrarse al trabajo en equipo sea central para aumentar la probabilidad de obtener un empleo. La rápida creación y desaparición de nichos para esos emprendimientos y la alta mortandad subsecuente en esas microempresas enfatizan la importancia de las habilidades de gestión, cálculo de costos, comercialización, manejo contable, y organización. Si bien muchas de estas habilidades son adquiridas fundamentalmente en el trabajo, están basadas en habilidades básicas adquiridas en la escuela, y podrían ser reforzadas por programas de educación no formal. Si bien el desempleo y los trabajos más degradados del sector informal son una realidad inclusive en los países desarrollados, las posibilidades de pequeñas empresas relativamente de trabajo intensivas, con tecnologías intermedias e incluso avanzadas y entrelazadas con el sector integrado es también una realidad. El predominio de una u otra realidad solamente podrá ser apreciado en el futuro.
En cuanto a los desafíos que se plantean a la educación, por el necesario proceso de modernización tecnológica, los análisis efectuados en los sectores de punta están señalando una tendencia hacia el incremento de la demanda de trabajadores polivalentes que puedan desempeñar una variedad de ocupaciones, que tengan una sólida formación básica científico-tecnológica y sean capaces de comprender la totalidad de un proceso industrial.
A pesar de algunas controversias,5 el hecho es que la tecnología microelectrónica crea una demanda de trabajadores altamente calificados y flexibles (Leite 1992), que son evidentemente una minoría dentro de la fuerza de trabajo.
Como conclusión de este apartado, uno de los desafíos de la articulación entre la educación y el trabajo en la última década de este siglo en la región, es el de que la educación formal y la formación profesional no sólo debe proveer las habilidades básicas de lectoescritura y matemática aplicada para la totalidad de la población, sino también una educación básica científico-tecnológica que le permita desempeñarse en un contexto cambiante, y capacitación profesional flexible. El panorama educativo presentado anteriormente señala las distancias entre la realidad actual y estas demandas.
Por otro lado, no hay que perder de vista la heterogeneidad que muestran los países que se integran en el MERCOSUR tanto en la constitución del sector productivo como en su situación educativa, y por lo tanto este desafío general deberá ser mediatizado por las particularidades señaladas para cada uno de ellos.
Por último, cabe resaltar que esta demanda general no puede ser respondida sólo por el sector educativo, ya que exige una interacción entre el sector productivo (sea de la gran empresa o de la microempresa) y las instituciones educativas, para poder agilizar lo más posible la respuesta. Esta interacción tendría que dejar claros los distintos objetivos de cada organización, ya que en general las organizaciones productivas en el contexto latinoamericano no pueden ni quieren hacerse cargo de la capacitación del grueso de la fuerza de trabajo, y la educación no puede reducir sus objetivos a formar sólo a aquéllos que son absorbidos por el sector moderno.